Tiempo actual…
Elena, mi asistente, da unos suaves toques en la puerta para llamar mi atención y asiento para que entre.—La cita de las tres ya está aquí, ¿a dónde la llevo para que la atienda?—A la sala de siempre, por favor —me pongo de pie, me arreglo el traje y respiro hondo. Sólo espero que no sea una sorpresa desagradable.Salgo de mi oficina, la que en los tiempos de mi madre era de mi tío Gabriel. Insumos Manterola debía ser dirigida por Ángello, pero luego de hablarlo bien entre nosotros, Cavalcanti Moda necesitaba a los mejores a la cabeza y esos eran Alex, Agustín y Ángello.Camino a la reunión pensando en quién podrá ser la persona que está esperando a que llegue, cuando abro la puerta me quedo de una pieza un par de segundos, pero recuerdo que soy un hombre maduro, serio y que nada de lo que ocurriera en mi pasado puede afectar ahora la empresa de nuestras familias.—Buenas tardes —digo con voz ronca y Melike se gira rápidamente, sin creer el verme allí.—Lo-Lorenzo… —camina hacia mí con una mirada que quiere decirme mucho, pero la ignoro porque Melike es un tropiezo superado en mi vida desde hace mucho.—Agustín me envió la propuesta de su empresa, señora Yildiz —le digo estrechando su mano brevemente y tomando asiento frente a ella—. Me parece que el servicio es bastante seguro, las garantías que ofrecen son mucho mejores, pero el contrato de un año me parece excesivo…—Lorenzo, por favor no me trates como si no me conocieras —estira su mano para tomar la mía, pero la aparto y le dedico una mirada fría.—Puede ser que usted y yo nos hayamos visto en el pasado, pero nunca llegué a conocerla. Además, estamos aquí para asuntos de trabajo y le pido que nos dediquemos a ello, porque mi tiempo es limitado y valioso.Me arreglo el hermoso traje que mi madre ha diseñado exclusivamente para sus hijos, ella me mira con una sonrisa llena de melancolía que no me produce nada. Asiente, baja la mirada a los papeles y comenzamos a trabajar en la propuesta.—Creo que es justo lo que pide, señor Castelli, un periodo de prueba de tres meses me parece justo, dado que no tiene antecedentes de nuestras operaciones en Europa y considerando que las condiciones no son las mismas en Chile.—Perfecto —es todo lo que le digo y me pongo de pie, abotonando mi traje—. Derivaré la propuesta al departamento jurídico, ellos serán los encargados de tener en cuenta cada uno de los puntos que hemos hablado y serán los que se entiendan directamente con ustedes a partir de ahora. Yo sólo firmaré el documento cuando ya esté listo.—Espera… —me detiene cuando camino a la salida—. Ya que terminamos de hablar de trabajo, ¿crees que podamos reunirnos fuera del horario y hablar?—Me temo que no, mi tiempo es demasiado valioso y no estoy para recordar los tropiezos de mi vida.—¿Eso fui para ti? ¿Un tropiezo?—Por supuesto —le digo sin expresión—. Pero eso no significa que fuera malo, los tropiezos te ayudan a fijar mejor la vista en el camino para no volver a tropezar… adiós.Salgo de allí, le entrego la carpeta a Elena para que la lleve al departamento jurídico y le pido que nadie me moleste por el resto de la tarde. Me encierro en mi oficina, no porque me afectara verla, sino por el nivel de cinismo con el cuál se quiso presentar.—Hablar… —digo con una risa sarcástica y me meto en mi trabajo para olvidar el mal rato.Para las seis mi teléfono me distrae, veo que es Agustín y le contesto, seguro quiere saber cómo me fue.—Lorenzo, ¿pudiste firmar con…?—Hicimos algunos cambios, aunque pudiste decirme quien era, para no haber estado solo con ella.—¿Te incomodó verla otra vez?—No, pero sí me molestó porque insistió en tratarme como si no hubiese pasado nada y lo nuestro se terminó bien.—Lo bueno es que luego de esto ya no tendrás que verla más, ni siquiera para firmar, porque ella sólo es la encargada de captar clientes nuevos, pero quien firma es Serkam Yildiz.—Fabuloso —digo entre dientes y Agustín suspira.—Luego de esto no tendrás que verlos más, todo será a través de los abogados y los gerentes de distribución.—Eso espero, porque no quiero volver a verla, me descompone.—¿Qué te parece si te invito a cenar? Aíne va a preparar pasta.—No, gracias, por hoy paso… nos vemos el domingo.Cuelgo, recojo mis cosas y salgo a mi departamento. En el camino me dedico a pedir mi cena, el departamento no tiene mucho y yo no tengo ganas de hacer compras o de prepararme comida. Una de las cosas que me costó hacerle entender a mi madre es que el vivir solo involucra no comer de vez en cuando comida decente, pero en mi caso no es problema porque me ejercito bastante.Una pizza estará bien, ideal para inspirarme en aquella pintura de una mujer de cabello dorado.Al principio pensé que pintaría a mi madre, pero cuando llegó el momento de hacer el rostro no era ella la que estaba en mi cabeza. Entro al estacionamiento subterráneo, me aparco en mi lugar y el conserje me llama al teléfono para avisarme que llegó la pizza.Paso por su puesto, me entrega la correspondencia y la pizza, me voy al ascensor, en donde me alcanza la única vecina que tengo en mi piso.—Hola, vecino, ¿cenarás solo?—Sí —soy un galán, lo sé, con mi cara de piedra y mi tono seco conquisto a la mitad de las mujeres… a la otra mitad sólo con mi apariencia.—¿No quieres compañía? —me pregunta con actitud coqueta y me molesto más.—No.—¿Alguna vez me aceptarás una invitación?—No.Hace un puchero infantil, deja salir una risita y cuando las puertas se abren la dejo salir primero porque si lo hago yo me mirará como si fuera un filete, ya la he descubierto en esas andadas. Se para en su puerta, mi mira de pies a cabeza y yo sólo ruedo los ojos en un claro gesto de exasperación ante su actitud.Dejo la pizza sobre la barra, reviso la correspondencia y veo que es lo mismo de siempre. Me voy al cuarto quitándome la corbata en el camino, me quito la ropa y me pongo la que suelo usar para pintar: un pantalón de algodón y una camiseta, ni ropa interior ni calcetines, lo más cómodo posible.Saco un trozo de pizza que devoro en menos de un minuto porque muero de hambre y luego saco dos más para irme a mi taller, tomo una lata de jugo de la nevera y me voy a mi mundo.Y como siempre, me quedo sentado allí frente a la pintura sin rostro. Suspiro, muerdo mi pizza y comienzo a pensar en la persona que debería ir allí.En mis bocetos intenté poner a mis hermanas, a mis sobrinas, mi madre… intenté inventar un rostro, pero nada.Cuando termino de comer, me giro a la otra pintura que tengo en proceso. Esta es mucho más fácil, porque es la casa de la playa, mi madre me ha pedido que la haga para regalársela a mi tío Agustín. Pienso que ella pudo hacerla o pedírsela a mi padre, pero creo que lo hizo más que nada para que yo no deje de pintar por mi nuevo trabajo.Puede ser que piensen que no soy feliz, que no cumplí mis sueños, pero sí lo hice. Es sólo que maduré y me di cuenta que me necesitaban como presidente de Insumos Manterola, lo cual no me molesta para nada, porque me encanta.Cerca de las once de la noche decido que es suficiente por hoy, me bebo un vaso de agua, me doy una ducha rápida, me seco y me tiro así a la cama, otra ventaja de vivir solo.Miro el techo pensando en las cosas del día, recuerdo la cara de Melike y puedo darme cuenta de que no es feliz. Y yo sé por qué…El karma es una perra, todo lo que haces se te regresa y ella hizo mucho en su vida, tal como yo.Mi madre me ha llamado para invitarme a un almuerzo familiar, Piero ha llegado con su esposa y sus hijos desde Italia y quiere a todos reunidos. Eso seguro será un caos, porque no sólo somos los Castelli Cavalcanti, también irán todos los demás. Lo gracioso de todo esto es cómo nos enteramos de los récords de Fabio en cuanto a conquistas, quien se ha dispuesto a vencer a mi tío Luca, Agustín y a mí, pero lo que mi madre le hace cuando comienza con esas cosas… pobre de él. Con veintitrés años recién cumplidos, mi hermano se ha vuelto en el dolor de cabeza de mis padres de una manera en que yo nunca lo fui. Mientras manejo para ir a casa de mis padres, me pongo a pensar en qué es lo que será de mi vida cuando ellos no estén, porque como va la cosa me veo como el tío solterón, porque aunque Fabio sea tremendo, es obvio que en algún momento alguien le pondrá atajo a sus andadas y se casará. —Lo mejor que puedo hacer es comenzar a pensar en una casa para invitarlos a jugar y que tengan
El día se me pasa volando y debe ser porque estoy con todas las ganas de irme a casa de mi madre. Veo la hora en mi reloj, corro a mi oficina, apago todo y salgo de allí apresurado. —¡Señor Castelli, no firmó estos papeles! —No importa, mañana lo hago. Sé que es raro, yo nunca dejo nada para después, pero por alguna razón desde que supe que Isabella llegaría me siento como en una nube de ansiedad y se me quitará sólo viéndola. Isabella se fue un año después que yo dejara la casa, a los dieciséis años mis padres la ayudaron a que se fuera de intercambio a Cambridge, Helen se sintió muy mal por eso, porque no se imaginó que su pequeña se fuera tan lejos, pero mis padres la halaron de un brazo y la llevaron a ver dónde estaría su hija. La familia que la acogió era bastante especial, según las propias palabras de Helen, quien al final la llamaba una vez a la semana y ese escribían diariamente. Para las vacaciones, mis padres le daban los dos meses de verano y un mes en invierno para
En el trayecto a la oficina siento que me voy a caer dormido, pero sigo manteniéndome alerta porque no sería bueno que colisione justo ahora. Al llegar cerca del edificio de la empresa me detengo por un par de cafés, los dos para mí. A veces se me olvida que antes podía quedarme despierto toda la noche, pero ya no soy el jovencito de veinte que lo hacía. Y ahora se me vienen a la mente todas esas bromas de cuando llegas a los treinta. Aunque en realidad no son bromas. Al llegar a la oficina, Elena me está esperando con las cosas que dejé pendientes ayer, pasamos a mi oficina, tiro el primer vaso de café a la basura y sigo con el otro, aunque puede que no sea suficiente. —Señora Elena, puede ser que llame Isabella Martínez, mi agenda para ella está disponible para cuando lo desee, ella manda. —Sí, señor… ¿pero y si ya está ocupado? —Señora Elena, si tiene que reagendar otra cita, cancelar, lo que sea… el tiempo que ella quiera, estoy disponible y punto. La mujer asiente, firmo
—Esta condenada chiquilla… ¡¡Es que ni siquiera a se le puede llamar vestido a ese trozo de tela que trae!!Isabella va con un vestido negro, brillando por las lentejuelas, es de tirantes con escote V bastante pronunciado, por la espalda no hay nada de tela hasta la consciencia y hacia abajo… es que me imagino va con bragas o le verán hasta el alma si se mueve de más.¿Cómo es posible que se novio suyo no sea capaz de decirle que no vaya así?¿Acaso nadie le dijo que en Chile no son tan avanzados como en Europa?¡¿Es que ese vestido no es para ningún país?!Siento que me dará un infarto del coraje, pero también es cierto que no tengo idea cuál de mis corazones terminará afectado, porque mi pantalón está bastante apretado, algo que no me pasaba desde hace mucho. El sólo imaginar las nalgadas que le daría si fuera mi mujer… me pica todo.Respiro profundo, trato de calmarme y sigo con lo mío, que es vigilarla. Los veo instalarse en una mesa, se ven bastante cercanos, se ríen y se beben l
Dudo un poco de ir a la cena de despedida para Piero, pero no porque no lo quiera, es mi hermano, es sólo que allí estará Isabella con su novio, al que besa mucho, abraza mucho y se me viene a la mente la manera en que bailó con él.Esa era la misma manera de bailar que usaban las chicas para seducirme, nunca me pude negar ante una mujer con movimientos de ese tipo.Y si alguien cree que me relajé con mi día libre… terminé metiéndome en la oficina de todas maneras porque no podía quedarme sin hacer nada imaginando que en alguna habitación del hotel estaría ella con el inglesito idiota haciendo… pues esas cosas que los novios hacen.—Mejor voy a la cena o mamá es capaz de venir a buscarme.Y como si fuera brujo, mi madre me llama para decirme que ya falta poco para la cena y sólo falto yo.—No te creo —le digo tomando mis llaves y salgo del departamento—. Seguro que Pía todavía no llega.—No, ya está aquí.—¿Y Alejandra?—¿Por qué mejor no preguntas por ella? Lorenzo, no soy tonta y re
Tiro el bolígrafo en el escritorio y me pongo de pie con un resoplido de frustración pura y dura, miro por la ventana para ver si lanzarme de aquí sería suficiente para matarme o quería vivo conectado a las máquinas de un hospital.—Sí, esa es la solución, Lorenzo…—¿Hablando solo? —la voz de Isabella me hace girar rápido y no puedo evitar sonreír al verla allí.—¡Isabella! —camino hacia ella para darle un abrazo, pero ella me detiene estirando su mano, no me queda más remedio que estrecharla, pero aun así estoy contento—. ¿Qué haces aquí?—Vengo a hacer mi trabajo —la veo con un atuendo formal y se ve preciosa, se ve como una mujer de mundo, va con el cabello recogido en una coleta alta y lleva unas gafas de sol que la hacen ver más adulta y misteriosa.—No llamaste… no tengo nada listo.—No te preocupes, ya me puse de acuerdo con tu asistente, pero ella no está allí afuera y no sé dónde instalarme.—Envié a la señora Elena a otro departamento, ven…Le indico que salga de la oficina
No estoy tranquilo, siento que algo está pasando con Isabella y eso no me ha dejado concentrarme en toda la mañana.«Claro que está pasando, está con Fabio y ya sabes cómo es tu hermano», le hago caso a mi consciencia y decido que es momento de llamarla. Se demora en responder, pero al menos lo hace.—Hola, Isabella, ¿cómo estás?—Muy… ocupada —me responde jadeando y doy un respingo en mi asiento. Salto de allí y salgo de la oficina mientras sigo hablando con ella.—¿Ah sí? ¿Y qué haces? ¿Ejercicio?—No… estoy tratando de cerrar una maleta, pero no hay caso.—¿Y Fabio no te ayuda?—No ha llegado —la oigo suspirar—, lo estuve llamando, pero no me responde, lo malo es que tengo menos de una hora para dejar el cuarto y esto es lo único que me falta.—Yo voy.—Pero…—Yo voy, es más, ya estoy caminando al ascensor —mentira, estoy a punto de llegar al primer piso.—Gracias. Te espero entonces.Debo admitir que estaba pensando algo muy distinto de lo que estaba pasando en realidad, pero al m
Estamos terminando una reunión de coordinación con Agustín y Ángello en las inmediaciones de Cavalcanti Moda, lo cierto es que nuestros números son excelentes y lo que tenemos programado para el futuro es estupendo.—Lorenzo, en verdad cada vez me sorprendo más —Agustín deja una carpeta en la mesa y sonríe satisfecho—. Cuando dijiste que tú te harías cargo de esta empresa, no creí que duraras tanto ni mucho menos que lo hicieras tan bien.—Lo más importante es que pides consejo —dice Ángello con una amplia sonrisa.—Yo no estudié para esto, pero me gusta.—¿Y tu talento? —me pregunta Ángello preocupado.—Escondido de momento, en mi departamento, quién sabe si alguna vez haré alguna exposición. Pero no crean que por llevar la empresa no hago lo que me gusta, es una de las exigencias de mi madre.Los dos se ríen y me dicen que así es ella, preocupada de todos, marcando el orden y alentando a todos a que hagan lo que aman, no lo que piensan es lo mejor para los demás. Es cierto que yo es