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Capítulo 11: Discusiones y un amor inocente

Tras esa primera pelea, la reconciliación no se hizo esperar, nos fuimos a un hotel cerca de casa en donde dimos rienda suelta a la pasión toda la tarde, pero ella luego dijo que debía irse porque su padre estaba preguntando dónde estaba metida.

Lo cierto es que ya estaba bastante cansado de estar escondido, algo que hoy no ha cambiado para nada.

El verano se nos pasó entre sus viajes y las constantes citas a las cuales no llegó. Aunque no puedo negar que la reconciliación después era bastante buena, lo cierto es que nuestra relación no puede basarse sólo en intimidad. Ya tuve muchas de esas y no quiero más

Estoy sentado en la cocina, bebiendo una taza de leche caliente y comiendo un sándwich de queso fundido que me ha preparado Helen. Frente a mí está sentada Isabella, quien también está perfectamente peinada y arreglada para ir a su primer día de clases.

Yo estoy listo para el ingreso a la universidad y me he comprometido con Helen de llevar a Isabella al colegio.

—En verdad mi niño, no es necesario —me dice por enésima vez Helen y yo le sonrío.

—En verdad no es molestia. Además, todas mis clases empiezan más tarde y no tengo problema con llevarla.

—¿También llevarás a Fabio? —me pregunta Isabella y me río.

—Sólo si es capaz de levantarse temprano y seguirnos el ritmo.

—No sé por qué Fabio me recuerda a alguien que hasta el año pasado hacía exactamente lo mismo —dice divertida Isabella.

Le saco la lengua, porque sé que se refiere a mí.

Hace dos días fue el ingreso de Francesca y Alex se encargó de llevarla a su primer día. Hoy me tocará a mí llevar a Fabio y a Isabella, y es mi compromiso de llevarlos durante todo el año, como una manera de demostrar que soy un poco más responsable.

Y la verdad es que se siente bastante bien, al menos ahora tengo una obligación que cumplir y por eso ya no me duermo tarde y me levanto más temprano de lo que lo hacía antes.

—Buenos días… —dice Fabio, quien llega bastante apurado, coge uno de los sándwiches y se traga la mitad de un solo bocado. Helen lo mira feo y él sólo hace un gesto de vergüenza, se sienta a mi lado, le paso una taza de leche y se la bebé de una vez, por fortuna ya está tibia, si no se hubiese quemado.

—Mamá te dijo que no te quedaras con los videojuegos hasta tan tarde —lo regaño mirando a la hora.

—No me quedé jugando, de hecho, ella se llevó la consola.

—¿Entonces, qué te quedaste haciendo?

—Hablando con una chica —no puedo evitar soltar la carcajada porque sé que eso es demasiado falso para él cuando es tan chico.

Termino mi desayuno y me pongo de pie al mismo tiempo que Isabella lo hace, ella se va a lavar los dientes y yo hago exactamente lo mismo. Regreso a la cocina y tomo la mochila de ella, me la cuelgo al hombro y luego tomo la mía.

—No es necesario que lleves mi mochila, yo puedo hacerlo —me dice algo molesta, la verdad es que lleva así bastante tiempo y no tengo idea por qué está tan enojada conmigo.

—Sé que puedes hacerlo, pero quiero hacerlo yo por ti.

Se despide de Helen y salimos con dirección a mi auto. Fabio nos alcanza bastante apurado con una mancha de pasta de dientes en la cara y mi madre le dice que se la quite. Abre la puerta de adelante y yo lo detengo porque ese lugar es para Isabella.

—No me vas a salir con eso de que las mujeres van adelante —me dice molesto, sentándose atrás y cruzándose el cinturón de seguridad.

—Sabes que esas cosas no van conmigo. Si Isabella se ganó el puesto de adelante es porque se levantó temprano y no tuvo que tragarse el desayuno.

—O sea que… —dice pensativo Fabio—, para ganarme el puesto de adelante, tengo que levantarme antes que ella.

—Exactamente.

—Bueno, desde ya declaro que ese lugar es único y exclusivo de ella.

—No seas tonto, Fabio —le dice Isabella bastante seria mientras los dos nos reímos—. Este lugar es exclusivo de su novia, pero si me senté adelante es porque en la parte de atrás me mareo.

Isabella se coloca a su cinturón y comienza a manipular la radio para poner música. Al menos los gustos musicales de la pequeña no son tan descabellados.

El trayecto se nos hace bastante corto y entretenido. Busco las calles menos congestionadas para no llegar tarde y cuando nos detenemos finalmente frente al edificio del colegio, mi hermano me agradece y se baja corriendo. Isabella por otra parte, toma su mochila y me mira con seriedad.

—Muchas gracias por traerme a la escuela.

—Es un placer que sé voy a disfrutar durante todo el año.

—Eso si no te casas antes de que éste año termine.

Y antes de que yo pueda responderle cualquier cosa, abre la puerta y da un salto fuera del auto y comienza a caminar al interior del edificio. Un par de veces se me ha ocurrido de que tal vez estás celosa porque tengo novia, pero eso sería ridículo porque la diferencia de edad que hay entre los dos es bastante. Yo estoy a punto de cumplir los veintidós y ella recién va a cumplir catorce.

Me quedo observando que entren a la escuela y luego de eso parto con rumbo a la universidad, bastante relajado. En mitad del trayecto Melike me llama por teléfono y le respondo con el manos libres.

—Hola, mi amor, buenos días, ¿cómo estás? —me pregunta con esa voz que se me hace tan dulce y no puedo evitar sonreír.

—Bien ya de camino a la universidad ¿y tú?

—Yo voy de camino a la empresa, mi padre quiere que hoy le ayude con algunas cosas.

—Te deseo, entonces, un buen día.

—Gracias y yo a ti… Quería saber si nos veremos más tarde.

—La verdad es que no lo sé. Todo depende de si me dan deberes el primer día y también dependerá de que tú llegues a nuestra cita.

—Lorenzo, por favor, no sigas con eso, ya te he explicado muchas veces qué es lo que pasa, porque yo no llego a las citas.

—Y yo te he dicho a ti que deberíamos hablar con tus padres para que puedas llegar a ellas precisamente.

—Lorenzo, por favor, no quiero pelear tan temprano.

—Y yo no quiero pelear ni temprano ni tarde, así que mejor te corto porque no me gustaría tener un accidente por estar discutiendo con mi novia acerca de que no ha llegado a las últimas diez citas que ella misma me ha propuesto.

Corto el teléfono y me en la primera parada, lo dejo en silencio para que ella no vuelva a interrumpirme. Piero me ha preguntado por qué no termino la relación con ella, si es obvio que ya no va a ninguna parte, pero realmente no sé por qué hay algo que me lo impide.

De pronto, en la radio comienza a escucharse una canción que me llega directo al corazón y comienzo a cantarla con todo el sentimiento que tengo mientras sigo acortando la distancia con la universidad.

—No creo en tus promesas, ya me cansé de intentar. Es muy tarde ya para venir aquí a decir lo siento, nada que me digas salvara este amor que está muriendo…

Cuando llego a la Universidad me encuentro con varios de mis compañeros, con los cuales el año anterior me iba de fiesta. Uno de ellos se me acerca y me invita a una fiesta de bienvenida que tendrán esa noche para celebrar el nuevo año que se inicia en la universidad, pero yo le digo que no iré porque este año mi interés no está en la diversión.

Por supuesto que me miran como bicho raro y muchos de ellos saben las verdaderas razones por las cuales yo no quiero ir a la fiesta. Después de todo, son muy pocos los que están al tanto de lo que me pasó con Mariela.

Con el teléfono en silencio y enviándole mensajes sólo a mis padres para que sepan que estoy bien, mi día transcurre bastante tranquilo. Como este día, mi salida es temprano, me he comprometido con ir a buscar a los chicos a la escuela. Una vez que salgo. Camino directamente al estacionamiento en donde he dejado ubicado mi auto. Y con sorpresa veo que allí está parada Melike.

Va con su traje de ejecutiva que la hace ver hermosa y está parada con los brazos cruzados, mirándome bastante seria, sé que está molesta por la manera en que le corté y porque no le contesté a ninguna de sus llamadas, pero la verdad es que no quería que mi primer día en la universidad se viera afectado por una pelea con ella.

—Melike no pensé que ibas a venir, ¿cómo estás? —me acerco para darle un beso, pero ella corre el rostro—. Desde ya te digo que si viniste a pelear conmigo ahora mismo no tengo tiempo, debo ir a buscar a mi hermano y a Isabella a la escuela.

—Pero yo vine para estar contigo.

—Bueno, no es eso lo que me estás mostrando. Acabo de intentar darte un beso y tú me has corrido del rostro.

—Es porque sigo molesta por la manera en que me cortaste en la mañana.

—Entonces, lo mejor será que te vayas porque si estás molesta lo más probable es que tengamos una discusión y la verdad es que ahora no quiero nada de eso. Si quieres, podemos hablar más tarde.

—Nos reuniremos en algún lugar.

—Eso lo sabes tú. Tú, dime si es que hoy no tendrás problemas con tu padre para llegar al lugar en donde me cites—suspira con frustración, pero es que no voy a terminar con este tema. Ella sabe perfectamente que no le voy a aceptar ninguna cita, a menos que me lleve a hablar con sus padres para que podamos terminar con esto.

—Lo mejor será que me vaya, contigo es imposible hablar en este momento.

—Bueno, me dices cualquier cosa que pase.

Esta vez no intentó despedirme ni darle un beso ni nada, solo me subo al auto y salgo de ahí con dirección a la escuela para buscar a los niños. Me estaciono muy cerca de la entrada, pero como hay tantos vehículos y tanta gente, decido bajarme para ir por los chicos y así que ellos me vean.

De pronto veo a un grupo de muchachitas que están molestando a otra, me acerco para detenerlas, pero cuando veo que el objeto de sus burlas es Isabella, dejo todo de lado y corro hacia ella.

Tiró de ella con delicadeza y la dejó detrás de mi cuerpo, miro a las niñas y les digo con un tono bastante molesto.

—¿Por qué se supone que están molestando a mi amiga?

—¿Es tu amiga? —me dice una de ellas, que por lo demás es bastante fea—. Pues no deberías, eres demasiado lindo como para tener una amiga que es la hija de una sirvienta.

—Y tú no deberías salir de casa, porque eres bastante fea —le digo sin pensarlo, veo que una de las madres se acerca y le digo con molestia—. Le pido por favor que me dé ahora mismo el nombre de su hija, puesto que presentaré una queja de ella y de todas las demás niñas con la directora.

—¿Y eso a razón de qué?

—Estaba molestando a mi amiga y yo no voy a dejar que ellas hagan algo como esto sólo porque es la hija de la señora que me cuida.

En algún momento pensé que la madre iba a apoyar a su hija, pero la verdad es que ella misma la toma del brazo y la mete de regreso al colegio, las otras chicas salen escapando, pero yo sigo a la mujer y decidido, voy a poner la queja con la directora.

Cuando me escucha, sólo asiente y toma nota, luego me mira y con una sonrisa bastante tonta me dice.

—Ingresaré por supuesto la queja y llamaré a los apoderados de las niñas que estaban molestando a Isabella, pero me gustaría que fuera su apoderada quien venga personalmente a hablar conmigo, puesto que usted no tiene…

—¿Qué no tengo? ¿Acaso porque no soy su padre o su hermano o un familiar directo de ella, no puedo quejarme del trato? Quiere decir que cualquier persona por la calle puede ver una injusticia como ésta y no puede denunciarlo en su colegio porque no es familiar del alumno.

—No es eso lo que quise decir…

—Mire, no hagamos esto más largo, mañana vendré con la madre, pero ni crea que me apartaré de esto, Isabella es parte importante de mi familia, creo que el año pasado lo dejé muy claro y desde ya le advierto que este no permitiré las mismas injusticias.

—Sí, joven Cavalcanti, no tiene que preocuparse de eso.

—Y recuerde, cualquier represalia en contra de Isabella… lo van a lamentar, puede que otros padres no le den importancia a estas cosas, pero yo me las tomo muy en serio.

Me pongo de pie y al salir Isabella está sentada, Fabio la está abrazando y eso me hace sentir raro, como si eso estuviese mal… niego con la cabeza y me acerco a ella, se lanza a mi cuello y yo la abrazo.

—Ya pasó, no volverán a molestarte, te lo prometo.

—Gracias… si no hubieses llegado, ellas me habrían quitado mis cosas y tirado a la basura.

—Eso no pasará —miro a Fabio y le pregunto—. ¿por qué no estabas con ella? Te dije que no debes dejarla sola a la salida.

—Estaba en la sala, me faltó terminar algo.

Asiento y sin pensármelo, levanto a Isabella entre mis brazos, la saco de allí dejando claro que es importante para mí y que nadie se puede meter con ella sin pagar las consecuencias.

Al llegar a casa, hablo con Helen, ella abraza a Isabella y le dice que vaya a descansar.

—Gracias… no tienes idea de lo que esto es para nosotras —me dice con lágrimas en los ojos que no deja salir.

—No me agradezcas, es mi manera de regresar todas esas veces que me diste galletas a escondidas o que te culpaste por algún florero roto —la abrazo con fuerza, porque ahora me doy cuenta que tengo más personas que me importan, además de mi familia.

—Ella estará feliz, te ve como su caballero andante —me dice riendo y yo abro los ojos sorprendido.

—¿Me estás diciendo que…?

—Sí, le gustas y mucho, pero entiende que tú no eres para ella.

—No me dirás que por lo de las clases sociales y esas cosas.

—Claro que no, ustedes no son así… es por la edad, ocho años son bastantes, aunque ahora se notan más. Pero para cuando ella cumpla los dieciocho… mejor ruega estar casado o que ella ya no esté interesada en ti.

Se ríe, sigue con sus cosas y yo miro a la puerta por donde Isabella se ha ido. Ahora entiendo muchas cosas y por eso mismo tengo que cuidarla mucho más, especialmente de mí.

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