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Al regresar al clan,  Yuma encontró a Cala sentada en la cocina arrullando al bebé de Namid. Estaba tan hermosa, allí a la luz de las velas, con el rostro inclinado sobre el bebé y las mejillas ligeramente sonrosadas por el calor del fuego.

—Sasa está descansando, no se encontraba muy bien— comentó Cala sin quitar la vista de Yuma. Namid le cogió el niño de los brazos y se fue hacia su habitación. Yuma cogió una silla y la acercó a Cala antes de sentarse.

—Parece que soy el único que no he pillado tus intenciones. Aún así, no me parece bien lo que has hecho.

Cala sonrió y se rió bajito.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Castigarme?

—No, quedarme contigo. Eso es lo que voy a hacer. Perdóname por no haberme dado cuenta del sacrificio que estabas haciendo. Perdóname por haberte juzgad

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