Capítulo 12: El escape

Los meses han seguido pasando con más peleas y reconciliaciones sin sentido, porque luego de terminarlas cinco minutos después estamos peleando de nuevo.

Tengo una semana sin saber de Melike, no me ha llamado y yo tampoco lo haré porque sé que eso puede meterla en problemas con su padre. Estoy tirado en mi cama, pensando miles de cosas, estos últimos meses han sido complicados para mí, pero trato de no pensar mucho en lo malo, sino en lo bueno.

Se me viene a la mente la boda de mi hermana Francesca, que se casó con su profesor de la universidad sin pensárselo dos veces, sin miedo a nada, mientras que yo estuve solo porque mi novia no quiso estar conmigo.

De pronto, oigo que llaman a la puerta, me pongo de pie para ver quién es y veo a Helen algo preocupada.

—¿Pasa algo?

—Mi ’jo, la señorita Melike está allá abajo, se ve muy mal y dice que necesita hablar contigo urgente.

—Pero yo no quiero, de verdad que no…

—Lorenzo, es mejor que vayas, parece enferma y… ve con ella.

Abro toda la puerta y salgo sin esperar a Helen, bajo lo más rápido que puedo las escaleras y corro a la sala, me la encuentro allí pálida, con profundas ojeras y los ojos rojos producto del llanto. Se lanza a mis brazos en cuanto me ve y yo la abrazo para protegerla, porque es obvio que lo necesita.

Mi playera se humedece enseguida, su cuerpo se estremece producto del llanto hasta que de pronto se separa bruscamente de mí y corre al baño. La sigo preocupado y veo cómo mete la cabeza en el inodoro para expulsar aire, porque de ella no sale nada.

—¡Melike, qué es lo que te sucede! —le digo ayudándola a ponerse de pie, se tambalea y se desmaya.

Todo esto tiene confundido, no sé qué hacer. La llevo hasta la sala, allí la recuesto en el sofá y espero a que reaccione, cuando lo hace veo que su mirada está perdida, le acaricio el rostro y me ve a los ojos.

—¿Me dirás qué pasó?

—Mi padre… se enteró de todo —no puedo evitar abrir la boca por la sorpresa—. Pero eso no es todo… —se sienta con cuidado, baja la mirada y de su bolsillo saca una prueba casera de embarazo.

—Esto… ¿qué es esto, Melike? —le digo observándola, allí hay dos rayitas y ya creo saber lo que esto significa.

—Estoy embarazada, Lorenzo… Llevo una semana sintiéndome mal y hoy me obligó a hacerme esa prueba. En cuanto vi que salió positiva salí por la ventana de mi baño y corrí al auto —se lleva las manos a la cara y vuelve a llorar—. Él quiere que aborte, me lo dijo…

—Pero él no sabe de nosotros, si le decimos, si yo hablo con él… tal vez si nos casamos —pero ella niega y llora más.

—Te amo, Lorenzo, te amo demasiado… eres perfecto y sé que no me vas a dejar sola, pero él jamás aceptará que me case contigo ni mucho menos un nieto tuyo.

—No lo entiendo —me paso las manos por el cabello y miro al techo, pero como siempre allí no encuentro respuestas de nada.

—Tienes que ayudarme a esconderme, si me encuentra él me hará matar a nuestro hijo y yo no podría soportarlo.

—Por supuesto que sí, verás que con los días cambiará de opinión… —pero como cosas del destino, su teléfono suena, ve la pantalla y abre los ojos aterrada por aquel mensaje. Le quito el aparato para leerlo y veo allí una imagen de geolocalización de la mansión con la advertencia.

«Ya sé dónde estás… voy por ti»

Puede venir por ella, pero no la encontrará. Tiro de Melike, dejo el teléfono de ella allí, tomo las llaves de mi auto y corremos afuera. La ayudo a subir, me salto el capó para acortar tiempo y salgo de allí derrapando.

—¡¿A dónde vamos?!

—¡Lejos de tu padre! —en el manos libres marco a Agustín, quien me responde casi enseguida.

—¡Primo, que sorpresa!

—Agustín, necesito tu ayuda, es de vida o muerte literal… necesito el jet para Florencia.

—Lorenzo, no creo que deba… ¿puedo saber por qué?

—Solo quiero que pienses, ¿a qué estarías dispuesto por amor?

—Bien… esas cosas en esta familia jamás se han cuestionado, así que dame quince minutos para ordenar que lo preparen y te avisaré a qué hora sales.

—Gracias, Agustín… y no voy solo.

—Bien —corta la llamada, ya tengo solucionado el escape, pero tenemos un serio problema y son los documentos de Melike.

—Amor, ¿hay alguien a quien podamos pedirle que nos dé tus documentos?

—No es necesario, esos los tengo escondidos en otro lugar.

No le digo que eso me parece extraño, porque sé que no es momento para eso. Pasamos primero por mi departamento para buscar ropa para mí, allí Agustín me llama para decirme que sale en tres horas. Luego nos vamos a su escondite, que resulta ser una casa bastante sencilla que me recuerda a la casa en donde creció mi padre junto a mi abuela, y de allí sale con un bolso listo en menos de cinco minutos, como si hubiese estado esperando por algo así desde hace mucho.

Desde allí tomamos el rumbo al aeropuerto en completo silencio, de vez en cuando veo de reojo a Melike limpiarse las lágrimas y yo recién comienzo a asimilar que seré padre.

—¡Mierda, voy a ser padre! —freno a un costado del camino, aprieto el volante y luego miro a Melike, ella me ve asustada, pero yo solo tiro de ella besarla y abrazarla—. Sé que no hemos estado en los mejores términos, pero no dudes que te amo y que estoy feliz de tener un hijo.

—Pensé que no lo ibas a querer precisamente porque no estamos bien.

—Aunque tú y yo hubiésemos terminado, jamás renegaría de un hijo. Pero te amo, Melike y no dudes ni un segundo en que voy a protegerlos a los dos. Desde ahora tú y mi hijo son mi vida, no les faltará nada y mucho menos dejaré que les hagan daño.

Nos quedamos así para disfrutar al fin la noticia y luego seguimos nuestro camino al aeropuerto. Una vez que llegamos están allí Ángello y Agustín, me sorprende porque nunca fui muy cercano a mis primos, pero en cuanto me bajo del auto ellos se acercan a mí para abrazarme.

—Está todo listo, incluida la casa en Florencia. No sé qué es lo que pasa, pero supongo que es muy grave —mira a Melike y frunce el ceño—. ¿Te sientes mal?

—No…

—Está embarazada —les digo sin dudarlo, porque sé que en ellos puedo confiar—. Y su padre quiere que aborte porque no es hijo de alguien que él eligiera como esposo.

—Entonces cuentas con todo nuestro apoyo incondicionalmente —me dice Ángello con esa seriedad que siempre ha tenido—. Solo recuerda que no estás solo.

—Gracias, no imaginé que me apoyaran de esa manera…

—Oye, somos familia y ya sabes lo que el abuelo enseñó.

—«Familia. Amor. Trabajo.» —decimos todos juntos y Agustín me da unas palmaditas en el hombro—. Puede que no seamos los primos más cercanos, pero en momentos como este debemos estar unidos.

Miro a Melike que sonríe con más tranquilidad, subimos al avión luego de despedirnos y de pedirle a Agustín que les cuente a mis padres.

Melike cierra los ojos y puedo ver que respira más tranquila, me siento a su lado para acariciar su vientre y allí al fin puedo ver esa sonrisa hermosa que siempre me ha gustado de ella. Esperamos a que todo esté en regla y luego de que todo está listo, la puerta se cierra.

—Te prometo que estaremos bien —le digo mientras acaricio su cabello en el despegue—. En Italia podemos quedarnos en la casa de mi madre hasta que logre encontrar dónde trabajar, luego de eso buscaremos algo más pequeño y nuestro.

—No pensé que terminara todo así —me dice con su voz perdida.

—Amor —la muevo para que me vea a la cara, quiero que no le quede duda de mis sentimientos—. Esto recién está comenzando, verás que nuestro amor será fuerte y nada hará que deje de amarte.

Ella me ve con una ilusión diferente en sus ojos, sé que todo esto ha pasado muy rápido, pero al menos tenemos más tiempo de conocernos que Francesca con Fabián.

Luego de diecisiete horas de vuelo, llegamos a Florencia y en cuanto enciendo mi teléfono me llegan cientos de llamadas de mis padres y de Alex. Llamo a mi hermano enseguida porque sé que algo muy malo debió ocurrir.

—¡¿Qué demonios se supone que estás haciendo?! ¡¿En qué estabas pensando para irte de esa manera sin decirme nada?!

—Quería evitar precisamente esto…

—Pero no podrás evitar el disgusto tan grande que nuestros padres se han llevado, especialmente luego de todo lo que ha pasado…

—Alex, me estás asustando, ¿acaso el padre de Melike les hizo algo?

—Lorenzo, es Francesca.

—¡¿Qué le pasó a mi hermana?! —Melike me da la mano y siento un terror enorme recorrerme por la espalda.

—Francesca estaba sufriendo maltrato por parte de Fabián, ese tipo está enfermo… pero así es como le fue, le partí la cara al imbécil.

—Ya me imagino cómo lo dejaste…

—Pero eso no es todo, Francesca descubrió que estaba embarazada… en medio de eso nos llegó la noticia de que te fuiste con Melike y que su padre te acusó de secuestro.

—¡Eso no es cierto! ¡Sólo estoy intentando salvar a mi mujer y a mi hijo de ese señor!

—Mira, nuestros padres van tras de ti, pero tienes que prepararte, porque los padres de Melike también y lo que supe hace una hora no me gusta para nada.

—¿Qué quieres decir?

—Dile que te diga la verdad, mereces saberla de su boca —miro a Melike, paso saliva y ya no sé si quiero que me la diga.

—Está bien, veré qué es lo que tiene que decirme. Mantenme informado, lamento que nuestra hermana no tenga a nuestros padres con ella.

—No te preocupes, me tiene a mí y mis suegros se tomaron el rol de padres bastante bien, ya están comprando una casa en Cambridge para que se vaya a estudiar.

—Ese señor es de otro mundo.

—Marco Russo es el hombre más asombroso que he conocido… no se lo digas a papá.

Cuelgo la llamada luego de despedirnos, miro a Melike pero antes de preguntarle a qué se refiere Alex con eso de que me diga la verdad, llegamos a la mansión de Florencia y ella se baja maravillada.

Caminamos al interior, sabiendo que en pocas horas se nos vienen dos huracanes, pero por ahora quiero que se alimente y que descanse. Decido contarle solo lo de Francesca, sobre lo demás me hago el loco, porque siento que no debo volver a escapar y si le digo, es justo lo que querrá hacer.

Las horas se van pasando, la noche se hace eterna porque no pego un ojo, mientras que Melike duerme como si nada estuviera pasando.

Por la mañana me levanto listo para la pelea, sé que en poco tiempo mis padres harán acto de presencia, aunque creo que se han tardado. Bajo a la sala, dejo a Melike vistiéndose con tranquilidad y cuando se abre la puerta, sé que mi regaño ha llegado.

—Madre, padre, puedo explicarles… —veo el rostro afligido de mi madre, sé que ha estado llorando, pero mi padre se ve peor. Me acerco a ellos para abrazarlos, quiero que estén tranquilos, pero la voz de un hombre tras ellos hace que me separe.

—Así que tú eres el chico con el que mi hija se enredó.

—Y el padre de su nieto —le digo desafiante, pero él solo sonríe con sarcasmo.

—Eso lo pondré en duda, considerando que no eres el único con quien Melike se ha revolcado, es una vergüenza para mi familia y merece un buen castigo por eso.

—Lorenzo, amor, ¿dónde estás? —la voz de Melike llega tras nuestros padres y se queda helada cuando ve a su padre. Intenta correr a la puerta, pero yo la detengo antes de que la cruce, la tomo por ambos brazos con las lágrimas rodando por mis mejillas—. Amor, todo lo que te diga es mentira…

—¿Entonces es mentira que te acostaste con Serkam al mismo tiempo que con este muchacho? ¿Acaso es mentira que Serkam es tu prometido y con quien te casarías en dos meses?

La suelto porque ahora mismo me siento perdido.

Melike, mi Melike, la mujer que amo… me engañó y de la peor manera.

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