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Namid alcanzó a Yuma cerca de la cabaña del guardabosques. Tuvo que forcejear un poco con él hasta que logró detenerle.

—¿Qué estás haciendo, Yuma? No sé a dónde vas —exclamó Namid sofocado por la carrera.

—¡Voy a decírselo! —gritó Yuma con rabia— ¡Quiero ser el primero en decirle que lo ha conseguido, que ella les ha elegido a ellos! ¡Ya es suya!

Se arrodilló en el suelo y rompió a llorar como un niño. Namid se agachó a su lado moviendo la cabeza de un lado a otro.

—¡Que estúpido eres, hermano! Cala no es de nadie, Cala es una mujer que decide por sí misma, aunque a ti te cueste tanto aceptarlo.

Yuma le lanzó un puñetazo y Namid lo esquivocó provocando que Yuma cayera de bruces. Desde su posición Namid se rió. Yuma era tan tempera

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