Capítulo 16: Isabella

El día se me pasa volando y debe ser porque estoy con todas las ganas de irme a casa de mi madre. Veo la hora en mi reloj, corro a mi oficina, apago todo y salgo de allí apresurado.

—¡Señor Castelli, no firmó estos papeles!

—No importa, mañana lo hago.

Sé que es raro, yo nunca dejo nada para después, pero por alguna razón desde que supe que Isabella llegaría me siento como en una nube de ansiedad y se me quitará sólo viéndola.

Isabella se fue un año después que yo dejara la casa, a los dieciséis años mis padres la ayudaron a que se fuera de intercambio a Cambridge, Helen se sintió muy mal por eso, porque no se imaginó que su pequeña se fuera tan lejos, pero mis padres la halaron de un brazo y la llevaron a ver dónde estaría su hija.

La familia que la acogió era bastante especial, según las propias palabras de Helen, quien al final la llamaba una vez a la semana y ese escribían diariamente. Para las vacaciones, mis padres le daban los dos meses de verano y un mes en invierno para que pudiese viajar a ver a Isabella, pero eso en temporada de ella.

De eso ya han pasado seis años y se supone que ella ya ha terminado la universidad y ahora viene directo a instalarse en alguna de las empresas de la familia. Tengo entendido que aunque ella no lo quería así, de todas maneras mis padres la convencieron para que sí lo hiciera porque iban a necesitar a alguien con su ingenio e inteligencia para que ayudara a mis hermanos y mis primos.

Me subo al auto y salgo directo con rumbo a la casa familiar, se supone que allí es donde va a llegar.

En el trayecto no hago sino pensar en lo pequeña que se fue y en lo adulta que llegará ahora. Una experiencia como esa, en verdad te cambia la vida y ella que es tan aplicada e inteligente, lo más probable es que haya sacado las mejores cosas.

Aunque de todas las noticias que supe de ella, lo único que no me gusta es que viene con un novio.

Y no debería importarme, pero la verdad es que desde pequeña siempre la protegí y como no conozco al tipo, me causa muy mala espina.

No puedo evitar pensar en cuando era una pequeña y muchas veces me tocaba ayudarla con sus trabajos o con los problemas que surgían en la escuela. Los mismos que, en la medida que fue creciendo, se hicieron cada vez menos frecuentes porque comenzó a defenderse con algunas de las técnicas que Fabio le enseñó.

Ya en la entrada de la mansión me doy cuenta de que el auto de mis padres está frente a la puerta de la casa y cierto alboroto en allí. Logro distinguir la silueta de Helen tomando un bolso y también a Fabio, llevando un par de maletas, hasta que allí está…

Es una silueta completamente diferente a la última que vi. Es un poco más alta, su cabello rubio cae casi hasta su cintura, sus curvas ahora son las de una mujer y va vestida como siempre le gustó estar, con jeans y sudadera.

Me estaciono justo detrás del auto de mis padres y me bajo con rapidez. Ni siquiera apago el motor del auto, sólo quiero correr y abrazarla, darle la bienvenida y decirle lo mucho que la extrañamos, pero la figura de un hombre sólo un poco más bajo que yo me detiene.

—¡Lorenzo, qué bueno que viniste! Ya llegó nuestra hija postiza —dice mi padre lleno de orgullo. En ese momento, Isabella se voltea para verme y me dedica esa tierna sonrisa que siempre tuvo.

Por un momento pienso que va a correr hacia mí y que me va a abrazar dados en los sentimientos que tenía hacia mí cuando era más pequeña. Pero en lugar de eso da dos pasos, estira su mano para estrechar la mía y yo por dentro siento que he quedado como un payaso.

—Hola, Lorenzo, ¿cómo has estado?

—¿Bien, y tú?

—Muy bien. He logrado todo lo que me propuse lograr en Cambridge y ahora vengo para cumplir con el resto de metas —la siento distante, no sé por qué.

—Así me dijeron el otro día… ¿Ya decidiste en cuál de las tres empresas vas a trabajar?

—En todas —me dice con orgullo, pero yo lo siento más—, sólo seré una asesora, no seré una empleada más y eso me dará espacio para hacer otros proyectos que tengo en mente.

—Me parece perfecto. Siempre serás bienvenida en Insumos Manterola.

—Muchas gracias —da dos pasos atrás y se engancha del brazo del hombre que se ha bajado con ella—. Lorenzo, quiero presentarte a William, mi novio.

—William —le digo estrechando su mano—, un placer tenerte en Chile y espero que cuides mucho a Isabella, ella es muy importante para la familia.

—Perdona si mi español no es bueno —y me molesta de inmediato porque su español es perfecto, idiota—. Sé lo importante que Isabella es para tu familia, porque tus padres nunca la dejaron sola. Siempre estuvieron pendientes de ella y ahora fueron ellos quienes insistieron en que Isabella se viniese a Chile, lo cierto es que ella tenía varias ofertas de trabajo y muy importantes.

—Pero no hablemos de eso —dice ella y se ríe—, ahora sólo quiero entrar a casa. Comer algo delicioso preparado por mi madre y contarles cómo estuvo el vuelo.

Hacemos lo que Isabella ha dicho y soy el último en entrar. No puedo creer que esté tan grande y que haya llegado con un tipo como ese. Una parte de mí me dice que me vaya ahora mismo y tal vez mantenga un poco intacto mi orgullo. Pero, por otra parte, estoy tan contento de que haya regresado, que simplemente no puedo irme.

Nos vamos todos directo a la cocina y allí entre mi madre y Helen, comienzan a preparar algunas delicias para comer. Isabella se sienta en el mismo lugar en donde solía sentarse a hacer sus tareas o ayudar a su madre en alguna de las labores de la cocina.

Se ve radiante, hermosa, como una flor que se tardó años en lograr florecer y entregar el aroma tan único que sólo ella puede mandar. Es una hermosa rosa amarilla en medio de un jardín de distintos tipos de flores que no son capaces de llegar a su altura.

La oigo contar la manera en que decidieron finalmente venirse a Chile y el por qué William decidió venirse con ella. No pierdo detalle en la manera en que Isabella mira a cada uno de los presentes menos a mí, mientras que William sólo tiene ojos para ella y es que hasta le ha cortado el sándwich. para que Isabella se lo pueda comer, como si ella necesitase de esas cosas.

Luego de un rato, vemos que Isabella se ríe y esa melodía me parece tan hermosa que quisiera oírla cada día. De pronto me doy cuenta que por alguna razón quiero estar con ella, quiero hablar con ella, quiero estar solo y decirle cuánto la extrañé, necesito abrazarla y hacer tantas cosas más que no entiendo por qué.

Pero ella sólo se pone de pie y se disculpa porque ya deben irse al hotel.

—¿Espera, no te quedarás acá? —la pregunta me sale sin que pueda controlarla. Todos se me quedan viendo y me encojo de hombros tratando de no demostrar cuán celoso estoy.

—No, no me quedaré aquí, no me parece correcto que mi novio se quede en un hotel y yo me quedé acá. Y tampoco creo que sea correcto que mi novio se quede aquí, puesto que no es mi casa.

—No digas eso, tú siempre has sido parte de la familia, esta también es tu casa.

—En eso estamos completamente en desacuerdo, pero no te preocupes. Estoy segura de que en el hotel estaremos bastante cómodos y así podremos también tener la oportunidad de pasear un poco por la ciudad. William estudió ciencias sociales en la universidad y le interesa bastante conocer como es Chile.

—Yo los llevaré —se ofrece Fabio y yo quiero retorcerle el pescuezo por traidor.

—Muchas gracias, Fabio. Lamento que hayas sacado todas las maletas del auto. Tal vez debimos decirte antes que no nos íbamos a quedar acá.

—No te preocupes, estoy bastante fuerte, puedo mover eso y muchas cosas más.

Y como si no fuera suficiente el que me hubiese ignorado y saludado con la mano. Isabella se atreve a acercarse a mi hermano y darle un fuerte abrazo. Lo entiendo perfectamente, ellos cuando eran más pequeños eran bastante amigos. Pero yo también lo era…

Isabella se despide afectuosamente de cada uno de los presentes y luego, cuando llega frente a mí, sólo estira nuevamente la mano.

—Me pondré en contacto con tu asistente lo antes posible para que pueda fijar una fecha y visitar la empresa. Sólo te pido que puedas tener a mano todo el estado financiero, porque necesito revisarlo.

—Verás que es perfecto.

—Sí puede ser, pero siempre se puede mejorar.

Y aunque vaya con jeans, sudadera y unas zapatillas de lona, esta mujer se ve mucho más imponente que cualquiera de los contadores de la empresa.

La veo subirse al auto de mi hermano y hago exactamente lo mismo en el mío, ya no tiene sentido que me quede aquí. Antes de que cierre la puerta, mi padre se para a mi lado con una sonrisa bastante burlona y sé qué es lo que quiere decirme.

—¿Pensaste que se iba a lanzar a tus brazos?

—La verdad es que sí, al menos por la amistad que teníamos cuando era más pequeña.

—Por lo que me enteré mientras veníamos en el auto desde el aeropuerto, está bastante enojada contigo porque en todos estos años nunca la llamaste ni le enviaste un mensaje.

—¡Eso no es justo! ¡Le mandé un regalo de cumpleaños y uno de Navidad!

—Sí, está bien. Pero Isabella estuvo seis años fuera de casa… —es un golpe seco en el ego, la cara y el corazón—. Que descanses hijo.

Mi padre se va, cierro la puerta y salgo de allí realmente es molesto. Estoy a punto de seguir el auto de Fabio para saber en qué hotel se van a quedar… Y es precisamente justo lo que hago.

—Así que, enojada conmigo… ¡Pues ella no tiene idea de lo enojado que estoy yo! Llegar con un novio… ¿Qué se cree esta mocosa?

Manejo con cuidado para que no se den cuenta que es lo que estoy siguiendo y cuando veo a Fabio detenerse frente al edificio de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, en realidad me quedo sorprendido, me detengo bastante lejos de la entrada para asegurarme de que allí es donde van a entrar.

Cuando veo que lo hacen y que no vuelven a salir, tomo el rumbo a mi departamento.

Una vez allí, sólo me quito el saco, me arremango la camisa, me deshago de la corbata, los zapatos y los calcetines, y me voy directo a mi taller. Me paro frente a aquella pintura que tanto me ha costado terminar porque no he podido darle el rostro a aquella mujer misteriosa.

Tomo uno de los pinceles, mezclo algunos colores y comienzo a pintar.

Pinto hasta que lo termino, no tengo idea qué hora es y tampoco me interesa saberlo. Sólo sé que estoy cansado, pero realmente satisfecho, al fin he terminado este cuadro y la idea que se me cruzó por la mente el domingo en el almuerzo familiar acabo de comprobarla.

Todo este tiempo este lienzo sin terminar porque no sabía qué rostro pertenecía aquí… Y era el de ella.

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