Cala terminó de tomarse el café y se puso en pie. Acercó el vaso a la pila de los cacharros y, al hacerlo, pasó frente a la ventana de la cocina.
En el bosque, a escasos metros de la cabaña el chico se apresuró a poner los prismáticos frente a sus ojos, y Yuma distinguió claramente el pelo largo y la figura menuda de Cala. Todos sus músculos se tensaron y centró toda su atención en el joven humano. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué sabía él de Cala para estar observándola? Yuma no dejaba de dar vueltas a aquellas preguntas en su cabeza.
—Tengo que irme —dijo Cala dirigiéndose a Manuel—, en el clan estarán preocupados.
—Sí, si se han dado cuenta de tu ausencia tienen que estarlo.
—Creo que se hayan dado cuenta, no es algo que pasen por alto así como así. No pensé
En cuanto pasaron el árbol desarraigado, Yuma se detuvo y bajó a Cala de sus brazos con brusquedad. La furia brillaba en sus ojos y Cala podía incluso ver cómo le palpitaba el corte en la ceja. Sabía que Yuma estaba enfadado. Sabía que, seguramente, había pasado miedo al ver que ella no estaba en la guarida, y, ahora, todo había empeorado con la aparición inesperada de aquel muchacho de la ciudad.—Deja que...—¡No, Cala! ¿Cómo has podido ser tan inconsciente? —la voz de Yuma tronó en el bosque y una bandada de pájaros alzó el vuelo.Cala se llevó una mano a la boca y trató con todas sus fuerza de no llorar. Yuma estaba tan enfadado que hacía caso omiso a la regla tupi de no levantar la voz.—Sasa tuvo que confesar lo de tu escapada ¿Cómo pudiste? Cada vez que haces algo así nos pones a t
Manuel levantó un poco la cabeza del muchacho y le golpeó suavemente en las mejillas. Poco a poco, el chico recuperó el color y abrió los ojos, confundido. Parpadeó un par de veces y miró a Manuel como si no entendiera nada de lo que había sucedido. Sus ojos eran brillantes y oscuros, reflejaban inteligencia y Manuel se sintió asustado.—¿Estás bien? —le preguntó Manuel. Le tendió una mano y le ayudó a ponerse en pie. El muchacho se dejó ayudar porque aún se tambaleaba mareado. Se llevó una mano a la mejilla, tocando el pómulo en el que Yuma le había golpeado y que ya comenzaba a hincharse. Miró a todos lados en busca de algo que Manuel sabía, pero que no estaba dispuesto a reconocer.—¿Qué fue eso?— preguntó aturdido.Manuel se preguntaba cuánto recordaría el muchac
Manuel se giró para volver a la cabaña y se dio de bruces con Yuma. El tupi le miraba serio, pero ya no parecía enfadado, y Manuel se sintió relajado ante su presencia. Supo que sabía todo lo que había ocurrido. Él y Cala habían seguido su conversación con el muchacho. El sigilo de aquellos seres era asombroso y estaba claro que Cala había aprendido a mostrarse tan silenciosa como ellos.—Gracias —murmuró Yuma.—No me las des, volverá —contestó Manuel—, y lo hará por mi culpa, supongo que Cala te ha dicho de dónde sale.—Sí —dijo Cala saliendo de detrás de uno de los árboles—, y la culpa es mía, no tuya.Manuel sonrió. Sabía que ella estaba allí, acompañando al tupi.—El adulto soy yo, creo.Caminaron juntos hacia la cabaña
La visita al guardabosques había sido una experiencia reconfortante para Yuma, pero ahora tenía un nuevo motivo por el que preocuparse y no dejaba de pensar si lo mejor sería contar la verdad al clan o de nuevo ocultar información. Aquel muchacho de la ciudad podía haberse asustado y haber decidido no volver más o, a todos les parecía lo más probable, regresar dispuesto a descubrir la verdad.Camino al clan, Yuma y Cala trataban de decidir lo que iban a contar. Cala le preguntó a Yuma qué era lo que Sasa había contado.—¿Sasa sabe que fuiste a la ciudad?Cala asintió.—Sí, por eso te pregunto qué fue lo que ella contó.—Delante de mí solo dijo que aquel día habías ido a visitar al guardabosques a su cabaña. Pero yo salí disparado después de que lo dijera, no sé si al irme
Kasa regresó derrotado y Min leyó la angustia en sus ojos antes de que él pudiera decir nada. Se encerraron en el cuarto de la abuela y hablaron durante horas mientras el resto del clan trataba de tranquilizar su propio nerviosismo como podía. Léndula se mordía las uñas y paseaba con Azca en brazos entrando y saliendo de la guarida mientras tatareaba por lo bajo desquiciada.Cuando Yuma había regresado con Cala, Léndula la había abrazado cálidamente, pero después no había vuelto a dirigirla la palabra. Su estado nervioso angustiaba al resto del clan, pero ella no podía evitar aquel ir y venir, estar hipervigilante ante cualquier movimiento.En cuanto le fue posible, Cala acorraló a Sasa en un aparte y la habló.—¿Has contado también que estuve en la ciudad?—¿Qué? —Sasa se sorprendió— S&
—¡Yuma! —gritó Cala, en vano. Namid pasó a su lado y le colocó una mano en el hombro.—Yo le traeré —dijo mientras abandonaba la guarida.Cala se dejó caer en una silla ¿Cómo era posible que todo se volviera tan complicado? Léndula se sentó a su lado y la acarició la cabeza.—Cuando te vi por primera vez, supe que te amaría siempre —le dijo suavemente—, pero también sabía que un día me dejarías por ellos.—Mamá —murmuró Cala al borde de las lágrimas. Léndula le puso un dedo en los labios para que no hablara.—No, escucha, fui muy egoísta, te robé una vida entera y estás en tu derecho de recuperarla, pero si de verdad quieres a Yuma, si le amas, no hace falta que mientas por mí.Se levantó lentamente y se d
Namid alcanzó a Yuma cerca de la cabaña del guardabosques. Tuvo que forcejear un poco con él hasta que logró detenerle.—¿Qué estás haciendo, Yuma? No sé a dónde vas —exclamó Namid sofocado por la carrera.—¡Voy a decírselo! —gritó Yuma con rabia— ¡Quiero ser el primero en decirle que lo ha conseguido, que ella les ha elegido a ellos! ¡Ya es suya!Se arrodilló en el suelo y rompió a llorar como un niño. Namid se agachó a su lado moviendo la cabeza de un lado a otro.—¡Que estúpido eres, hermano! Cala no es de nadie, Cala es una mujer que decide por sí misma, aunque a ti te cueste tanto aceptarlo.Yuma le lanzó un puñetazo y Namid lo esquivocó provocando que Yuma cayera de bruces. Desde su posición Namid se rió. Yuma era tan tempera
Al regresar al clan, Yuma encontró a Cala sentada en la cocina arrullando al bebé de Namid. Estaba tan hermosa, allí a la luz de las velas, con el rostro inclinado sobre el bebé y las mejillas ligeramente sonrosadas por el calor del fuego.—Sasa está descansando, no se encontraba muy bien— comentó Cala sin quitar la vista de Yuma. Namid le cogió el niño de los brazos y se fue hacia su habitación. Yuma cogió una silla y la acercó a Cala antes de sentarse.—Parece que soy el único que no he pillado tus intenciones. Aún así, no me parece bien lo que has hecho.Cala sonrió y se rió bajito.—¿Y qué vas a hacer? ¿Castigarme?—No, quedarme contigo. Eso es lo que voy a hacer. Perdóname por no haberme dado cuenta del sacrificio que estabas haciendo. Perdóname por haberte juzgad