No llegaron hasta al arroyo. Apenas se separaron unos metros de la guarida, Yuma se volvió hacia ella. Los ojos de Yuma reflejaban todo el dolor y la incomprensión que sentía. Su nuez subía y bajaba en su garganta, agitada por la rabia contenida.
—¿Por qué?
Qué pregunta tan sencilla y tan difícil.
Cala quería explicárselo, decirle que todo lo que Léndula estaba diciendo, el calificar su relación de repulsiva y absurda, le habían hecho sentir pequeña y miserable, pero ahora que le tenía frente a ella y estaban solos, lo único que quería hacer era lanzarse en sus brazos.
¿Por qué? Qué pregunta tan difícil, se repetía Cala. Qué difícil explicar lo que uno siente, cómo daña a unas personas para sanar a otras.
—Supongo que no soy tan valiente como tú.
Cala se incorporó en el suelo con las mejillas ruborizadas y se colocó descuidadamente el pelo con los dedos. Yuma la acarició la espalda aún recostado sobre la hierba. Cala se metió la túnica de piel por la cabeza y se volvió a mirarlo.—¿Qué va a pasar ahora?— preguntó bajito.—Nada —dijo él—, ahora ya no hay marcha atrásSe puso de pie de un golpe con la agilidad de un tupi y le tendió la mano a Cala para ayudarla a levantarse. Le apartó el pelo del rostro y la besó suavemente en los labios.—Tenía miedo —dijo Cala —, miedo de que no funcionara al no ser yo una tupi.Yuma se rió.—¡Cala! Eres una miedosa, todo te da miedo, incluso la tontería más grande del mundo como esa que acabas de decir.Cala se ruborizó.—Es cierto,
—¿Dónde está Cala? —exclamó Yuma entrando en la cocina, después de haberla buscado por todas partes. Su pecho se movía agitado y tenía dilatadas las fosas nasales. Estaba claro que tenía activados todos sus sentidos felinos para dar con el mínimo rastro que pudiera llevarle a la chica.El ambiente en la guarida era el de un funeral y el grito de Yuma se vio amplificado entre el silencio. Kasa había partido para llevar al consejo de los clanes el mensaje que Min les quería transmitir, Yuma y Cala se reafirmaban como pareja, pero el daño lo había causado Ona con su actitud. Después deberían esperar a que el consejo les dijera cómo debían proceder.—¿Alguien la ha visto?Léndula se levantó de la mesa, de golpe, tirando el cuenco de barro en el que estaba tomando leche de cabra. Corrió al cuarto de Cala
Cala había esperado hasta que toda la guarida quedó en silencio. Luego contuvo la respiración y, con todo el sigilo que pudo, salió de la cueva y se adentró en el bosque.Aún era de noche y hacía frío. Se abrazó a sí misma, trató de ahuyentar sus temores y, luego, salió corriendo hacia la cabaña del guardabosques. No había luna y el camino estaba oscuro, demasiado para sus ojos humanos, pero nada podría detenerla. Sabía que lo que estaba haciendo no iba a hacer otra cosa más que enfadar aún más al clan, pero sentía la necesidad de hablar con Manuel, y pensó que si había conseguido ser valiente y confesar lo que sentía hacia Yuma, podría soportar una regañina más.Las palabras de Léndula retumbaban en su cabeza. La había rechazado como hija, pero Cala estaba segura de que era u
Yuma salió tan rápido de la guarida que parecía que sus pies apenas rozaran el suelo. Si hubiera podido, hubiese echado a volar. Sólo pensar que Cala podía estar corriendo algún peligro le hacía olvidar el dolor en forma de pulsaciones que le golpeaba la herida en la ceja.Al pasar frente al árbol desarraigado, los recuerdos se arremolinaron en su cabeza, como siempre que volvía por allí, y entonces supo que había amado a aquella niña desde el mismo día que la había recogido. Ya entonces, algo en ella le atrajo hasta el punto de desafiar a su clan por primera vez.Yuma pensaba que ya nada podía ir a peor. Ahora que habían declarado en voz alta su amor, luchar por él sería mucho más fácil. ¿Por qué irse entonces? Oh, Cala, ¿dónde estaba?No pudo evitar sonreír recordando el cuerpo de Cala cu
Cala terminó de tomarse el café y se puso en pie. Acercó el vaso a la pila de los cacharros y, al hacerlo, pasó frente a la ventana de la cocina.En el bosque, a escasos metros de la cabaña el chico se apresuró a poner los prismáticos frente a sus ojos, y Yuma distinguió claramente el pelo largo y la figura menuda de Cala. Todos sus músculos se tensaron y centró toda su atención en el joven humano. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué sabía él de Cala para estar observándola? Yuma no dejaba de dar vueltas a aquellas preguntas en su cabeza.—Tengo que irme —dijo Cala dirigiéndose a Manuel—, en el clan estarán preocupados.—Sí, si se han dado cuenta de tu ausencia tienen que estarlo.—Creo que se hayan dado cuenta, no es algo que pasen por alto así como así. No pensé
En cuanto pasaron el árbol desarraigado, Yuma se detuvo y bajó a Cala de sus brazos con brusquedad. La furia brillaba en sus ojos y Cala podía incluso ver cómo le palpitaba el corte en la ceja. Sabía que Yuma estaba enfadado. Sabía que, seguramente, había pasado miedo al ver que ella no estaba en la guarida, y, ahora, todo había empeorado con la aparición inesperada de aquel muchacho de la ciudad.—Deja que...—¡No, Cala! ¿Cómo has podido ser tan inconsciente? —la voz de Yuma tronó en el bosque y una bandada de pájaros alzó el vuelo.Cala se llevó una mano a la boca y trató con todas sus fuerza de no llorar. Yuma estaba tan enfadado que hacía caso omiso a la regla tupi de no levantar la voz.—Sasa tuvo que confesar lo de tu escapada ¿Cómo pudiste? Cada vez que haces algo así nos pones a t
Manuel levantó un poco la cabeza del muchacho y le golpeó suavemente en las mejillas. Poco a poco, el chico recuperó el color y abrió los ojos, confundido. Parpadeó un par de veces y miró a Manuel como si no entendiera nada de lo que había sucedido. Sus ojos eran brillantes y oscuros, reflejaban inteligencia y Manuel se sintió asustado.—¿Estás bien? —le preguntó Manuel. Le tendió una mano y le ayudó a ponerse en pie. El muchacho se dejó ayudar porque aún se tambaleaba mareado. Se llevó una mano a la mejilla, tocando el pómulo en el que Yuma le había golpeado y que ya comenzaba a hincharse. Miró a todos lados en busca de algo que Manuel sabía, pero que no estaba dispuesto a reconocer.—¿Qué fue eso?— preguntó aturdido.Manuel se preguntaba cuánto recordaría el muchac
Manuel se giró para volver a la cabaña y se dio de bruces con Yuma. El tupi le miraba serio, pero ya no parecía enfadado, y Manuel se sintió relajado ante su presencia. Supo que sabía todo lo que había ocurrido. Él y Cala habían seguido su conversación con el muchacho. El sigilo de aquellos seres era asombroso y estaba claro que Cala había aprendido a mostrarse tan silenciosa como ellos.—Gracias —murmuró Yuma.—No me las des, volverá —contestó Manuel—, y lo hará por mi culpa, supongo que Cala te ha dicho de dónde sale.—Sí —dijo Cala saliendo de detrás de uno de los árboles—, y la culpa es mía, no tuya.Manuel sonrió. Sabía que ella estaba allí, acompañando al tupi.—El adulto soy yo, creo.Caminaron juntos hacia la cabaña