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Pablo la dejó hablar sin interrumpirla ni una sola vez. Le contó toda la historia desde el principio. Todo aquello por lo que habían pasado hasta llegar a aquel punto. Cuando terminó, Cala salió a la entrada de la cabaña y respiró hondo. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Habían recorrido un largo camino hasta llegar a aquel momento. Habían perdido a su familia, a los clanes, la guarida, sus muertos. Habían quedado desenraizados como el árbol que había sido testigo de sus vidas, y, todo para llegar a ese punto, un punto que parecía muerto, sin retorno, sin salida.

Yuma salió tras ellas y la abrazó contra él.

—No va a pasar nada, estamos juntos, eso es lo importante ¿recuerdas?

—¿Qué vamos a hacer?

Yuma se encogió de hombros. Estrujaba su cabeza buscando una solución.

—Escucha

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