Cala había esperado hasta que toda la guarida quedó en silencio. Luego contuvo la respiración y, con todo el sigilo que pudo, salió de la cueva y se adentró en el bosque.
Aún era de noche y hacía frío. Se abrazó a sí misma, trató de ahuyentar sus temores y, luego, salió corriendo hacia la cabaña del guardabosques. No había luna y el camino estaba oscuro, demasiado para sus ojos humanos, pero nada podría detenerla. Sabía que lo que estaba haciendo no iba a hacer otra cosa más que enfadar aún más al clan, pero sentía la necesidad de hablar con Manuel, y pensó que si había conseguido ser valiente y confesar lo que sentía hacia Yuma, podría soportar una regañina más.
Las palabras de Léndula retumbaban en su cabeza. La había rechazado como hija, pero Cala estaba segura de que era u
Yuma salió tan rápido de la guarida que parecía que sus pies apenas rozaran el suelo. Si hubiera podido, hubiese echado a volar. Sólo pensar que Cala podía estar corriendo algún peligro le hacía olvidar el dolor en forma de pulsaciones que le golpeaba la herida en la ceja.Al pasar frente al árbol desarraigado, los recuerdos se arremolinaron en su cabeza, como siempre que volvía por allí, y entonces supo que había amado a aquella niña desde el mismo día que la había recogido. Ya entonces, algo en ella le atrajo hasta el punto de desafiar a su clan por primera vez.Yuma pensaba que ya nada podía ir a peor. Ahora que habían declarado en voz alta su amor, luchar por él sería mucho más fácil. ¿Por qué irse entonces? Oh, Cala, ¿dónde estaba?No pudo evitar sonreír recordando el cuerpo de Cala cu
Cala terminó de tomarse el café y se puso en pie. Acercó el vaso a la pila de los cacharros y, al hacerlo, pasó frente a la ventana de la cocina.En el bosque, a escasos metros de la cabaña el chico se apresuró a poner los prismáticos frente a sus ojos, y Yuma distinguió claramente el pelo largo y la figura menuda de Cala. Todos sus músculos se tensaron y centró toda su atención en el joven humano. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué sabía él de Cala para estar observándola? Yuma no dejaba de dar vueltas a aquellas preguntas en su cabeza.—Tengo que irme —dijo Cala dirigiéndose a Manuel—, en el clan estarán preocupados.—Sí, si se han dado cuenta de tu ausencia tienen que estarlo.—Creo que se hayan dado cuenta, no es algo que pasen por alto así como así. No pensé
En cuanto pasaron el árbol desarraigado, Yuma se detuvo y bajó a Cala de sus brazos con brusquedad. La furia brillaba en sus ojos y Cala podía incluso ver cómo le palpitaba el corte en la ceja. Sabía que Yuma estaba enfadado. Sabía que, seguramente, había pasado miedo al ver que ella no estaba en la guarida, y, ahora, todo había empeorado con la aparición inesperada de aquel muchacho de la ciudad.—Deja que...—¡No, Cala! ¿Cómo has podido ser tan inconsciente? —la voz de Yuma tronó en el bosque y una bandada de pájaros alzó el vuelo.Cala se llevó una mano a la boca y trató con todas sus fuerza de no llorar. Yuma estaba tan enfadado que hacía caso omiso a la regla tupi de no levantar la voz.—Sasa tuvo que confesar lo de tu escapada ¿Cómo pudiste? Cada vez que haces algo así nos pones a t
Manuel levantó un poco la cabeza del muchacho y le golpeó suavemente en las mejillas. Poco a poco, el chico recuperó el color y abrió los ojos, confundido. Parpadeó un par de veces y miró a Manuel como si no entendiera nada de lo que había sucedido. Sus ojos eran brillantes y oscuros, reflejaban inteligencia y Manuel se sintió asustado.—¿Estás bien? —le preguntó Manuel. Le tendió una mano y le ayudó a ponerse en pie. El muchacho se dejó ayudar porque aún se tambaleaba mareado. Se llevó una mano a la mejilla, tocando el pómulo en el que Yuma le había golpeado y que ya comenzaba a hincharse. Miró a todos lados en busca de algo que Manuel sabía, pero que no estaba dispuesto a reconocer.—¿Qué fue eso?— preguntó aturdido.Manuel se preguntaba cuánto recordaría el muchac
Manuel se giró para volver a la cabaña y se dio de bruces con Yuma. El tupi le miraba serio, pero ya no parecía enfadado, y Manuel se sintió relajado ante su presencia. Supo que sabía todo lo que había ocurrido. Él y Cala habían seguido su conversación con el muchacho. El sigilo de aquellos seres era asombroso y estaba claro que Cala había aprendido a mostrarse tan silenciosa como ellos.—Gracias —murmuró Yuma.—No me las des, volverá —contestó Manuel—, y lo hará por mi culpa, supongo que Cala te ha dicho de dónde sale.—Sí —dijo Cala saliendo de detrás de uno de los árboles—, y la culpa es mía, no tuya.Manuel sonrió. Sabía que ella estaba allí, acompañando al tupi.—El adulto soy yo, creo.Caminaron juntos hacia la cabaña
La visita al guardabosques había sido una experiencia reconfortante para Yuma, pero ahora tenía un nuevo motivo por el que preocuparse y no dejaba de pensar si lo mejor sería contar la verdad al clan o de nuevo ocultar información. Aquel muchacho de la ciudad podía haberse asustado y haber decidido no volver más o, a todos les parecía lo más probable, regresar dispuesto a descubrir la verdad.Camino al clan, Yuma y Cala trataban de decidir lo que iban a contar. Cala le preguntó a Yuma qué era lo que Sasa había contado.—¿Sasa sabe que fuiste a la ciudad?Cala asintió.—Sí, por eso te pregunto qué fue lo que ella contó.—Delante de mí solo dijo que aquel día habías ido a visitar al guardabosques a su cabaña. Pero yo salí disparado después de que lo dijera, no sé si al irme
Kasa regresó derrotado y Min leyó la angustia en sus ojos antes de que él pudiera decir nada. Se encerraron en el cuarto de la abuela y hablaron durante horas mientras el resto del clan trataba de tranquilizar su propio nerviosismo como podía. Léndula se mordía las uñas y paseaba con Azca en brazos entrando y saliendo de la guarida mientras tatareaba por lo bajo desquiciada.Cuando Yuma había regresado con Cala, Léndula la había abrazado cálidamente, pero después no había vuelto a dirigirla la palabra. Su estado nervioso angustiaba al resto del clan, pero ella no podía evitar aquel ir y venir, estar hipervigilante ante cualquier movimiento.En cuanto le fue posible, Cala acorraló a Sasa en un aparte y la habló.—¿Has contado también que estuve en la ciudad?—¿Qué? —Sasa se sorprendió— S&
—¡Yuma! —gritó Cala, en vano. Namid pasó a su lado y le colocó una mano en el hombro.—Yo le traeré —dijo mientras abandonaba la guarida.Cala se dejó caer en una silla ¿Cómo era posible que todo se volviera tan complicado? Léndula se sentó a su lado y la acarició la cabeza.—Cuando te vi por primera vez, supe que te amaría siempre —le dijo suavemente—, pero también sabía que un día me dejarías por ellos.—Mamá —murmuró Cala al borde de las lágrimas. Léndula le puso un dedo en los labios para que no hablara.—No, escucha, fui muy egoísta, te robé una vida entera y estás en tu derecho de recuperarla, pero si de verdad quieres a Yuma, si le amas, no hace falta que mientas por mí.Se levantó lentamente y se d