Capítulo 17: Una salida casual

En el trayecto a la oficina siento que me voy a caer dormido, pero sigo manteniéndome alerta porque no sería bueno que colisione justo ahora.

Al llegar cerca del edificio de la empresa me detengo por un par de cafés, los dos para mí. A veces se me olvida que antes podía quedarme despierto toda la noche, pero ya no soy el jovencito de veinte que lo hacía.

Y ahora se me vienen a la mente todas esas bromas de cuando llegas a los treinta.

Aunque en realidad no son bromas.

Al llegar a la oficina, Elena me está esperando con las cosas que dejé pendientes ayer, pasamos a mi oficina, tiro el primer vaso de café a la basura y sigo con el otro, aunque puede que no sea suficiente.

—Señora Elena, puede ser que llame Isabella Martínez, mi agenda para ella está disponible para cuando lo desee, ella manda.

—Sí, señor… ¿pero y si ya está ocupado?

—Señora Elena, si tiene que reagendar otra cita, cancelar, lo que sea… el tiempo que ella quiera, estoy disponible y punto.

La mujer asiente, firmo todos los papeles luego de darles una leída rápida y se los entrego, me termino el segundo vaso de café, lo tiro al basurero y continúo trabajando. Dejo la puerta de la oficina abierta para escuchar las llamadas que reciba Elena, pero me doy cuenta de que hasta la hora de almuerzo Isabella no llama.

Pido comida para no salir, no sea que ella llame mientras estamos fuera, sigo con las cosas de la empresa, pero no estoy concentrado. Me meto a molestar en mis redes y, por alguna razón, me meto a buscar los perfiles de ella.

En todas tiene una foto sonriente, realmente feliz en alguna parte de Inglaterra. Veo una de hace unas horas en donde está sonriendo feliz, frente al espejo del hotel, aunque sola, con la frase «En casa al fin».

—¡Pues no, no estás en tu casa!

Estoy molesto, quiero saber más de ella, pero es obvio que en las redes no sabré más. De pronto, se me ocurre una idea genial, busco las redes del hotel e investigo si tienen algún salón de eventos, discoteca o restaurante.

Veo que tienen todo eso y más, así que llamo para preguntar si necesito algún pase especial para ir al restaurante y luego a bailar, aunque me quede sentado en la barra toda la noche, además de si hay disponibilidad de habitación por si se me hace tarde.

—Claro que sí, señor, tenemos todo. Puede hacer las reservas de pases en nuestra página web y podrá entrar con el código QR que se generará luego de que pagar la reservación.

—Muchas gracias —le digo con amabilidad a la mujer.

Decido que hoy me quedaré en el hotel y que mañana no vendré a la oficina, me daré un día libre, ya que hace mucho que no lo hago. Compro el paquete completo, que incluye el spa, un buen masaje será fantástico.

Cuando me llega el código a mi correo sonrío satisfecho, espero encontrármelos allí, acercarme casual a Isabella y poder hablar con ella de todas esas cosas que nos quedaron pendientes porque yo me perdí.

Sí, mi padre tiene razón, fui un ingrato y merezco que esté enojada conmigo, pero no puede durarle para toda la vida.

—Quién te viera y quién te ve, Lorenzo Castelli… tú buscando a una enana para pedirle perdón.

Sigo con mis cosas del trabajo, para cuando regresa la señora Elena le digo que mañana no vendré a trabajar, afortunadamente no hay nada programado.

Veo el reloj, estoy muy impaciente y muerto de sueño, decido que es hora de irme para descansar un poco, dormir algo y luego irme a mi fiesta.

En cuanto llego a mi departamento, me dejo caer en la cama completamente desnudo y me quedo dormido. Cuando me despierto, siento el estómago vacío, pero me aguanto porque iré al restaurante, luego a la discoteca del hotel hasta que me dé sueño… y ruego que no sea antes de la medianoche.

Me meto a la ducha, salgo rápido y luego me voy al closet para elegir la ropa más cómoda que tengo para estas cosas. Cuando termino, me agito el cabello a modo de peinado, busco mis documentos y me largo a la calle.

En el trayecto coloco algo de música alegre, como para ponerme en ambiente porque hace bastante tiempo que no salgo… años encerrado en casa o la oficina.

Al llegar a la entrada, le muestro el código al anfitrión y me indica por dónde es el camino al restaurante. Hago el trayecto caminando algo lento, sin dejar de mirar a todos lados por si me la encuentro.

Pero nada.

Cuando llego a la entrada del restaurante les muestro mi pase y me acompañan a la mesa que tengo reservada, allí me siento sin dejar de mirar todo el lugar, pero Isabella no está allí. Me ofrecen una copa de champán, pero la rechazo, por lo que un jugo natural de piña y maracuyá es su reemplazo. Reviso el menú acuciosamente, hasta que llego a uno de mis platos favoritos.

—¿Ya decidió que ordenará, señor?

—El arroz con filete mignon, acompañado de la ensalada de tomate y aguacate, y las papas gratinadas. De postre el tiramisú.

—Bien señor, ¿de beber lo mismo?

—Sí.

El chico se retira, saco mi teléfono para ver los mensajes que no revisé en casa y me entero de que mi madre me estaba invitando a cenar a casa, así que la llamo.

—Hijo, te perdiste una cena maravillosa.

—Lo siento, es que decidí salir y…

—¡Ay, pero eso es mucho mejor! ¡A ver si conoces a alguien y me das nietos!

—Madre, sabes que eso no pasará, el amor no se hizo para mí.

—Mmm… otro burro más, debo haber odiado mucho Marco mientras los esperaba, porque no le has perdido su estupidez… ¡En fin! Mañana te espero, haremos una cena de despedida para Piero y quiero a mis hijos aquí.

—¿Sólo nosotros o invitarás a alguien más?

—Vendrán César con Alejandra, Agustín con Aíne y tal vez Isabella, ya sabes que ella está muy agradecida de que Piero la ayudara a prepararse para todo lo que fue irse de intercambio.

—Y a mí que me parta un rayo…

—¡No te quejes! En cuanto la chiquilla se fue, te olvidaste de ella, Piero no perdió el contacto… es más, hasta la fue a visitar un par de veces luego de que se fuera a Florencia.

—Tal parece que todos tuvieron contacto con ella, menos yo.

—Pues sí, fíjate que así es… a la persona que ella más amaba en esta familia, fue la primera en olvidarla.

—No la olvidé…

Pero mi propia consciencia me da con un palo mental, porque llevo tres años pegado con esa pintura en mi atril y solo anoche fui capaz de terminarlo, luego de verla a ella.

—Lo que tú digas, Lorenzo… ven mañana, quiero a todos mis hijos juntos.

—Ahí estaré.

Corto la llamada, justo llega mi comida y doy una última mirada en el lugar, pero de ella nada. Como tranquilo, mirando de vez en cuando a la puerta por si Isabella se aparece. Así me quedo hasta el postre, sin novedad de ella.

Me pongo de pie, camino a la salida y pregunto dónde queda la discoteca, la cual está en el tercer piso. Al llegar busco a alguien que me diga cuál es la entrada, una de las chicas me indica el camino, bastante coqueta por cierto y me voy de allí antes de que me pase lo mismo de siempre, una mujer tratando de enredarse conmigo.

Probablemente años atrás ya estaría con ella metido en un baño y follándola como si nos fueran a pillar en cualquier momento.

—Era un imbécil… —me digo con un suspiro y entro al lugar.

En cuanto cruzo la primera de tres puertas el sonido me llega y me doy cuenta que la música que estaba escuchando en el auto no es para nada parecida a la de ahora. Sólo eso es suficiente para espantarme, pero decido que puedo aguantar un poco más.

Me solicitan el pase, en cuanto lo verifican me dejan pasar por la segunda puerta, allí me ofrecen guardar mi chaqueta. Rechazo la oferta, porque me pasó alguna vez que mágicamente se me pierden.

Uno de los muchachos me pregunta si quiero mesa, privado o barra.

Venía dispuesto a la barra, pero al ver el ambiente decido que es mejor un privado, así no tendré que convivir con toda esa gente.

—Ese servicio se paga aparte, señor.

—Eso no es problema, sólo ubíqueme en uno… lo más lejos posible de la gente.

El chico asiente, me indica que lo siga y caminamos por entre la gente. Veo la hora, a penas son las diez de la noche y esto ya tiene bastantes personas, hago un recorrido por el lugar con la mirada, con la esperanza de verla.

—Señor, por este pasillo, el número 7A —me entrega una llave y sigo el camino que me ha indicado.

Veo que los sanitarios están de camino, busco la puerta y una vez que la abro, me quedo sorprendido de que el lugar sea espacioso, con aire acondicionado, televisión, una enorme ventana que permite ver el lugar y con un teléfono directo a la barra.

Me quito la chaqueta, me doblo las mangas hasta el codo y comienzo a ver el lugar abajo, para saber si ella está allí. Levanto el teléfono para pedir alguna bebida sin alcohol y me quedo con un mojito de arándanos, además de unas botanas.

Cuando llegan con mi pedido, el chico me dice antes de retirarse.

—¿Querrá el paquete VIP ahora o más tarde, señor?

—Más tarde, gracias —no tengo idea qué ese ese paquete, pero me parece perfecto… tal vez sea algo de comer o beber, aunque ahora no se me antoja.

Me siento cerca de la ventana para vigilar quién llega, hasta que la veo entrar de la mano con William… y lo que veo me deja baboso y molesto a partes iguales.

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