Manuel se giró para volver a la cabaña y se dio de bruces con Yuma. El tupi le miraba serio, pero ya no parecía enfadado, y Manuel se sintió relajado ante su presencia. Supo que sabía todo lo que había ocurrido. Él y Cala habían seguido su conversación con el muchacho. El sigilo de aquellos seres era asombroso y estaba claro que Cala había aprendido a mostrarse tan silenciosa como ellos.
—Gracias —murmuró Yuma.
—No me las des, volverá —contestó Manuel—, y lo hará por mi culpa, supongo que Cala te ha dicho de dónde sale.
—Sí —dijo Cala saliendo de detrás de uno de los árboles—, y la culpa es mía, no tuya.
Manuel sonrió. Sabía que ella estaba allí, acompañando al tupi.
—El adulto soy yo, creo.
Caminaron juntos hacia la cabaña
La visita al guardabosques había sido una experiencia reconfortante para Yuma, pero ahora tenía un nuevo motivo por el que preocuparse y no dejaba de pensar si lo mejor sería contar la verdad al clan o de nuevo ocultar información. Aquel muchacho de la ciudad podía haberse asustado y haber decidido no volver más o, a todos les parecía lo más probable, regresar dispuesto a descubrir la verdad.Camino al clan, Yuma y Cala trataban de decidir lo que iban a contar. Cala le preguntó a Yuma qué era lo que Sasa había contado.—¿Sasa sabe que fuiste a la ciudad?Cala asintió.—Sí, por eso te pregunto qué fue lo que ella contó.—Delante de mí solo dijo que aquel día habías ido a visitar al guardabosques a su cabaña. Pero yo salí disparado después de que lo dijera, no sé si al irme
Kasa regresó derrotado y Min leyó la angustia en sus ojos antes de que él pudiera decir nada. Se encerraron en el cuarto de la abuela y hablaron durante horas mientras el resto del clan trataba de tranquilizar su propio nerviosismo como podía. Léndula se mordía las uñas y paseaba con Azca en brazos entrando y saliendo de la guarida mientras tatareaba por lo bajo desquiciada.Cuando Yuma había regresado con Cala, Léndula la había abrazado cálidamente, pero después no había vuelto a dirigirla la palabra. Su estado nervioso angustiaba al resto del clan, pero ella no podía evitar aquel ir y venir, estar hipervigilante ante cualquier movimiento.En cuanto le fue posible, Cala acorraló a Sasa en un aparte y la habló.—¿Has contado también que estuve en la ciudad?—¿Qué? —Sasa se sorprendió— S&
—¡Yuma! —gritó Cala, en vano. Namid pasó a su lado y le colocó una mano en el hombro.—Yo le traeré —dijo mientras abandonaba la guarida.Cala se dejó caer en una silla ¿Cómo era posible que todo se volviera tan complicado? Léndula se sentó a su lado y la acarició la cabeza.—Cuando te vi por primera vez, supe que te amaría siempre —le dijo suavemente—, pero también sabía que un día me dejarías por ellos.—Mamá —murmuró Cala al borde de las lágrimas. Léndula le puso un dedo en los labios para que no hablara.—No, escucha, fui muy egoísta, te robé una vida entera y estás en tu derecho de recuperarla, pero si de verdad quieres a Yuma, si le amas, no hace falta que mientas por mí.Se levantó lentamente y se d
Namid alcanzó a Yuma cerca de la cabaña del guardabosques. Tuvo que forcejear un poco con él hasta que logró detenerle.—¿Qué estás haciendo, Yuma? No sé a dónde vas —exclamó Namid sofocado por la carrera.—¡Voy a decírselo! —gritó Yuma con rabia— ¡Quiero ser el primero en decirle que lo ha conseguido, que ella les ha elegido a ellos! ¡Ya es suya!Se arrodilló en el suelo y rompió a llorar como un niño. Namid se agachó a su lado moviendo la cabeza de un lado a otro.—¡Que estúpido eres, hermano! Cala no es de nadie, Cala es una mujer que decide por sí misma, aunque a ti te cueste tanto aceptarlo.Yuma le lanzó un puñetazo y Namid lo esquivocó provocando que Yuma cayera de bruces. Desde su posición Namid se rió. Yuma era tan tempera
Al regresar al clan, Yuma encontró a Cala sentada en la cocina arrullando al bebé de Namid. Estaba tan hermosa, allí a la luz de las velas, con el rostro inclinado sobre el bebé y las mejillas ligeramente sonrosadas por el calor del fuego.—Sasa está descansando, no se encontraba muy bien— comentó Cala sin quitar la vista de Yuma. Namid le cogió el niño de los brazos y se fue hacia su habitación. Yuma cogió una silla y la acercó a Cala antes de sentarse.—Parece que soy el único que no he pillado tus intenciones. Aún así, no me parece bien lo que has hecho.Cala sonrió y se rió bajito.—¿Y qué vas a hacer? ¿Castigarme?—No, quedarme contigo. Eso es lo que voy a hacer. Perdóname por no haberme dado cuenta del sacrificio que estabas haciendo. Perdóname por haberte juzgad
Manuel rodeó el fiat punto de Pablo y maldijo, en voz baja, por undécima vez, el día que se había dejado convencer por Cala para que la llevara a la ciudad. Si aquella especie tenía problemas de por sí, aquel muchacho no había llegado más que para sumar uno más.El coche estaba aparcado en uno de los laterales que bordeaban el bosque, justo en el extremo opuesto a la cabaña. El muchacho no debía de andar lejos. Manuel se apoyó en el coche y decidió esperar pacientemente a que éste regresara.Aquel chico era testarudo e iba a complicar las cosas aún mucho más de lo que ya se habían complicado con la traición de aquella tupi celosa. Al fin, también entre aquella especie existían los rencores y los engaños, pensó Manuel.Estaba cayendo la tarde cuando Manuel vio aparecer al chico con unos prismáticos y una
Ni puso el grito en el cielo, ni echó las manos a la cabeza. Tampoco puso los ojos en blanco ni rompió a llorar desquiciada. Léndula se limitó a abrazarlos.De repente, pareció recuperar todas las fuerzas y Yuma no pudo evitar pensar en cuando Ízel y Azca habían sido atacados por la víbora y Léndula parecía haber despertado de un largo letargo y se había puesto las pilas para afrontar la situación.Tal vez tan solo la estuviera superando aquella situación y hubiese decidido dejarse llevar. Tal vez, más adelante, se daría cuenta de lo que aquello significaba y se derrumbaría. Pero por el momento actuaba con total serenidad y aquello facilitaba la situación.Volvieron a reunirse todos, la situación era urgente y el tiempo se les echaba encima. Sasa estaba especialmente sensible y Azca, que notaba el nerviosismo de su madre, no paraba de llo
Léndula esperó hasta verlos desaparecer entre los árboles y luego les hizo un gesto a Yuma y a Cala para que volvieran dentro de la guarida. Había adelgazado mucho y sus altos pómulos de gata estaban aún más marcados. Cala pensó que también Léndula dejaba allí a un ser querido, la melliza de Yuma. Sabía que, en parte, Léndula había quedado prendada de ella cuando la vio porque siempre había deseado tener una niña y la melliza había muerto al poco tiempo de nacer. También sabía que aquella muerte prematura había sido, en gran medida, la causa de la inestabilidad nerviosa de Léndula, y ahora, de pronto, su nueva fortaleza la alegraba, pero al mismo tiempo la asustaba pensar que no era sino el preámbulo hacia una nueva recaída aún mucho más intensa.—Quiero deciros algo —comenzó a decir c