Capítulo 22: Un pervertido

Estamos terminando una reunión de coordinación con Agustín y Ángello en las inmediaciones de Cavalcanti Moda, lo cierto es que nuestros números son excelentes y lo que tenemos programado para el futuro es estupendo.

—Lorenzo, en verdad cada vez me sorprendo más —Agustín deja una carpeta en la mesa y sonríe satisfecho—. Cuando dijiste que tú te harías cargo de esta empresa, no creí que duraras tanto ni mucho menos que lo hicieras tan bien.

—Lo más importante es que pides consejo —dice Ángello con una amplia sonrisa.

—Yo no estudié para esto, pero me gusta.

—¿Y tu talento? —me pregunta Ángello preocupado.

—Escondido de momento, en mi departamento, quién sabe si alguna vez haré alguna exposición. Pero no crean que por llevar la empresa no hago lo que me gusta, es una de las exigencias de mi madre.

Los dos se ríen y me dicen que así es ella, preocupada de todos, marcando el orden y alentando a todos a que hagan lo que aman, no lo que piensan es lo mejor para los demás. Es cierto que yo estoy así, pero eso no quiere decir que no lo disfrute.

De pronto, me llega un mensaje de mi padre, lo leo y me pongo de pie.

—¿Pasa algo? —me dice Agustín asustado, poniéndose de pie.

—No… es algo personal, tengo algo importante que hacer, me tengo que ir.

—Espero que eso personal te resulte bien —me dice Ángello sinceramente. Asiento y salgo de allí rápidamente. Cuando estoy en el ascensor llamo a mi padre, que me responde al primer tono.

—Hijo, acabo de oír a Isabella decirle a Helen que Fabio la invitó a salir esta noche, irán a un bar y luego a donde sea que se les ocurra. ¿Qué harás?

—Necesito el nombre del bar y que me avises cuando Isabella salga de la casa.

—Cuenta con ello.

Me voy a mi departamento para darme una ducha y cambiarme de ropa. Al llegar, antes de hacerlo me meto a mi taller para ver el cuadro que estoy pintando de ella, en donde está con ese vestido de lentejuelas diminuto y bailando al ritmo de la música, que está representada con líneas de colores.

—Eres tan hermosa, que ni siquiera a propósito podrías quedarme mal pintada —paso mis dedos por el borde del cuadro y luego me voy de allí para prepararme.

Veo la hora y decido salir con rumbo al bar que mi padre me ha dicho. Espero por allí cerca, en un lugar en donde no vayan a reconocerme, porque sería hombre muerto por esa pequeña mujer. El tráfico a esta hora es un desastre, pero hasta ahora mi padre no me ha llamado, así que supongo que tengo mucha ventaja.

Mi teléfono suena y respondo cuando veo que es mi padre.

—Acaban de salir.

—Gracias.

—Llámame si necesitas algo, estaré pendiente de mi teléfono, suerte hijo.

Mi padre cuelga la llamada y yo sonrío, porque me quedan unas pocas cuadras más para llegar al sitio. Cuando consigo avanzar, hago un recorrido por el lugar y me doy cuenta de que puedo estacionarme cerca de allí, sin ser visto.

Casi media hora después, estoy sentado en una de las mesas fuera de un local de en frente que están cubiertas por unas lindas plantas, los veo entrar riendo al lugar y allí me quedo a esperar que salgan.

—Señor, ¿va a pedir algo? —me pregunta una chica como aburrida, al verla ella abre los ojos y se sonroja.

—Quiero una coca cola, unas papas fritas con pollo a la crema y quiero dejar todo pagado, porque puede ser que me tenga que ir antes de tiempo.

—Claro… lo que usted diga.

La veo irse como si estuviera atendiendo a una celebridad y yo ruedo los ojos, regreso a mirar al local de en frente, afortunadamente tiene una ventana que da a la barra y allí están ellos. La veo reír tan relajada, se ve alegre a pesar de lo que sucedió hace unos días con el inglesito idiota.

—Después de todo, no lo amaba y que bueno.

Llega mi pedido, la chica me cobra y se va. Yo me quedo comiendo mis papas lentamente, porque no sé cuánto se tardarán. Llevan allí una hora e Isabella va por la segunda cerveza, lo que me preocupa porque no conozco su tolerancia al alcohol, desde aquí no distingo cuál es ni tampoco lo que está bebiendo Fabio.

Las papas se me terminan al igual que el refresco, llega la chica como nerviosa, mira hacia dentro y me dice.

—Se-señor, creo que debo pedirle que se retire, porque ya comió y necesitamos la mesa…

—No he terminado, ahora quiero una chorrillana y un jugo de naranja, lo dejaré pagado igual que lo demás, si me lo puede cobrar ahora.

—Claro…

Se mete adentro, luego regresa con la maquinita para hacer el cobro y me quedo allí, sin hambre, pero lo vale para esperar a que estos dos se vayan. Ya casi pasan las dos horas, veo que Fabio paga y luego se ponen de pie.

Salen al frío de la noche, ella se ajusta la chaqueta y Fabio la abraza, siento que me va a dar algo, pero siguen riéndose y caminando al auto de mi hermano. Yo me pongo de pie para seguirlos, quiero saber si se quedarán por el sector o irán a otro lugar.

La chica llega con mi pedido y me mira sorprendida.

—Señor, su orden.

—Déselo a ese grupo de señoritas que está por allá —le dejo una generosa propina sobre la mesa y le sonrío—. Muchas gracias por todo.

Corro a mi auto al ver que no se quedarán por aquí, lo enciendo y salgo de allí tras ellos. Ahora me arrepiento de muchas cosas, una de ellas no haber seguido en contacto con Isabella.

Pero lamentablemente me hice la idea de que había perdido a una amiga. Aunque es mucho menor que yo, los dos compartimos conversaciones muy entretenidas y ayudarla con algunas de sus tareas me hacía sentir como un buen hermano mayor, ese que nunca fui.

Trato de no perderlos de vista, aunque dejando siempre dos o tres vehículos por delante para que no se den cuenta de que los estoy siguiendo. Luego de un rato logro entender a dónde la lleva y me da de todo.

—¡Fabio, te quiero colgar de las bo…! —mi teléfono suena y respondo sin ver.

—Hijo, ¿alguna novedad?

—¡Oh, por supuesto que sí! ¡¡Se la está llevando al mirador!!

—Mierda.

—¡Sí, eso mismo! Yo sé a qué se la lleva para allá y estoy seguro de que no hay ningún hombre en la familia que no lo sepa.

—Mira, quiero que te calmes, piensa las cosas fríamente y si necesitas ayuda, sólo llámame.

—Gracias, aunque dudo que me pueda calmar.

Les doy cierta ventaja para que no me presten atención, afortunadamente hay un auto más allí, por lo que queda entre nosotros. Con la oscuridad, es imposible que puedan creer que soy yo, así que me quedo tranquilo, dentro de lo que siento, mirando atentamente al auto de Fabio, rogando que esa cosa no se mueva.

El otro vehículo se va de allí el tiempo se va pasando, no sé qué está pasando allí, pero ya no aguanto más y se me ocurre, la que creo, es la mejor de las ideas.

Llamo a la policía.

Me quedo allí a esperar a que lleguen los uniformados y se los lleven, echo mi asiento hacia atrás y bajo un poco el vidrio de mi ventana, porque no tengo nada que ocultar.

Unos minutos después, detrás de nosotros veo las luces de la patrulla, se estaciona en medio y se van directo a fiscalizar a mi hermano. Me río de mi travesura, más cuando lo veo bajar colocándose la chaqueta, sé que le corté algo.

Del otro lado se baja Isabella, se ve con mala cara, pero no me importa. Haré lo que sea para que ella no esté con mi hermano, porque ella no es una mujer para un momento, ella es para toda la vida.

De pronto, oigo el grito de ella.

—¡Mira, es el pervertido del restaurante! —veo que me apunta a mí un oficial se acerca a mí. Bajo la ventana por completo esperando a que llegue, logro ver que a Fabio le están haciendo el test de alcohol.

—Señor, necesito que se baje, la señorita está diciendo que usted los ha estado siguiendo durante la noche.

—No…

—Baje.

Hago lo que me piden, mientras del otro lado Fabio me mira con ganas de matarme. Pero la cara de Isabella no es mejor, además de molestia, veo una decepción en sus ojos y sé que no hice bien, pero es que la idea de que Fabio esté jugando con ella no me gusta.

—Señor, abra el maletero.

Lo hago y van a revisar, mientras otro me pide mi identificación. Levanta las cejas, me mira y luego mira a mi hermano.

—Es mi hermano menor, los estaba siguiendo porque ella me gusta y él es un puto —me encojo de hombros y el policía se ríe.

—Así que usted llamó —asiento y niega con la cabeza—. Me temo que tendrá que acompañarnos a la comisaría.

—Yo no he hecho nada.

—Llamó a la policía por un falso procedimiento, su hermano no estaba haciendo nada con la señorita, porque no se tardaron nada en bajar el vidrio, sólo estaban comiendo unas galletas y oyendo música. Tampoco tiene alcohol en la sangre, así que nada justifica que nos llamara.

—Pero…

—Mire, entiendo lo que está pasando, pero las falsas llamadas se castigan.

—¡Yo no sabía que él no había bebido, estuvieron en un bar!

—Como sea, nos tiene que acompañar.

Del otro lado Isabella se sube al auto sin mirarme siquiera. Fabio se ríe de mí y se sube a su auto sin mayores problemas, para luego salir de allí. Mientras que yo me tengo que ir a la comisaría. Uno de los oficiales se sube a mi auto, mientras que yo me tengo que subir en la parte trasera de la patrulla.

No puedo creer que me esté pasando esto, no es justo. Aunque si Isabella no me hubiese delatado, probablemente no me habría pasado nada de esto. Al llegar a la comisaría, llamo a mi padre y me enfrento a un fuerte regaño del capitán de la unidad.

Minutos más tarde, llega mi padre a buscarme, el capitán le dice lo que he hecho y mi padre me mira molesto. Cuando logramos salir de allí creo que mi padre me dará el peor regaño de mi vida, pero sólo se ríe.

—¡Fue la mejor idea! Aunque debiste irte de allí, pero estuvo bien. Al menos sabes que no estaba pasando nada raro entre ellos.

—Sí, pero ahora ni siquiera sé cómo la miraré a la cara, el lunes irá a la empresa para seguir con lo suyo. Y eso, si es que mamá no me mata, porque es obvio que Isabella le contará a la suya.

—De tu mamá me encargo yo, mejor vámonos a casa, ya mañana lo vemos —mi padre da dos pasos y luego se voltea—. ¿Te has dado cuenta de que no tenemos un abogado en la familia? —yo me río de sus ocurrencias y él me apunta con su dedo índice, como advertencia—. Más te vale que la conquistes y que tengan al menos un hijo que quiera estudiar derecho, ¡lo necesitamos urgente!

Esta vez me río más fuerte y cada uno se sube a su auto. Me voy a mi departamento, cansado y sintiéndome extraño, pero al menos sabiendo que por esta noche sería imposible que ellos hagan algo… espero.

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