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Cala terminó de tomarse el café y se puso en pie. Acercó el vaso a la pila de los cacharros y, al hacerlo, pasó frente a la ventana de la cocina.

En el bosque, a escasos metros de la cabaña el chico se apresuró a poner los prismáticos frente a sus ojos, y Yuma distinguió claramente el pelo largo y la figura menuda de Cala. Todos sus músculos se tensaron y centró toda su atención en el joven humano. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué sabía él de Cala para estar observándola? Yuma no dejaba de dar vueltas a aquellas preguntas en su cabeza.

—Tengo que irme —dijo Cala dirigiéndose a Manuel—, en el clan estarán preocupados.

—Sí, si se han dado cuenta de tu ausencia tienen que estarlo.

—Creo que se hayan dado cuenta, no es algo que pasen por alto así como así. No pensé

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