Veo la hora en mi reloj y ordeno todos los documentos que mantengo en el escritorio. Dejo cada uno en sus respectivas carpetas y salgo de allí dejándole instrucciones a la señora Elena antes de irme. Salgo con prisa porque hoy es la presentación del avance de la nueva colección de Cavalcanti Moda y como una tradición que se mantiene, toda la familia deberá estar presente.
A la mitad del trayecto recibo la llamada de mi padre.
—¿Hijo, ya vienes en camino?
—Sí, me retrasé un poco, estaba entretenido con unos documentos y no vi la hora.
—Bueno, ven con cuidado. Sólo faltan tú y Luca.
—Creo que en unos quince minutos estaré por ahí.
Cortamos la llamada y, de pronto en la radio comienza a sonar una canción que es bastante antigua, pero demasiado hermosa. En la medida que Jon Secada comienza a cantar Angel, pienso en cómo esa letra se ajusta un poco a lo que siento.
—Puede ser que te haya olvidado… pero tu luz nunca se fue de mi vida.
Minutos más tarde cruzo las puertas del edificio de Cavalcanti Moda. La gente que trabaja allí me saluda con amabilidad y yo me voy directo al ascensor. Cuando llegó al piso en donde será la demostración, puedo ver cómo mi familia en pleno está reunida allí.
No puedo creer que seamos una familia tan grande, sólo faltan los sobrinos y se vería muchísimo más abultada. El único que no está presente es Piero, que por razones obvias no puede estar aquí.
Voy saludando a cada uno de los presentes, a mis tíos Gabriel, Alissa, Emily y Luca. Después voy por mis hermanos y primos, cada uno con su propia pareja.
—Bien, estamos listos para comenzar, pasen por favor —Agustín se ve por completo ansioso. Aíne le toma la mano y caminan los dos juntos al interior de la sala. La iluminación está en lo justo y necesario para que cada uno pueda encontrar su asiento.
En la parte delantera puedo ver que ya está instalada mi abuela Jazmín, me acerco a ella para darle un fuerte abrazo. Cada día esta mujer está más hermosa con su cabello blanco y su sonrisa dulce.
Nos apresuramos en tomar nuestras posiciones y después de un rato Agustín se para adelante para presentar la colección.
—Hemos querido tomar un poco de todas las culturas que conforman a nuestra familia. No sólo tenemos chilenos e italianos entre nosotros, también debemos contar a los irlandeses, turcos y creo que ingleses, ¿o no tía Alissa?
—Sí, tal vez un poquito —todos nos reímos y volvemos a prestar atención.
—Por eso es tan importante que cada uno de ustedes esté presente y que pueda darnos su apreciación de lo que hemos realizado junto a Ángello y Alex. Recopilar todo esto no fue sencillo, la verdad es que venimos trabajando en esto hace un par de años y al fin hemos logrado conseguir lo que esperábamos.
«Sin mayores preámbulos, dejamos con ustedes la colección CIRTI.
Agustín vuelve a tomar asiento y las luces comienzan a moverse en distintos colores. Una suave música comienza a sonar y de pronto la bella melodía de aquella canción italiana que mi abuela cantaba para recordar a mi abuelo comienza a escucharse en el lugar. Las modelos comienzan a desfilar mostrando aquellos modelos tan delicados que han preparado.
Varios de los diseños evocan un poco lo que eran cada uno de los países hace unas décadas atrás, uniendo lo típico de cada país con lo moderno.
Ahora comprendo mejor por qué Alex, Ángello y Agustín me pidieron diseñar algunas piezas únicas, cada una de ellas está delicadamente colocada en las prendas. La música nos va envolviendo, de las tonadas italianas pasamos a algunas turcas.
No puedo evitar recordar a cierta persona que le gustaba mucho escuchar ese tipo de música mientras íbamos en el auto.
De reojo puedo ver parada a Isabella, quien está mirando desde la puerta lateral. Me pongo de pie y camino hacia ella para llevarla hasta mi asiento. Me voy al final de todos y me mantengo allí sin perder detalle del desfile.
Al terminar, lo hace con una hermosa canción chilena compuesta por Violeta Parra hace mucho tiempo atrás, en donde sólo una guitarra. Evoca aquella canción que agradece a la vida por todo lo que nos ha dado.
Cuando toca el último acorde, todas las modelos están allí presentes mostrando los diversos modelos representando a cada uno de nuestros países.
Estas son nuestras raíces, estos son los lugares de donde provenimos, desde donde podemos rescatar algunas tradiciones. Somos una mezcla hermosa de todas ellas y creo que cada uno de nosotros se siente orgulloso por ello.
Nos ponemos de pie y aplaudimos fuertemente, Agustín se para adelante junto a Ángello y Alex, sus esposas no tardan en reunirse con ellos para besarlos y abrazarlos. Luego cada uno de nosotros nos acercamos para felicitarlos por tan hermoso trabajo, puedo ver a mi madre emocionada, pero también a mi tía Emily y a Francesca.
—No puedo creer que también hayan incluido a mi esposo dentro de todo esto… —dice mi hermana con un par de lágrimas—. Gracias.
—Puede que no haya sido el mejor inicio de todos los matrimonios en la familia —dice Alex con una mirada profunda hacia nuestro cuñado—. Pero tú lo elegiste como a tu esposo, eso lo convierte también en parte de nuestra familia y merecía estar presente aquí.
—Sin mencionar que tu prima se casó con la mía —dice Fabián y Francesca se ríe.
—Sí, eso también.
Nos reímos un poco para alivianar el momento y luego nos vamos todos juntos a la sala de reuniones que ellos han reacondicionado para que toda la familia pueda estar presente y participar de estos momentos.
Al salir veo que Isabella se va a un lugar diferente, me acerco a ella y la tomo del brazo, ella mira con su sonrisa paciente y le pregunto.
—¿No irás a celebrar con nosotros?
—No creo que deba, yo no soy parte de la familia. Sólo me metí a mirar de curiosa.
—Y ahora yo te estoy invitando a que celebres con nosotros, vamos.
Le ofrezco mi brazo y ella se engancha a él. Los dos caminamos hacia la sala de conferencias y cuando entramos ya todos están allí. De un momento a otro todos giran la mirada hacia la puerta y al vernos se quedan en silencio.
Puedo ver la sonrisa de mi madre, sé que le encantaría verme con ella así todos los días. Por supuesto, nadie dice nada para no incomodar a Isabella, no más de lo que sus miradas ya lo han hecho. Le acerco una silla y ella toma asiento. Me quedo de pie a su lado porque ya no hay más sillas y Agustín manda a pedir otra silla más para mí.
Mi madre se pone de pie con toda esa elegancia que siempre la ha caracterizado, alza un vaso de jugo y comienza a hablar.
—Cuando mis abuelos formaron esta empresa, desde lo más pequeño que se pueda comenzar y comenzó a crecer luego en las manos de mi padre y de mi tío, quien resultó ser mi suegro, sentí un miedo terrible cuando con mi hermano tuvimos que asumir la responsabilidad de guiarla y seguir haciéndola crecer.
«Pero esos nervios no fueron nada comparado con los que sentimos Luca y yo al momento de entregarle el mando a nuestros hijos. Pero no sólo con Cavalcanti Moda, sino que también con el resto de las empresas que heredamos de nuestros padres.
«Puedo decir que me siento sumamente orgullosa de tener hijos y sobrinos tan inteligentes, tan comprometidos con el legado de su familia, ese que se preocupan de mantener día a día y de hacer que cada vez esta familia sea más sólida, más grande y que pueda seguir surgiendo a través de un mercado tan competitivo como la moda.
«Agustín, eres un magnífico presidente y te felicito por lo que has logrado, has sabido guiar a tu equipo a un proyecto que realmente será exitoso. Ángello tu seriedad y compromiso se notan en esta colección, te felicito porque sé que tú fuiste parte importante en toda esta investigación. Alex, mi querido hijo, sé perfectamente qué debes haberte desvelado muchísimo con las proyecciones de esta colección, viendo si era viable y si a la gente le gustaría.
«Brindo por ustedes muchachos, porque han logrado algo magnífico y sé que esto será un éxito rotundo para nuestra empresa… para nuestra familia.
Todos alzamos nuestros vasos y brindamos felices. Cuando choco mi vaso con Isabella, la miro con una intensidad que le dice que quiero que ella también sea parte de esta familia en la forma correcta. Ella aparta la mirada nerviosa y pronto comienza a hablar con mi tía Emily, que se ha sentado a su lado.
Llega una silla para mí y me siento a su lado. Mi padre, que está del otro lado, me mira orgulloso y me susurra al oído.
—¿Recuerdas la serenata que Ángello le llevó a Pía?
—¿Cómo voy a olvidarla? Todos hicimos el ridículo.
—Y estoy seguro de que por ti todos volveríamos a hacerlo, así que sólo tienes que pedirlo.
—Déjame procesar la idea primero y después te digo si es lo que quiero.
Mi padre se ríe y sigue conversando con mi madre, que está sentada a su lado. Escucho a mi chica hablar en un inglés perfecto con mi tía Emily y me río de las cosas que se cuentan. Nos quedamos allí aproximadamente una hora hablando de anécdotas, mientras Alex, Agustín y Ángello nos van contando las anécdotas que por este proyecto salieron.
Las historias familiares que salieron a flote las personas a las que tuvieron que contactar para poder usar los materiales correctos en cada una de las vestimentas. Pero no sólo eso, sino también todas las horas que tuvieron que desvelarse para sacar el proyecto adelante.
Lentamente, cada pareja se va despidiendo y nos vamos quedando los más jóvenes. Mis primas son las primeras en retirarse, luego lo hacen Alex y Aurora. Ángello y Pía deciden irse a celebrar y Agustín le pide a Aíne que lo espere en la oficina.
Se acerca a mí, me toma la mano, le da un fuerte apretón, luego tira de mí y me da un gran abrazo.
—Quiero agradecerte porque nos ayudaste muchísimo con este proyecto. Cada una de las piezas que diseñaste quedaron perfectos para cada una de las vestimentas, y eso hace esta colección única en verdad.
—No tienes que agradecerme al final de cuenta todos vamos apuntando hacia lo mismo.
—Desde ya te digo que cualquier cosa que necesites de mí, cuentas con todo mi apoyo.
Nos damos otro abrazo y Agustín sale de allí. Me quedo con Isabella, que sonríe gustosa al ver mi expresión, se pone de pie y los dos salimos juntos de la sala, vamos caminando por el pasillo en silencio, pero ambos cómodos de estar uno al lado del otro. De pronto, alguien se me lanza encima y yo me quedo pasmado.
—Pero ¿qué dem…? —cuando logro quitarme a la persona de encima, logró ver que es Norma.
—¡Pero, qué guapo te ves así de ejecutivo! ¿Cuándo piensas invitarme a salir?
—¿Yo?
—Sí, tú, pensé que por la nalgada del otro día había quedado claro mi interés en ti, cuando quieras le pides mi número a Isabella y me llamas, ¡bye!
Y sin esperarlo ella me da un beso en los labios y se va de allí toda loca. Logro verla con uno de los atuendos de la colección y me doy cuenta de que ha sido una de las modelos que me ha parecido conocida.
Miro a mi lado para explicarle a Isabella lo que acaba de ocurrir, pero ella simplemente ya no está. La veo unos metros más atrás caminando con rapidez hacia el baño de mujeres. Me aprieto el puente de la nariz sin poder creer que eso acaba de pasarme a mí.
Me decido esperar a Isabella, pero un llamado de la señora Elena me obliga a partir ahora mismo en la empresa porque ha surgido un problema con parte de la maquinaria y debo ir a resolverlo. Suspiro con frustración porque este es otro malentendido que voy a tener que solucionar con mi chica.
Me encuentro en casa de mis padres porque mi madre me ha pedido que pinte un cuadro en su taller para poder instalarlo en la sala. Dice que hay demasiados cuadros de ella en casa y que necesita uno mío, al menos para que se sepa que los dos tenemos un excelente talento.Me paso la mano por la frente, tengo un poco de calor, por lo que decido ir por un vaso de agua a la cocina y camino tal cual como me encanta trabajar, sólo con mi pantalón de algodón, mi camiseta y descalzo. Me quito un mechón de cabello que se cae por mi rostro, pero vuelve a caerse.Tal vez es momento de pasar por la barbería para que lo recorten un poco.En casa no hay nadie, puesto que mi madre ha ido a visitar a Pía, mi padre está dando una clase particular a un joven que, según él, será una promesa de la pintura, y Helen se ha ido unos días al sur a ver a una hermana que le queda por allá, supongo que con Isabella. Abro la puerta de la nevera y saco una jarra de jugo, al girarme veo a Isabella entrando en la coc
Por más que he intentado de hablar con Isabella, no he conseguido hacerlo. Esta chiquilla está absolutamente escondida. De hecho, siguió a su madre hace cuatro días al sur con la excusa de ir a visitar a una tía que sé perfectamente que detesta, porque cuando era pequeña me lo dijo muchas veces.Estoy en mi oficina revisando algunos documentos y la impresión del nuevo catálogo, que por supuesto está a cargo ahora del señor Russo. La calidad de la fotografía y del papel es extremadamente sublime.A varios de los artículos les han dado un toque de relieve que los hace resaltar y casi es como si pudiesen tener el producto entre sus manos. Sin duda, esto llamará la atención del cliente.La señora Elena me pasa una llamada que recibo de mala gana porque sé de quien viene.—Lorenzo Castelli… ¿Cuánto tiempo sin saber de ti?—Exactamente un año, desde la última vez que me llamaste para exactamente lo mismo por lo cual lo haces ahora.—¡Sí sabes, hombre! La cena será esta noche.—No sé por qué
Me siento demasiado estresado con todo lo que me ha ocurrido estos días, así que le pido a Fabio que se haga cargo estos días de la empresa, decido tomarme unos días de descanso de la oficina y dedicarme a trabajar en mi exposición, porque no sólo es pintar, sino también elegir los tonos, la iluminación y varias cosas más. De pronto, siento que debo decirle a Isabella lo que pienso hacer y quiero que ella me ayude a elegir todo lo que tiene que ver con la exposición, quiero que ella sea partícipe de uno de mis logros. Me levanto del suelo de mi taller para buscar mi teléfono y llamar a Agustín, quiero saber si Isabella está allí o si debo ir a la casa de mis padres para verla, porque sé que ya ha llegado del sur. —Primo, que bueno oírte, ¿cómo estás? —Ni bien ni mal, tengo tantas cosas en la cabeza, que no sé por dónde empezar a solucionar mi vida. —Agarra a esa mujer, atrápala contra la pared y dale un beso de esos que les botan hasta las mañas, no te des por vencido. —Claro qu
Miro la mesa y sonrío satisfecho, está bellamente decorada con varios consejos de mi madre y también de mi hermana Pía, que son las más románticas de la familia.Corro a mi cuarto a cambiarme, me meto a la ducha rápidamente porque me he retrasado un poco, salgo para cambiarme por algo sencillo, me quedo descalzo porque así es como me gusta estar en mi departamento. Una camisa con los últimos dos botones abiertos y un pantalón de tela liviana son suficientes para la ocasión.Salgo a la sala, veo mi reloj y me doy cuenta de que falta media hora para que llegue Isabella, me acomodo en el sofá, pero no estoy tranquilo, así que mejor dejo la puerta entreabierta y me voy a la cocina para terminar de ver los últimos detalles de la cena.Siento unos suaves toques en la puerta, sonrío y me giro para darle más dramatismo.—¡Pasa! —siento sus pasos acercándose y sonrío más, pero la sonrisa se me corta cuando siento un par de manos subir por mi torso.Me giro bruscamente y veo que no es Isabella,
Llego al bar de un hotel, me siento en uno de los taburetes vacíos, le pido una cerveza al chico que atiende la barra y como no hay nadie, se queda conmigo. —Día difícil en el trabajo —me dice mientras acomoda unos vasos en una bandeja de madera. —Ojalá fuera eso, con renunciar se solucionaría… —Ah, ya veo… penas de amor —asiento y él suspira—. Te entiendo, es una de las pocas cosas que queremos ahogar en alcohol, pero termina siendo peor. —Ahora no importa —le doy un sorbo a la botella, pero la dejo de lado—. Esto no ayuda en nada… dame un tequila. —¿Estás seguro? —El que tenga miedo a morir, que no nazca —le digo imitando la frase que Marco suele decir cuando juega Fornite—. Y dame la botella, para no molestarte. —Es mi trabajo, pero tú mandas. No sé cuánto tiempo pasa, pero voy sintiendo cómo el tequila me adormece, suena mi teléfono y con manos torpes respondo, con la lengua muy enredada. —Aló. —¿Lorenzo? —escucho la voz confundida de Fabio. —¡Ese mismo, hermanito! ¿Por
Los días se pasan rápido, estoy de regreso en el trabajo porque quedándome en la casa no puedo hacer nada más que pensar en ella. Estoy inmerso en mis papeles cuando una llamada de mi padre me saca de mi concentración. —Padre, buenos días. —Hijo, buenos días, ¿cómo te sientes? —Mucho mejor, ya no siento comezón en el tatuaje. —Sabes que no me refiero a eso. —Y tú sabes que prefiero no hablar de eso a lo que te refieres —dejo salir un suspiro de frustración y me giro en la silla para ver por la ventana. —¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —Nada padre, nadie puede hacer ya nada por mí… yo ya me di por vencido, mientras antes lo asuma y ustedes no acepten, es mejor, créeme —mi padre hace silencio y luego me dice más animado. —Bueno… te cuento que Agustín ya ejecutó tu orden y con todo el gusto del mundo, así que esa mujercita ya no te molestará, los abogados están trabajando en la orden de alejamiento, pero tal parece que su madre se la llevará del país… —Que bueno. —
Siento sus manos tomar mi rostro con firmeza, niego sin decir una palabra, me resisto a que ella me bese. Meto mis manos bajo mis muslos para no tocarla y de pronto ella se incorpora, abro los ojos y veo cómo arranca una de las tiras de tela de la falda que lleva, me rodea por el cuello con ella y tira de mí hacia adelante al tiempo que se sienta a horcajadas sobre mí. —Mira, eres linda, bailas bien, pero de verdad no puedo estar contigo… yo amo a otra mujer y si ella se llega a enterar de que siquiera te besé, no querrá verme jamás… y no la puedo perder, es todo lo que me queda… por favor… Vuelvo a mirar alrededor para buscar ayuda, algo, pero nadie… se fueron y sé que es una trampa para que la olvide, pero yo no puedo hacerlo, no… Estamos en un silencio abrumador, la música se ha terminado y ella pasa sus manos por mi pecho. De más está decir que tengo una erección de los mil demonios, ella la está sintiendo y me muero por hacerle mil cosas, pero me contengo. Sus manos van subie
Llevo sus manos a mi torso, ella entiende que lo quiero y con sus dedos temblorosos comienza a desabotonar mi camisa. No dejamos de mirarnos a los ojos, la sensación de saber que ella me verá desnudo me pone nervioso, siento que se puede decepcionar de mí por mi edad, aunque sólo tenemos ocho años de diferencia, se nota demasiado. Cuando me saca la camisa, fija su mirada en su nombre tatuado en mi corazón, pasa sus dedos por allí provocándome un estremecimiento, sube su mano hasta mi cuello y llega a mi rostro. —Eres hermoso… —Y tú eres más que eso. Comienzo yo con la tarea de desnudarla, ella no se cohíbe, aunque sí se sonroja. Mis dedos son más topes porque siento que de alguna manera la estoy profanando, ella sonríe y me dice burlándose de mí. —Ahora mismo estoy dudando de tu experiencia, Castelli. —Es que siento que estoy cometiendo un delito —ella se ríe y se saca la parte superior dejando expuestos sus senos ante mí, paso saliva porque quiero comérmelos. —Pues asegúrate d