Para cuando Yuma volvió al cuarto después de hablar con Craso, Namid ya había regresado. Él y Kasa estaban acostados en silencio, pero, apenas Yuma atravesó la puerta, los dos se incorporaron en las literas.
—¿Qué pasa? —preguntó Kasa, preocupado.
Yuma se sentó en una de las literas con los codos apoyados en sus muslos y la cabeza entre las manos.
—Que las cosas no me pueden ir peor —contestó con rabia—. Craso me ha estado contando que el abuelo Sush estuvo a punto de formar parte del Consejo.
Kasa se encongió de hombros.
—Sí, es verdad, pero lo dejó para casarse con tu abuela. Por eso el abuelo tenía cierta influencia, de hecho el Consejo le apreciaba y admiraba, no veo en qué te puede perjudicar eso.
Yuma miró a su padre. Sólo conocía una parte de la historia y sentía tener
Antes de partir al clan de Dorna, Craso estuvo hablando con Min. Leititus les miraba con desconfianza, y, finalmente, a pesar de la falta de respeto que ello suponía, se acercó y entró en la conversación.—Espero que no encontréis ninguna dificultad en el viaje —dijo, sonriendo torpemente a Min.Ella no le devolvió la sonrisa. Min estaba incómoda ante aquel tupi, pero trataba de que no se le notara de forma externa.—No es en el viaje donde encontramos las dificultades —dijo secamente.Vio acercarse a Léndula hacia ellos y temió cualquier reacción de su nuera que pudiera darles problemas, así que se giró para volver al grupo, pero Leititus la sujetó por una muñeca.—Sush jamás debió permitir que la humana se quedara con vosotros, yo jamás...Craso puso su mano sobre la de Leititus y la ret
Yuma corría por el bosque abstraído en sus pensamientos. A veces tanto, que hasta se le olvidaba que Isaí estaba ahí, en algún lugar tras él.Su cabeza era un hervidero de preguntas, pero había una que le asustaba sobremanera ¿Qué iban a hacer ahora Cala y él? ¿Quedarse en la antigua guarida? ¿Pasar allí al menos el invierno y luego irse a otro lugar y comenzar una nueva vida? ¿Irse ya arriesgándose a congelarse o morir de hambre?Los Kilómetros se sucedían y cada vez estaba más cerca de la guarida ¿Hasta dónde tendría orden de seguirle Isaí? ¿Tendría que ver a la humana con sus propios ojos o el hecho de que él volviera a su antigua guarida sería una prueba lo suficientemente incriminatoria para el Consejo?Yuma llegó hasta la entrada de la guarida y se detuvo sin aliento. To
—¡Yuma! —exclamó Manuel, justo antes de ver al muchacho atado a la silla. Resopló y se llevó las manos a la cabeza. Seguramente ni Cala ni Yuma sabían el lío en el que podía meterse él si alguien se enteraba de que tenía a aquel muchacho retenido en la cabaña— ¡Mierda! —gritó, mirando al muchacho.—Desáteme —ordenó Pablo. Estaba rojo como un tomate y las venas se le marcaban en el cuello debido a la rabia y vergüenza que estaba pasando.Se había mantenido calmado mientras Manuel no estaba allí, pero al ver al guardabosques se envalentonaba y mostraba su indignación. Aún así, sus ojos se dirigían con cautela y curiosidad hacia Yuma.—Te dije que no nos molestaras más —gritó Manuel, fuera de sí.El muchacho, aun en aquellas circunstancias, le mir&oa
Pablo la dejó hablar sin interrumpirla ni una sola vez. Le contó toda la historia desde el principio. Todo aquello por lo que habían pasado hasta llegar a aquel punto. Cuando terminó, Cala salió a la entrada de la cabaña y respiró hondo. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Habían recorrido un largo camino hasta llegar a aquel momento. Habían perdido a su familia, a los clanes, la guarida, sus muertos. Habían quedado desenraizados como el árbol que había sido testigo de sus vidas, y, todo para llegar a ese punto, un punto que parecía muerto, sin retorno, sin salida.Yuma salió tras ellas y la abrazó contra él.—No va a pasar nada, estamos juntos, eso es lo importante ¿recuerdas?—¿Qué vamos a hacer?Yuma se encogió de hombros. Estrujaba su cabeza buscando una solución.—Escucha
Manuel estaba muy emocionado, pero no quería desvelar nada de su plan. Decidieron confiar en Pablo y le soltaron. El muchacho se puso en pie y estiró las piernas, después se fue al baño. Manuel aprovechó para hablarles a Cala y a Yuma.—Necesito hacer unas llamadas y tengo que acercarme a las oficinas en la ciudad ¿Estaréis bien?Ellos asintieron. Estaban expectantes, confiaban en Manuel, depositaban en él sus esperanzas y este lo sabía.—No creo que me lleve demasiado tiempo, esta misma tarde estaré de vuelta. Tenéis comida en la nevera y hay café hecho —dijo, mirando a Cala—. No perdáis de vista al muchacho, ¿de acuerdo? Si no sabéis hacer funcionar algo y lo necesitáis, seguramente, Pablo os podrá ayudar.Ellos volvieron a asentir. Pablo regresó del baño y vio que Manuel estaba preparándose
Manuel regresó a media tarde cargado de comestibles. El coche rebosaba de bolsas del supermercado. Yuma salió de la cabaña y miró asombrado el maletero desbordado.Pablo se asomó a la puerta e hizo un gesto a Manuel como pidiéndole permiso para salir. Este asintió.—No estoy acostumbrado a tener invitados— dijo sonriendo.Yuma y Pablo le ayudaron a descargar el coche y meter todo en la cabaña.—Bien, habrá que ver cómo nos repartimos para dormir —miró hacia Pablo—, supongo que aún vives con tus padres ¿no?Pablo asintió con la cabeza.—Llámales, invéntate lo que quieras, pero asegúrate de que te creen, necesito que te quedes aquí tres o cuatro días.El chico asintió y Yuma, por fin, le pudo ver usar su teléfono. Se quedaba en casa de un compa&
Tres días después, Manuel avisó a Yuma y a Cala para que a la mañana siguiente fueran temprano por la cabaña. Se despedían cada noche y abandonaban la cabaña tomados de la mano.Manuel y Pablo conversaban un rato después de su marcha. Por lo genera,l Pablo intentaba sonsacarle cuál era su plan en algún momento de la conversación, pero Manuel se mantenía fiel a su secreto.Cuando Yuma y Cala llegaron, él ya estaba esperándolos a la puerta y se subió a su Land Rover sin dar ninguna explicación.Pablo les recibió con café recién hecho.—Alguien se va de viaje y me da que no voy a ser yo —comentó mientras servía el café en tazas —. Esta mañana se ha levantado muy temprano y le he visto cargar el coche.Se sentaron a la mesa y tomaron sus cafés en silencio. Luego P
Yuma contempló el Land Rover. Estaba pasmado ante la puerta que Manuel mantenía abierta ante él. Cómo podía él ni tan siquiera soñar que un día montaría en uno de los automóviles de los humanos. Recordó la cantidad de tardes que se había pasado, antes de encontrar a Cala, observando los autos de los humanos que podía ver, como hormiguitas, desde lo alto de aquella cima, moviéndose a gran velocidad. Cuántas veces se había imaginado viajando en uno de ellos.Entonces le dio por pensar que era a él, y no a Cala, a quien le maravillan todas aquellas cosas de los humanos, aquellas de las que Léndula hablaba.Manuel le empujó suavemente para hacerle entrar, y Cala entró tras él y se sentó a su lado. Le dio la mano y se la apretó con fuerza, pero Yuma apenas se enteró.Cala le protegía, ahora le t