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No llegaron hasta al arroyo. Apenas se separaron unos metros de la guarida, Yuma se volvió hacia ella. Los ojos de Yuma reflejaban todo el dolor y la incomprensión que sentía. Su nuez subía y bajaba en su garganta, agitada por la rabia contenida.

—¿Por qué?

Qué pregunta tan sencilla y tan difícil.

Cala quería explicárselo, decirle que todo lo que Léndula estaba diciendo, el calificar su relación de repulsiva y absurda, le habían hecho sentir pequeña y miserable, pero ahora que le tenía frente a ella y estaban solos, lo único que quería hacer era lanzarse en sus brazos.

¿Por qué? Qué pregunta tan difícil, se repetía Cala. Qué difícil explicar lo que uno siente, cómo daña a unas personas para sanar a otras.

—Supongo que no soy tan valiente como tú.

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