No estoy tranquilo, siento que algo está pasando con Isabella y eso no me ha dejado concentrarme en toda la mañana.
«Claro que está pasando, está con Fabio y ya sabes cómo es tu hermano», le hago caso a mi consciencia y decido que es momento de llamarla. Se demora en responder, pero al menos lo hace.
—Hola, Isabella, ¿cómo estás?
—Muy… ocupada —me responde jadeando y doy un respingo en mi asiento. Salto de allí y salgo de la oficina mientras sigo hablando con ella.
—¿Ah sí? ¿Y qué haces? ¿Ejercicio?
—No… estoy tratando de cerrar una maleta, pero no hay caso.
—¿Y Fabio no te ayuda?
—No ha llegado —la oigo suspirar—, lo estuve llamando, pero no me responde, lo malo es que tengo menos de una hora para dejar el cuarto y esto es lo único que me falta.
—Yo voy.
—Pero…
—Yo voy, es más, ya estoy caminando al ascensor —mentira, estoy a punto de llegar al primer piso.
—Gracias. Te espero entonces.
Debo admitir que estaba pensando algo muy distinto de lo que estaba pasando en realidad, pero al menos tengo la oportunidad de demostrarle cuánto la quiero. Corro a mi auto para no tardarme, a esta hora hay poco tráfico, así que no me demoro mucho en llegar al hotel. Entro directo a la recepción para que le avisen que ya estoy allí, pero en cuanto me volteo para ir a los ascensores, la veo aparecer con Fabio, los dos muy a gusto riéndose.
Me acerco serio, porque no me gusta que Fabio lleve dos de las maletas con una mano y la otra la tenga sobre el hombro de Isabella.
—Lorenzo, hermano, ¿qué haces aquí?
—Vine por Isabella, la llamé y me dijo que tú todavía no habías llegado por ella, así que me ofrecí a venir yo a buscarla.
—Pues ya ves que no es necesario —me dice Fabio— yo me iré con ella a casa.
—No, porque no eres responsable, debías estar aquí desde hace rato.
—¡Pero llegué! Eso es lo que importa, ni siquiera Isabella puso tanto problema por eso y lo estás haciendo tú.
—¿Saben qué? Yo mejor me voy en un taxi, cuando terminen de pelearse, nos vemos.
—¡No! —gritamos los dos al mismo tiempo, llamando la atención de la gente y poniendo de malhumor a Isabella.
—¿Disculpen? —dice con los dientes apretados—. ¿Me ven con las trenzas a los costados o con una muñeca que les haga creer que soy una niña? ¡Me voy sola y punto!
Uno de los chicos del hotel se acerca a ella para ayudarla con el equipaje, mientras ella se va a firmar la salida. La veo agradecer con amabilidad en el mesón, Fabio me da un puñetazo en el brazo y yo me limpio como si hubiese sido una mosca.
—Hasta Francesca pega más duro —le digo caminando detrás de Isabella, ella ni se voltea a vernos.
—Sólo espera a que lleguemos a la casa.
—Te espero, mocoso.
—Mocoso y todo, tengo más posibilidades con ella que tú, porque soy más joven y tenemos varias cosas en común, así que no dudes en que la voy a conquistar.
—En eso te equivocas, ella no es fácil de conquistar, ella no es fácil para nada y por eso es una mujer que vale la pena.
—Con tu cara de idiota y tus ideas retrógradas no vas a conseguir nada. Verás que será mía, voy a disfrutar de su cuerpo y… —y no termina de decir nada, porque lo tomo de la ropa y lo estampo en una pared fuera del edificio.
—No te atrevas. Ella no es chica para una noche como tú estás acostumbrado, tú no quieres formar una familia, pero ella sí. Así que no la busques para esas estupideces.
—Es mi problema… y de ella si decide aceptar —le gruño a Fabio, hasta que la voz firme de Isabella me hace soltarlo enseguida.
—¡Suelta a tu hermano! ¿Acaso no puedes con un no? ¿Crees que de esta manera puedo fijarme en ti si estás actuando como un imbécil?
—¡Él empezó! —intento defenderme.
—¡Cállate! —mira a Fabio y le ordena la ropa con una sonrisa—. No hay taxi disponible, ¿todavía puedes llevarme?
—Por supuesto que sí, bella dama.
—¡¿Queeeeeé?! —exclamo e Isabella sólo me mata con la mirada. Los veo caminar al auto de Fabio, él la ayuda a subir mientras el chico del hotel se encarga de meter las maletas en la parte trasera. Cuando cierra la puerta de Isabella, me ve y me saca la lengua—. ¡Ya vas a ver, mocoso!
Me voy a mi auto, salgo de allí antes que ellos y conduzco directo a casa como un loco. Al llegar pregunto por mi madre y me dicen que está en el jardín, me voy como un energúmeno a buscarla, al llegar me la encuentro riendo con Helen, las dos tomando una limonada.
—Hijo, ¿qué haces aquí?
—Vine a hablar contigo y que bueno que Helen también esté… pónganle ojo a Isabella, porque mi hermano le echó el ojo.
—Isabella está grande, Lorenzo —me dice Helen—. Si quiere sacarse al inglés con tu hermano o quien sea, es asunto de ella y no me voy a meter, sólo debe cuidarse de un embarazo…
—¡¿Qué pasó con ustedes?! ¡A mí me pusieron muchísimos problemas!
—Admite que eras especial… en cambio Isabella es muy juiciosa —me dice mi madre y bebe de su limonada—. Si ella acepta a Fabio, no seré yo quien se meta.
—¡Pero sabes que Fabio no quiere nada serio con ninguna mujer!
—Y que ellos tengan algo no significa que se vayan a casar —me dice Helen encogiéndose de hombros—. Conozco a mi hija, si acepta tener algo con Fabio más que una amistad, será para lo mismo que él quiere de ella.
Las miro a ambas como si tuvieran dos cabezas, no puedo creer lo que me están diciendo. Me volteo para salir de allí y veo que a la cocina vienen entrando los dos muy abrazados. Me da de todo, sé que si Fabio se me para en frente le daré una zurra, así que mejor rodeo la casa para irme.
Alcanzo a oír a mi hermano llamarme y burlarse.
—¡¿No vas a pelear como me dijiste?!
—¡¡No me jodas, mocoso!! —le digo sin voltearme y le muestro el dedo de en medio.
—¡¡Lorenzo, ven aquí!! —dice mi madre, pero tampoco quiero hablarle por traidora.
—¡¡Pues me halas las orejas otro día!!
Camino hecho una fiera a mi auto, cuando llego allí va llegando mi padre, se acerca para saludarme, pero paso por su lado.
—Oye, yo no tengo la culpa, vengo recién llegando —dejo salir un bufido de exasperación y lo miro—. ¿Qué pasó?
—Fabio… quiere seducir a Isabella para llevársela a la cama y a mamá o a Helen les da lo mismo —me paso las manos por el cabello y cierro los ojos.
—Oye, cálmate… si quieres ayuda, consejos, yo te puedo ayudar. No te dejaré solo y por tu hermano no te preocupes, si Isabella llega a hacerle caso, es porque los cerdos están volando. Pero, antes de ayudarte quiero que me digas, ¿estás así porque ves a la Isabella que defendías o porque sientes algo por ella?
—Papá, yo la quiero… no he dejado de pensar en ella desde que dijeron que llegaba a Chile, y poco a poco comienzo a entender por qué no la busqué cuando se fue, aunque si se lo digo, va a matarme.
—Mira, hijo, es mejor que te mate a no decir las cosas que uno siente, te lo digo por experiencia. Si estoy con tu madre es porque nunca me guardé lo que sentía.
—Gracias… —me da un fuerte abrazo, al separarse me acaricia el rostro y me deja ir sólo porque estoy mucho más tranquilo.
Me promete ser mi espía en la casa y con eso me quedo más tranquilo, porque él nos ama a todos, pero sabe que Fabio no es hombre para Isabella.
Me voy a la oficina, sólo el trabajo me puede ayudar en este momento a quitarme este coraje que traigo. Termino tarde, ya nadie queda por aquí.
Me voy a mi departamento para liberar tensiones, como algo rápido de lo que encuentro en la nevera y me voy a mi taller, allí cojo un lienzo nuevo, lo coloco en el atril y cuando lo veo allí ya tengo la imagen que quiero plasmar.
Estamos terminando una reunión de coordinación con Agustín y Ángello en las inmediaciones de Cavalcanti Moda, lo cierto es que nuestros números son excelentes y lo que tenemos programado para el futuro es estupendo.—Lorenzo, en verdad cada vez me sorprendo más —Agustín deja una carpeta en la mesa y sonríe satisfecho—. Cuando dijiste que tú te harías cargo de esta empresa, no creí que duraras tanto ni mucho menos que lo hicieras tan bien.—Lo más importante es que pides consejo —dice Ángello con una amplia sonrisa.—Yo no estudié para esto, pero me gusta.—¿Y tu talento? —me pregunta Ángello preocupado.—Escondido de momento, en mi departamento, quién sabe si alguna vez haré alguna exposición. Pero no crean que por llevar la empresa no hago lo que me gusta, es una de las exigencias de mi madre.Los dos se ríen y me dicen que así es ella, preocupada de todos, marcando el orden y alentando a todos a que hagan lo que aman, no lo que piensan es lo mejor para los demás. Es cierto que yo es
Con las ganas de verla, pero seguro de que ella no quiere verme, llamo a la casa para saber si está y mi madre me dice que ha salido con Helen.—Iré a verlos entonces, necesito ayuda con algo y quiero buscar algo que se me quedó en mi cuarto.—Le diré a tu padre, estará contento.Corto la llamada, dejo salir un suspiro y decido ir ahora, para tratar de estar lo menos posible. Parece tonto, porque es la casa de mis padres, pero no voy a incomodar a Isabella si no quiere verme.Durante el trayecto trato de recordar un regalo que tengo guardado en su caja original, espero que mi madre no mandara a ordenar y guardar mis cosas, como lo hizo con Alex, porque eso me tomará mucho más tiempo del que tengo previsto para sacarlo.Al llegar entro a la casa y mi padre se acerca a darme un fuerte abrazo. Me quedo allí unos segundos porque estar entre sus brazos es una de las cosas que ahora más valoro, porque él mismo ha perdido a su padre y veo lo mucho que le hace faltan esos abrazos.Veinticuatr
Estoy sentado frente a mi escritorio con un documento en frente, revisando algunas de las nuevas propuestas para los diseños de varios de los insumos. Estamos evaluando la posibilidad de incorporar dentro de nuestro catálogo productos con materiales un poco más económicos y sencillos para aquellos que realizan manualidades más simples.De esta manera podríamos captar a aquellos clientes que no requieren de elementos tan elaborados y de magnífica calidad como los que hemos realizado hasta ahora.Mi cabeza está apoyada en mi mano libre y en mi boca, jugueteo con un lápiz de grafito. Sí, realmente estoy aburrido, quisiera estar en casa, pintando aquí el cuadro que se me ha venido a la mente y cuyo boceto está en mi tablet, pero no puedo sacarme del trabajo porque estamos en una etapa de mejoramiento e innovación crítica.—¿Estoy en la oficina de Insumos Manterola o en la escuela? —levanto la mirada y frente a mí veo parada a Isabella. Me pongo de pie como si tuviese un resorte de la sill
Alguna vez mi padre me enseñó que muchas veces, cuando queremos un lienzo más grande, tenemos que hacerlo nosotros mismos. Lo que no sabía es que esa enseñanza me serviría no sólo para mis pinturas, sino que también para mi vida.Pero por ahora lo estoy usando de manera literal.Me aparto del marco que acabo de crear y veo satisfecho que los bordes han quedado perfectos, alineados y listos para colocar la tela. Tengo una idea en la cabeza y para eso necesito un lienzo grande que no encontraré en las tiendas a menos que las pida y el traslado será un problema, por lo que he confeccionado uno de dos metros de ancho por tres metros de largo.Me siento satisfecho, he logrado todo esto durante la mañana de mi sábado. Pero ahora mismo estoy sintiendo un poco de hambre, así que decido ponerme de pie, ir a cambiarme, darme una buena ducha y salir a comer afuera.Tengo en mente el restaurante donde nuestros padres nos llevaban cuando éramos pequeños, se me hace bastante especial y decido ir al
Melike me mira con los ojos abiertos, sin poder creer lo que acabo de hacer, mientras que yo la miro con mi sonrisa de satisfacción porque sé que le he dado un golpe bajo y el estoy dejando claro que esta vez no me voy a dejar manipular ni mucho menos voy a dejar que ella vuelva a jugar conmigo.—¿Qué demonios estás haciendo? —me dice con los dientes apretados.—Estoy haciendo lo que cualquier hombre decente debería hacer —le respondo sin apartar el teléfono de mi oído, porque sé que él está escuchando—. Ya jugaste con los dos hace ocho años y no te voy a permitir que vuelvas a hacerlo. Yo ya no soy joven y no estoy para estarme recuperando de las idioteces que mujeres como tú dejan en mi vida.—Señor Castelli —me dice Serkam—, ¿mi esposa está frente a usted?—Sí, así es. Se ha aparecido en un restaurante donde viene almorzar tranquilamente y solo. La verdad, no sé si me está siguiendo o si fue una casualidad. Sin embargo, me dijo que salió a comer porque usted no está en la ciudad y
Luego de la conversación con mi hermano, me he sentido un poco más relajado en cuanto a la situación con Isabella. Al menos sé que por parte de él no hay peligro de que mi chica pueda enamorarse porque él ha desistido completamente de intentarlo.Sin embargo, todavía quedan muchos hombres por ahí que podrían intentar conquistarla, muchos de ellos mejor que yo.Es viernes, he salido temprano de la empresa y voy de regreso a mi departamento para distraerme un poco, he decidido comprar una pizza en el camino, algunas gaseosas y otras cosas más. Pretendo no salir en todo el fin de semana porque estoy preparando lo que será un hito en mi vida.El otro día en una conversación con mi padre, le conté que tenía intenciones de probar con una exposición, pero que no estaba muy seguro. Él me respondió que no cometiera los mismos errores que ellos. Mi madre se tardó mucho tiempo en hacer una exposición, me motivó a que, si ya la tenía avanzada, que sólo lo hiciera.Por supuesto que desde entonces
Veo la hora en mi reloj y ordeno todos los documentos que mantengo en el escritorio. Dejo cada uno en sus respectivas carpetas y salgo de allí dejándole instrucciones a la señora Elena antes de irme. Salgo con prisa porque hoy es la presentación del avance de la nueva colección de Cavalcanti Moda y como una tradición que se mantiene, toda la familia deberá estar presente.A la mitad del trayecto recibo la llamada de mi padre.—¿Hijo, ya vienes en camino?—Sí, me retrasé un poco, estaba entretenido con unos documentos y no vi la hora.—Bueno, ven con cuidado. Sólo faltan tú y Luca.—Creo que en unos quince minutos estaré por ahí.Cortamos la llamada y, de pronto en la radio comienza a sonar una canción que es bastante antigua, pero demasiado hermosa. En la medida que Jon Secada comienza a cantar Angel, pienso en cómo esa letra se ajusta un poco a lo que siento.—Puede ser que te haya olvidado… pero tu luz nunca se fue de mi vida.Minutos más tarde cruzo las puertas del edificio de Cava
Me encuentro en casa de mis padres porque mi madre me ha pedido que pinte un cuadro en su taller para poder instalarlo en la sala. Dice que hay demasiados cuadros de ella en casa y que necesita uno mío, al menos para que se sepa que los dos tenemos un excelente talento.Me paso la mano por la frente, tengo un poco de calor, por lo que decido ir por un vaso de agua a la cocina y camino tal cual como me encanta trabajar, sólo con mi pantalón de algodón, mi camiseta y descalzo. Me quito un mechón de cabello que se cae por mi rostro, pero vuelve a caerse.Tal vez es momento de pasar por la barbería para que lo recorten un poco.En casa no hay nadie, puesto que mi madre ha ido a visitar a Pía, mi padre está dando una clase particular a un joven que, según él, será una promesa de la pintura, y Helen se ha ido unos días al sur a ver a una hermana que le queda por allá, supongo que con Isabella. Abro la puerta de la nevera y saco una jarra de jugo, al girarme veo a Isabella entrando en la coc