Manuel acunaba a Cala entre sus brazos. Su cuerpo menudo y cálido le proporcionaba una sensación que hacía años que no sentía, y hundía su nariz en el cabello de la muchacha, a la altura de la nuca, para absorber el olor que desprendía.
La chica, destrozada, lloraba acongojada, y Manuel no podía evitar pensar en que podría ser su bebé perdido, con el corazón roto por un desengaño amoroso, o por la traición de una amiga o la desilusión de un pequeño fracaso escolar. Pensó en lo diferente que podría haber sido su vida si un día no le hubieran arrebatado lo que más quería.
Quería calmar aquel dolor, hacerla sentir que estaba segura y a salvo, y que él nunca dejaría que nadie la hiciera daño. No, ya nadie la dañaría, ahora él era mucho más cauteloso, no podían pillarle desp
A Yuma no le costó demasiado alcanzar a sus padres. Encontró a Léndula entera, serena, y se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que se derrumbara. Quizá las cosas habían sucedido de una forma tan precipitada que ella aún no lo hubiera logrado asimilar en su cabeza. De hecho todo parecía un sueño. Sabían lo que hacían, pero, al mismo tiempo, era casi imposible creer que no iban a volver a verse.—¿Cómo quedó Cala? —preguntó con voz ansiosa.—Estaba más tranquila —mintió Yuma. Se dio cuenta de que se había pasado más de media vida mintiendo y fingiendo por los demás. Cómo iba a pensar cuando encontró a aquel bebé humano en un contenedor de basura que su vida ya sólo giraría en torno a él hasta el punto de renunciar a los de su propia especie. Renuncia
Acomodaron a Min, a Léndula y a Sasa, con el bebé, en una de las habitaciones y a Kasa, a Namid y a Yuma en otra. Los cuartos eran sencillos, no muy grandes y con dos literas en cada uno. Eran las habitaciones de los miembros del Consejo que comenzaban su formación. Cada año, de entre los tupi que cumplían dieciocho años se hacía una selección y sólo tres de ellos llegaban a ser elegidos como iniciados, luego comenzaban una formación, y, finalmente, sólo uno de ellos pasaba a convertirse en miembro del Consejo. Era como la cúpula de los tupi, su gobierno, el organismo que decidía las normas y cuidaba de toda la comunidad.Kasa y Namid hablaban con Yuma.—Ahora que sabemos el clan que nos corresponde puedes volver a la cabaña para ver a Cala y decírselo —le decía Kasa a Yuma—. Nosotros iremos despacio y de esa forma te dará tiempo a av
Cala se recostó en la cama con una revista de guardas forestales que había encontrado entre los papeles de dibujo de Manuel. Él la observó durante un rato, y, luego, terminó venciéndole la curiosidad.—¿Sabes leer?Cala le miró sonriendo.—Pues claro, ¿no hablamos el mismo idioma? Kasa me enseñó. Tenemos libros, libros que se van consiguiendo y acumulando de vosotros, los humanos.—Pero, entonces…—Retiraron todos en los que aparecían fotos o dibujos vuestros —se adelantó Cala.Manuel se sentó a su lado.—Es increíble ¿sabes? Es como si viviéramos en dos mundos paralelos del que los humanos desconocemos todo...—Sí. Los humanos sí, pero los tupi sí que saben de nuestra existencia —comentó Cala.Manuel s
Para cuando Yuma volvió al cuarto después de hablar con Craso, Namid ya había regresado. Él y Kasa estaban acostados en silencio, pero, apenas Yuma atravesó la puerta, los dos se incorporaron en las literas.—¿Qué pasa? —preguntó Kasa, preocupado.Yuma se sentó en una de las literas con los codos apoyados en sus muslos y la cabeza entre las manos.—Que las cosas no me pueden ir peor —contestó con rabia—. Craso me ha estado contando que el abuelo Sush estuvo a punto de formar parte del Consejo.Kasa se encongió de hombros.—Sí, es verdad, pero lo dejó para casarse con tu abuela. Por eso el abuelo tenía cierta influencia, de hecho el Consejo le apreciaba y admiraba, no veo en qué te puede perjudicar eso.Yuma miró a su padre. Sólo conocía una parte de la historia y sentía tener
Antes de partir al clan de Dorna, Craso estuvo hablando con Min. Leititus les miraba con desconfianza, y, finalmente, a pesar de la falta de respeto que ello suponía, se acercó y entró en la conversación.—Espero que no encontréis ninguna dificultad en el viaje —dijo, sonriendo torpemente a Min.Ella no le devolvió la sonrisa. Min estaba incómoda ante aquel tupi, pero trataba de que no se le notara de forma externa.—No es en el viaje donde encontramos las dificultades —dijo secamente.Vio acercarse a Léndula hacia ellos y temió cualquier reacción de su nuera que pudiera darles problemas, así que se giró para volver al grupo, pero Leititus la sujetó por una muñeca.—Sush jamás debió permitir que la humana se quedara con vosotros, yo jamás...Craso puso su mano sobre la de Leititus y la ret
Yuma corría por el bosque abstraído en sus pensamientos. A veces tanto, que hasta se le olvidaba que Isaí estaba ahí, en algún lugar tras él.Su cabeza era un hervidero de preguntas, pero había una que le asustaba sobremanera ¿Qué iban a hacer ahora Cala y él? ¿Quedarse en la antigua guarida? ¿Pasar allí al menos el invierno y luego irse a otro lugar y comenzar una nueva vida? ¿Irse ya arriesgándose a congelarse o morir de hambre?Los Kilómetros se sucedían y cada vez estaba más cerca de la guarida ¿Hasta dónde tendría orden de seguirle Isaí? ¿Tendría que ver a la humana con sus propios ojos o el hecho de que él volviera a su antigua guarida sería una prueba lo suficientemente incriminatoria para el Consejo?Yuma llegó hasta la entrada de la guarida y se detuvo sin aliento. To
—¡Yuma! —exclamó Manuel, justo antes de ver al muchacho atado a la silla. Resopló y se llevó las manos a la cabeza. Seguramente ni Cala ni Yuma sabían el lío en el que podía meterse él si alguien se enteraba de que tenía a aquel muchacho retenido en la cabaña— ¡Mierda! —gritó, mirando al muchacho.—Desáteme —ordenó Pablo. Estaba rojo como un tomate y las venas se le marcaban en el cuello debido a la rabia y vergüenza que estaba pasando.Se había mantenido calmado mientras Manuel no estaba allí, pero al ver al guardabosques se envalentonaba y mostraba su indignación. Aún así, sus ojos se dirigían con cautela y curiosidad hacia Yuma.—Te dije que no nos molestaras más —gritó Manuel, fuera de sí.El muchacho, aun en aquellas circunstancias, le mir&oa
Pablo la dejó hablar sin interrumpirla ni una sola vez. Le contó toda la historia desde el principio. Todo aquello por lo que habían pasado hasta llegar a aquel punto. Cuando terminó, Cala salió a la entrada de la cabaña y respiró hondo. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Habían recorrido un largo camino hasta llegar a aquel momento. Habían perdido a su familia, a los clanes, la guarida, sus muertos. Habían quedado desenraizados como el árbol que había sido testigo de sus vidas, y, todo para llegar a ese punto, un punto que parecía muerto, sin retorno, sin salida.Yuma salió tras ellas y la abrazó contra él.—No va a pasar nada, estamos juntos, eso es lo importante ¿recuerdas?—¿Qué vamos a hacer?Yuma se encogió de hombros. Estrujaba su cabeza buscando una solución.—Escucha