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Kasa regresó derrotado y Min leyó la angustia en sus ojos antes de que él pudiera decir nada. Se encerraron en el cuarto de la abuela y hablaron durante horas mientras el resto del clan trataba de tranquilizar su propio nerviosismo como podía. Léndula se mordía las uñas y paseaba con Azca en brazos entrando y saliendo de la guarida mientras tatareaba por lo bajo desquiciada.

Cuando Yuma había regresado con Cala, Léndula la había abrazado cálidamente, pero después no había vuelto a dirigirla la palabra. Su estado nervioso angustiaba al resto del clan, pero ella no podía evitar aquel ir y venir, estar hipervigilante ante cualquier movimiento.

En cuanto le fue posible, Cala acorraló a Sasa en un aparte y la habló.

—¿Has contado también que estuve en la ciudad?

—¿Qué? —Sasa se sorprendió— S&

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