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Capítulo 13: «Ella será tu karma»

Ella ve a su padre con los ojos a punto de salir de sus cuencas mientras niega con vehemencia, pero su padre no se detiene y no sé por qué si a penas lo conozco de hace cinco minutos, pero le creo más a él

—Sabes que ese muchacho es de honor y me confesó que ustedes estaban teniendo intimidad, además de que con él perdiste la virginidad hace meses.

—¿Qué? —le pregunto a ella, que no deja de mirarme con miedo—. Se supone que yo fui tu primera vez. Eso es lo que me dijiste… ¡Yo mismo lo comprobé!

—Esta chiquilla tiene mil manera de fingir toda su vida, lo aprendió de su verdadera madre —el hombre se acerca a mí sin titubear y mi padre se para a mi lado, sé que está listo para darle su merecido al hombre si llega a tocarme un pelo.

«Melike salió tan descarriada como su madre, la encontré con un novio que tenía sin mi consentimiento. En aquella oportunidad la castigué y la mandé a una himenoplastia, con la esperanza de que no volvería a hacerlo hasta que lograra encontrarle un buen hombre, pero con ella es imposible.

«Serkam se acercó a mí hace unos días para confesarme la verdad y para adelantar la boda, puesto que se sentía avergonzado por haber deshonrado a mi hija. En cuanto se lo dije, Melike me gritó que no se casaría con él porque se enamoró de ti.

«Puedo decirte que eso, al menos, es verdad. Ella te ama, me desafió abiertamente por primera vez en su vida y llamó a Serkam para terminar el compromiso. El asunto es que ella no es quien decide, yo ya di mi palabra y en una semana se casará con su prometido.

—Pero las cosas no son sencillas, porque ella está embarazada.

—Y ese niño no nacerá, no iniciaré una disputa entre familias por un bastardo que mi hija concibió. No me arriesgaré a que sea tuyo y no es que tenga nada en contra de ti, veo que eres honorable y tu familia también, pero ella está prometida a otro desde hace más de un año. Si se involucró contigo fue sabiendo lo que hacía perfectamente.

La miro a los ojos, me estoy muriendo, siento por dentro cómo se me desgarra el alma y va cayendo a un abismo más profundo que el de la última vez.

Ahora estoy sintiendo aquello que yo mismo le provoqué a decenas de chicas, pero multiplicado por mil. Todas esas llamadas que ella no hizo, todas las veces que me dejó plantado, todas las veces que se levantó de la cama a penas terminaba de hacerle el amor como si yo fuera sólo un medio para un fin.

Ahora puedo entender todo lo que esas chicas vivieron de mi mano, lo que varias de ellas sufrieron. Pero lo más doloroso es saber que ella puede estar esperando un hijo mío y que no nacerá por culpa de su manera de vivir.

Melike se lanza a mis pies para suplicarme que la salve, que ella sabe que su hijo es mío y que me ama, pero todo eso lo oigo a lo lejos. Su padre la toma de un brazo y la saca de allí sin ninguna piedad.

Los ojos de mi padre se paran frente a los míos, veo que está llorando y soy consciente que estoy haciendo lo mismo cuando él mismo me quita las lágrimas del rostro.

—Te juro que pasará, este dolor pasará… si quieres podemos exigir una prueba de ADN…

—Prefiero no saber —le digo con la voz vacía y mi corazón roto en mil pedazos—. No podría vivir con la certeza de que mataron a mi hijo.

—Lo entiendo perfectamente, es lo mismo que viví con tu hermana —lo veo allí, derrotado a mi lado y no puedo hacer nada más que abrazarlo con fuerza.

Dejo salir el llanto desesperado de mi pecho, caemos al suelo y mi madre se acerca a nosotros para abrazarnos a los dos.

Nos quedamos así por lo que parece mucho tiempo, pero sé que no es tanto. Cuando al fin logro separarme de mi padre siento que nuestra relación ha alcanzado otro nivel, uno que nada podrá tumbar jamás, si para Alex el señor Russo es el hombre más asombroso, para mí siempre ha sido y será mi padre, Alex Castelli.

—Vámonos de aquí —les suplico—. Quiero ver a mi hermana.

—Ella está bien —me dice con una sonrisa mi madre—. Alex la ha cuidado bien y los Russo nos prometieron cuidarla.

—Aunque no me gusta eso, al menos siento que ese idiota está pagando lo que te debe —sonrío al ver la expresión infantil de mi padre y mi madre sólo rueda los ojos.

Salgo de la casa sin nada, no quiero llevarme nada que me pueda recordar a Melike, nada más que mis documentos y el claro recuerdo de que he pagado con el infierno eterno lo que alguna provoqué.

Mientras subo al auto y veo la mansión quedar atrás, no puedo evitar recordar las palabras de Isabella acerca del karma…

«Cuánta razón tenía».

Durante el viaje no logro dormir, temo que si lo hago sueñe con ella, con todo lo que pensé que podría ser y que ya no será. Mi padre va a mi lado, con una mano cubre las mías en señal de protección y con la otra se mantiene aferrado a mi madre.

Por la mitad del viaje los veo cansados y le digo con preocupación.

—¿Por qué no van a descansar a la habitación? yo estaré bien.

—No quiero dejarte solo —me dice preocupado y le sonrío.

—Tranquilo, estaré bien —miro a mi madre y ella niega.

—Si tú te vas con nosotros, lo haré, de otra manera ni creas que te dejaré —la veo hacer un puchero y entiendo que para ella todo esto debe ser muy difícil.

Mi madre pasó por cosas muy dolorosas en su vida, empezando por perder a sus padres siendo joven aún. Por eso entiendo que quiera estar con nosotros en las buenas, pero sobre todo en las malas y no habría dejado a Francesca si no supiera que estará bien cuidada por Alex y el resto de la familia, pero sabe que yo no me doy con nadie tan fácilmente.

Me pongo de pie y ellos también, nos vamos al cuarto y, tal como cuando era pequeño, me acuesto en medio de ellos. Sin querer, me dejo llevar por el sueño que tengo y esta vez no llega ella para atormentarme, tal vez por estar bajo la protección de mis padres.

Cuando llaman para anunciarnos que estamos a media hora del aterrizaje, nos levantamos mucho más descansados, beso la frente de mi madre y veo cómo sale del cuarto de la mano de mi padre.

Yo quería eso para mí, pero tal parece que con todo el daño que he causado tiré por tierra la posibilidad de tenerlo.

Al bajar del avión mi madre llama a Alex y él les dice que Francesca sigue en el hospital, pero ya mucho más repuesta. Les pido que nos vayamos directo al hospital, quiero verla, abrazarla y pedirle perdón por haber hecho lo que hice en un momento tan delicado, aunque la verdad es que nunca me imaginé que estaba pasándolo mal en su matrimonio, si se veía que Fabián la amaba.

Aunque puedo decir lo mismo de Melike…

Al llegar, veo que mi padre se acerca al señor Russo y él le pregunta cómo estoy, pero yo no me detengo a oír la conversación entre los dos.

En el cuarto están todos mis hermanos, Francesca estira sus brazos para que me acerca a ella y le doy el gusto.

—Suéltalo —dice Fabio que es el más chismoso—. Traes cara de funeral.

—¡Fabio! —lo reprende Pía y yo me río, porque sé que ella está igual que nuestro hermanito.

—Tomen asiento, lo que les contaré es para novela… —las expresiones de todos es de asombro. Cuando termino, es Pía quien habla muy enojada.

—¡Maldita perra!

—¡Pía! —la reprenden todos, pero a ella le da lo mismo.

—¡No me vengan con mojigaterías, que todos pensaron lo mismo que yo! —se gira a mí me abraza fuerte—. Puede que nunca ninguno de nosotros fuera muy apegado a ti, porque tenías la particularidad de meternos en problemas siempre con tus geniales ideas, pero quiero que sepas que te amo —me mira haciendo un puchero y no puedo evitar hacer lo mismo.

«Si se me cruza, la dejo calva. Sólo ruego que ese niño no sea tuyo, porque sería lo más triste que podría pasarte.

—Prefiero no pensar en eso, es mejor que comience a dejarla atrás desde ahora, ¿no crees?

Ella solo asiente, me abraza y todos hacen lo mismo, hasta que Francesca protesta porque ella no puede ponerse de pie, por lo que todos nos vamos con ella. Mis padres entran y se suman a ese abrazo grupal, pero nos separamos porque Francesca dice que la estamos aplastando.

La voz del señor Russo nos llama la atención y me giro para verlo sonreír.

—Lorenzo, tus padres quieren quedarse con tu hermana y yo ya cumplí mi promesa… por ahora —le advierte a Francesca y ella sólo sonríe—. ¿Quieres que te llevemos a casa?

—No, me puedo ir en taxi…

—Oye, te pregunté porque pensé que querrías quedarte con tu hermana, pero el llevarte yo no es opción… vamos.

—Pero…

—Anda con él —me dice mi padre—. Seguro que tiene algo que decirte y puede que te sirva. Él sabe mejor que cualquiera de nosotros por lo que estás pasando.

Todos miramos a mi padre como si fuera un extraterrestre, porque esa amabilidad con el señor Russo no es normal. Así que me voy con él antes de que las cosas se pongan más raras aún.

Cuando me subo a su auto puedo ver que tiene del retrovisor colgando las fotografías de su familia, empezando arriba por su esposa.

—Tu madre me pidió que hablara contigo, me dijo que estás pasando por un momento difícil y yo sé mucho de eso, porque también fui como tú.

—¿Un puto de primera y luego un cornudo que perderá, posiblemente a su hijo? —le digo con sarcasmo para no llorar, pero quien responde es la señora Daniela.

—Exactamente así fue. No dejó quieta falda que se le batiera delante de los ojos, luego le fue infiel a tu madre con su mejor amiga, ella quedó embarazada y murió atropellada junto a la pequeña. Cuando se dio cuenta que amaba a tu madre era tarde, porque ella ya estaba con tu padre.

«Pero no se terminó allí, perdió a su hermana menor y también perdimos al tercer bebé que esperábamos —miro al señor Russo por el retrovisor para ver si está llorando, pero sólo me sonríe con amabilidad.

—No creas que no me causó dolor, por supuesto que sí. Pero con el tiempo aprendes a sobrellevarlo y a seguir adelante, lo importante es no ahogarte en el dolor ni mucho menos alejar a tu familia, porque eso puede ser fatal.

«Yo creí que estaba solo, que ya no tenía esperanza y quise quitarme la vida —nos detiene un semáforo y se gira para mirarme a los ojos—. No me enorgullece, pero creo que necesitas saberlo para entender que esa jamás sería una solución.

—Nunca lo haría…

—Bien, porque tu madre lloraría mucho —vuelve a mirar adelante y agrega—. Aunque, para haber estado enamorado de esa chica, no te veo sufriendo mucho.

—No quiero demostrar demasiado…

—No me mientas, que reconozco en ti a un hombre que no experimentó amor de verdad. Esta señora bonita que ves a mi lado me enseñó a amar, antes de ella todas fueron caprichos, ego, lo que sea… pero amor jamás.

—¿Me está diciendo que no estaba enamorado de la mujer que quise llevarme de aquí para protegerla?

—Era un compromiso moral, por su hijo, pero nada más. No luchaste por ella, no peleaste ni suplicaste que la dejaran contigo… de otra manera, ella estaría a tu lado ahora mismo, ¿o me equivoco? Sólo piénsalo, tal vez no ha llegado la mujer que te enseñará a amar, aprenderás, lo sé… pero te lo advierto… la condenada te va a doler, ella será tu verdadero karma, ya verás.

No digo nada porque sus palabras me han dejado perplejo… y tengo miedo de que así sea, porque si ahora creí que estaba sufriendo, no quiero imaginar lo que me espera.

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