28

Yuma salió tan rápido de la guarida que parecía que sus pies apenas rozaran el suelo. Si hubiera podido, hubiese echado a volar. Sólo pensar que Cala podía estar corriendo algún peligro le hacía olvidar el dolor en forma de pulsaciones que le golpeaba la herida en la ceja.

Al pasar frente al árbol desarraigado, los recuerdos se arremolinaron en su cabeza, como siempre que volvía por allí, y entonces supo que había amado a aquella niña desde el mismo día que la había recogido. Ya entonces, algo en ella le atrajo hasta el punto de desafiar a su clan por primera vez.

Yuma pensaba que ya nada podía ir a peor. Ahora que habían declarado en voz alta su amor, luchar por él sería mucho más fácil. ¿Por qué irse entonces? Oh, Cala, ¿dónde estaba?

No pudo evitar sonreír recordando el cuerpo de Cala cu

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