Namid alcanzó a Yuma cerca de la cabaña del guardabosques. Tuvo que forcejear un poco con él hasta que logró detenerle.
—¿Qué estás haciendo, Yuma? No sé a dónde vas —exclamó Namid sofocado por la carrera.
—¡Voy a decírselo! —gritó Yuma con rabia— ¡Quiero ser el primero en decirle que lo ha conseguido, que ella les ha elegido a ellos! ¡Ya es suya!
Se arrodilló en el suelo y rompió a llorar como un niño. Namid se agachó a su lado moviendo la cabeza de un lado a otro.
—¡Que estúpido eres, hermano! Cala no es de nadie, Cala es una mujer que decide por sí misma, aunque a ti te cueste tanto aceptarlo.
Yuma le lanzó un puñetazo y Namid lo esquivocó provocando que Yuma cayera de bruces. Desde su posición Namid se rió. Yuma era tan tempera
Al regresar al clan, Yuma encontró a Cala sentada en la cocina arrullando al bebé de Namid. Estaba tan hermosa, allí a la luz de las velas, con el rostro inclinado sobre el bebé y las mejillas ligeramente sonrosadas por el calor del fuego.—Sasa está descansando, no se encontraba muy bien— comentó Cala sin quitar la vista de Yuma. Namid le cogió el niño de los brazos y se fue hacia su habitación. Yuma cogió una silla y la acercó a Cala antes de sentarse.—Parece que soy el único que no he pillado tus intenciones. Aún así, no me parece bien lo que has hecho.Cala sonrió y se rió bajito.—¿Y qué vas a hacer? ¿Castigarme?—No, quedarme contigo. Eso es lo que voy a hacer. Perdóname por no haberme dado cuenta del sacrificio que estabas haciendo. Perdóname por haberte juzgad
Manuel rodeó el fiat punto de Pablo y maldijo, en voz baja, por undécima vez, el día que se había dejado convencer por Cala para que la llevara a la ciudad. Si aquella especie tenía problemas de por sí, aquel muchacho no había llegado más que para sumar uno más.El coche estaba aparcado en uno de los laterales que bordeaban el bosque, justo en el extremo opuesto a la cabaña. El muchacho no debía de andar lejos. Manuel se apoyó en el coche y decidió esperar pacientemente a que éste regresara.Aquel chico era testarudo e iba a complicar las cosas aún mucho más de lo que ya se habían complicado con la traición de aquella tupi celosa. Al fin, también entre aquella especie existían los rencores y los engaños, pensó Manuel.Estaba cayendo la tarde cuando Manuel vio aparecer al chico con unos prismáticos y una
Ni puso el grito en el cielo, ni echó las manos a la cabeza. Tampoco puso los ojos en blanco ni rompió a llorar desquiciada. Léndula se limitó a abrazarlos.De repente, pareció recuperar todas las fuerzas y Yuma no pudo evitar pensar en cuando Ízel y Azca habían sido atacados por la víbora y Léndula parecía haber despertado de un largo letargo y se había puesto las pilas para afrontar la situación.Tal vez tan solo la estuviera superando aquella situación y hubiese decidido dejarse llevar. Tal vez, más adelante, se daría cuenta de lo que aquello significaba y se derrumbaría. Pero por el momento actuaba con total serenidad y aquello facilitaba la situación.Volvieron a reunirse todos, la situación era urgente y el tiempo se les echaba encima. Sasa estaba especialmente sensible y Azca, que notaba el nerviosismo de su madre, no paraba de llo
Léndula esperó hasta verlos desaparecer entre los árboles y luego les hizo un gesto a Yuma y a Cala para que volvieran dentro de la guarida. Había adelgazado mucho y sus altos pómulos de gata estaban aún más marcados. Cala pensó que también Léndula dejaba allí a un ser querido, la melliza de Yuma. Sabía que, en parte, Léndula había quedado prendada de ella cuando la vio porque siempre había deseado tener una niña y la melliza había muerto al poco tiempo de nacer. También sabía que aquella muerte prematura había sido, en gran medida, la causa de la inestabilidad nerviosa de Léndula, y ahora, de pronto, su nueva fortaleza la alegraba, pero al mismo tiempo la asustaba pensar que no era sino el preámbulo hacia una nueva recaída aún mucho más intensa.—Quiero deciros algo —comenzó a decir c
Manuel acunaba a Cala entre sus brazos. Su cuerpo menudo y cálido le proporcionaba una sensación que hacía años que no sentía, y hundía su nariz en el cabello de la muchacha, a la altura de la nuca, para absorber el olor que desprendía.La chica, destrozada, lloraba acongojada, y Manuel no podía evitar pensar en que podría ser su bebé perdido, con el corazón roto por un desengaño amoroso, o por la traición de una amiga o la desilusión de un pequeño fracaso escolar. Pensó en lo diferente que podría haber sido su vida si un día no le hubieran arrebatado lo que más quería.Quería calmar aquel dolor, hacerla sentir que estaba segura y a salvo, y que él nunca dejaría que nadie la hiciera daño. No, ya nadie la dañaría, ahora él era mucho más cauteloso, no podían pillarle desp
A Yuma no le costó demasiado alcanzar a sus padres. Encontró a Léndula entera, serena, y se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que se derrumbara. Quizá las cosas habían sucedido de una forma tan precipitada que ella aún no lo hubiera logrado asimilar en su cabeza. De hecho todo parecía un sueño. Sabían lo que hacían, pero, al mismo tiempo, era casi imposible creer que no iban a volver a verse.—¿Cómo quedó Cala? —preguntó con voz ansiosa.—Estaba más tranquila —mintió Yuma. Se dio cuenta de que se había pasado más de media vida mintiendo y fingiendo por los demás. Cómo iba a pensar cuando encontró a aquel bebé humano en un contenedor de basura que su vida ya sólo giraría en torno a él hasta el punto de renunciar a los de su propia especie. Renuncia
Acomodaron a Min, a Léndula y a Sasa, con el bebé, en una de las habitaciones y a Kasa, a Namid y a Yuma en otra. Los cuartos eran sencillos, no muy grandes y con dos literas en cada uno. Eran las habitaciones de los miembros del Consejo que comenzaban su formación. Cada año, de entre los tupi que cumplían dieciocho años se hacía una selección y sólo tres de ellos llegaban a ser elegidos como iniciados, luego comenzaban una formación, y, finalmente, sólo uno de ellos pasaba a convertirse en miembro del Consejo. Era como la cúpula de los tupi, su gobierno, el organismo que decidía las normas y cuidaba de toda la comunidad.Kasa y Namid hablaban con Yuma.—Ahora que sabemos el clan que nos corresponde puedes volver a la cabaña para ver a Cala y decírselo —le decía Kasa a Yuma—. Nosotros iremos despacio y de esa forma te dará tiempo a av
Cala se recostó en la cama con una revista de guardas forestales que había encontrado entre los papeles de dibujo de Manuel. Él la observó durante un rato, y, luego, terminó venciéndole la curiosidad.—¿Sabes leer?Cala le miró sonriendo.—Pues claro, ¿no hablamos el mismo idioma? Kasa me enseñó. Tenemos libros, libros que se van consiguiendo y acumulando de vosotros, los humanos.—Pero, entonces…—Retiraron todos en los que aparecían fotos o dibujos vuestros —se adelantó Cala.Manuel se sentó a su lado.—Es increíble ¿sabes? Es como si viviéramos en dos mundos paralelos del que los humanos desconocemos todo...—Sí. Los humanos sí, pero los tupi sí que saben de nuestra existencia —comentó Cala.Manuel s