Capítulo 21: Más celos

No estoy tranquilo, siento que algo está pasando con Isabella y eso no me ha dejado concentrarme en toda la mañana.

«Claro que está pasando, está con Fabio y ya sabes cómo es tu hermano», le hago caso a mi consciencia y decido que es momento de llamarla. Se demora en responder, pero al menos lo hace.

—Hola, Isabella, ¿cómo estás?

—Muy… ocupada —me responde jadeando y doy un respingo en mi asiento. Salto de allí y salgo de la oficina mientras sigo hablando con ella.

—¿Ah sí? ¿Y qué haces? ¿Ejercicio?

—No… estoy tratando de cerrar una maleta, pero no hay caso.

—¿Y Fabio no te ayuda?

—No ha llegado —la oigo suspirar—, lo estuve llamando, pero no me responde, lo malo es que tengo menos de una hora para dejar el cuarto y esto es lo único que me falta.

—Yo voy.

—Pero…

—Yo voy, es más, ya estoy caminando al ascensor —mentira, estoy a punto de llegar al primer piso.

—Gracias. Te espero entonces.

Debo admitir que estaba pensando algo muy distinto de lo que estaba pasando en realidad, pero al menos tengo la oportunidad de demostrarle cuánto la quiero. Corro a mi auto para no tardarme, a esta hora hay poco tráfico, así que no me demoro mucho en llegar al hotel. Entro directo a la recepción para que le avisen que ya estoy allí, pero en cuanto me volteo para ir a los ascensores, la veo aparecer con Fabio, los dos muy a gusto riéndose.

Me acerco serio, porque no me gusta que Fabio lleve dos de las maletas con una mano y la otra la tenga sobre el hombro de Isabella.

—Lorenzo, hermano, ¿qué haces aquí?

—Vine por Isabella, la llamé y me dijo que tú todavía no habías llegado por ella, así que me ofrecí a venir yo a buscarla.

—Pues ya ves que no es necesario —me dice Fabio— yo me iré con ella a casa.

—No, porque no eres responsable, debías estar aquí desde hace rato.

—¡Pero llegué! Eso es lo que importa, ni siquiera Isabella puso tanto problema por eso y lo estás haciendo tú.

—¿Saben qué? Yo mejor me voy en un taxi, cuando terminen de pelearse, nos vemos.

—¡No! —gritamos los dos al mismo tiempo, llamando la atención de la gente y poniendo de malhumor a Isabella.

—¿Disculpen? —dice con los dientes apretados—. ¿Me ven con las trenzas a los costados o con una muñeca que les haga creer que soy una niña? ¡Me voy sola y punto!

Uno de los chicos del hotel se acerca a ella para ayudarla con el equipaje, mientras ella se va a firmar la salida. La veo agradecer con amabilidad en el mesón, Fabio me da un puñetazo en el brazo y yo me limpio como si hubiese sido una mosca.

—Hasta Francesca pega más duro —le digo caminando detrás de Isabella, ella ni se voltea a vernos.

—Sólo espera a que lleguemos a la casa.

—Te espero, mocoso.

—Mocoso y todo, tengo más posibilidades con ella que tú, porque soy más joven y tenemos varias cosas en común, así que no dudes en que la voy a conquistar.

—En eso te equivocas, ella no es fácil de conquistar, ella no es fácil para nada y por eso es una mujer que vale la pena.

—Con tu cara de idiota y tus ideas retrógradas no vas a conseguir nada. Verás que será mía, voy a disfrutar de su cuerpo y… —y no termina de decir nada, porque lo tomo de la ropa y lo estampo en una pared fuera del edificio.

—No te atrevas. Ella no es chica para una noche como tú estás acostumbrado, tú no quieres formar una familia, pero ella sí. Así que no la busques para esas estupideces.

—Es mi problema… y de ella si decide aceptar —le gruño a Fabio, hasta que la voz firme de Isabella me hace soltarlo enseguida.

—¡Suelta a tu hermano! ¿Acaso no puedes con un no? ¿Crees que de esta manera puedo fijarme en ti si estás actuando como un imbécil?

—¡Él empezó! —intento defenderme.

—¡Cállate! —mira a Fabio y le ordena la ropa con una sonrisa—. No hay taxi disponible, ¿todavía puedes llevarme?

—Por supuesto que sí, bella dama.

—¡¿Queeeeeé?! —exclamo e Isabella sólo me mata con la mirada. Los veo caminar al auto de Fabio, él la ayuda a subir mientras el chico del hotel se encarga de meter las maletas en la parte trasera. Cuando cierra la puerta de Isabella, me ve y me saca la lengua—. ¡Ya vas a ver, mocoso!

Me voy a mi auto, salgo de allí antes que ellos y conduzco directo a casa como un loco. Al llegar pregunto por mi madre y me dicen que está en el jardín, me voy como un energúmeno a buscarla, al llegar me la encuentro riendo con Helen, las dos tomando una limonada.

—Hijo, ¿qué haces aquí?

—Vine a hablar contigo y que bueno que Helen también esté… pónganle ojo a Isabella, porque mi hermano le echó el ojo.

—Isabella está grande, Lorenzo —me dice Helen—. Si quiere sacarse al inglés con tu hermano o quien sea, es asunto de ella y no me voy a meter, sólo debe cuidarse de un embarazo…

—¡¿Qué pasó con ustedes?! ¡A mí me pusieron muchísimos problemas!

—Admite que eras especial… en cambio Isabella es muy juiciosa —me dice mi madre y bebe de su limonada—. Si ella acepta a Fabio, no seré yo quien se meta.

—¡Pero sabes que Fabio no quiere nada serio con ninguna mujer!

—Y que ellos tengan algo no significa que se vayan a casar —me dice Helen encogiéndose de hombros—. Conozco a mi hija, si acepta tener algo con Fabio más que una amistad, será para lo mismo que él quiere de ella.

Las miro a ambas como si tuvieran dos cabezas, no puedo creer lo que me están diciendo. Me volteo para salir de allí y veo que a la cocina vienen entrando los dos muy abrazados. Me da de todo, sé que si Fabio se me para en frente le daré una zurra, así que mejor rodeo la casa para irme.

Alcanzo a oír a mi hermano llamarme y burlarse.

—¡¿No vas a pelear como me dijiste?!

—¡¡No me jodas, mocoso!! —le digo sin voltearme y le muestro el dedo de en medio.

—¡¡Lorenzo, ven aquí!! —dice mi madre, pero tampoco quiero hablarle por traidora.

—¡¡Pues me halas las orejas otro día!!

Camino hecho una fiera a mi auto, cuando llego allí va llegando mi padre, se acerca para saludarme, pero paso por su lado.

—Oye, yo no tengo la culpa, vengo recién llegando —dejo salir un bufido de exasperación y lo miro—. ¿Qué pasó?

—Fabio… quiere seducir a Isabella para llevársela a la cama y a mamá o a Helen les da lo mismo —me paso las manos por el cabello y cierro los ojos.

—Oye, cálmate… si quieres ayuda, consejos, yo te puedo ayudar. No te dejaré solo y por tu hermano no te preocupes, si Isabella llega a hacerle caso, es porque los cerdos están volando. Pero, antes de ayudarte quiero que me digas, ¿estás así porque ves a la Isabella que defendías o porque sientes algo por ella?

—Papá, yo la quiero… no he dejado de pensar en ella desde que dijeron que llegaba a Chile, y poco a poco comienzo a entender por qué no la busqué cuando se fue, aunque si se lo digo, va a matarme.

—Mira, hijo, es mejor que te mate a no decir las cosas que uno siente, te lo digo por experiencia. Si estoy con tu madre es porque nunca me guardé lo que sentía.

—Gracias… —me da un fuerte abrazo, al separarse me acaricia el rostro y me deja ir sólo porque estoy mucho más tranquilo.

Me promete ser mi espía en la casa y con eso me quedo más tranquilo, porque él nos ama a todos, pero sabe que Fabio no es hombre para Isabella.

Me voy a la oficina, sólo el trabajo me puede ayudar en este momento a quitarme este coraje que traigo. Termino tarde, ya nadie queda por aquí.

Me voy a mi departamento para liberar tensiones, como algo rápido de lo que encuentro en la nevera y me voy a mi taller, allí cojo un lienzo nuevo, lo coloco en el atril y cuando lo veo allí ya tengo la imagen que quiero plasmar.

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