- ¡No me mientas m*****a sea! –pronto la ira estaba comenzando a sustituir el miedo, o quizás era instinto de supervivencia.
- No sé quién te haya dicho eso, pero miente, no le dije ni a Lola, ¡menos a alguien desconocido! –le espeta molesta–, no soy tan estúpida como crees que soy –ahora estaba rabiosa, estaba harta de que menospreciara su inteligencia.
- Habíamos hecho un trato, ¿qué debería hacer?, ¿detengo los pagos al hospital o volvemos esto real? –la miraba con burlesca diversión.
- No te atrevas, si lo haces lo pagaras muy caro –al fin había logrado quitarlo de encima, se sienta y tras sentir que sus piernas no van a fallar, se pone de pie, así se sentía menos indefensa.
- ¿Sí, qué harás? –si las miradas mataran, ella estaría más que muerta.
- Te juro por mi madre que así tenga que vender mi alma al diablo, derribaré esta casa hasta los cimientos –apretaba los puños a su lado, temblaba de rabia y porque no, de miedo.
- ¿Así es cómo pagas tus deudas, metiendo en aprietos a otros? –pregunta con fría calma, ella traga saliva.
- Yo no dije nada, ¿por qué lo haría? –quería llorar de la frustración, pero no le dejaría ver aquello, así que con toda la fuerza de voluntad que tenía, se tragó las lágrimas–. Actúo como me pediste, me preguntan de ti y hablo maravillas, hoy en el ensayo lo hice, no dije nada que no –estaba desesperada, odiaba que la culparan por algo que no hizo, como esa vez con el doctor, él alegó que ella lo acosaba tras no aceptar cenar con él, ella fue reprendida, claro que no lo creyeron, alguien en sus circunstancias podría salir del paso si fuese amante de alguien como él, que tenía un gesto de ser humanitario por trabajar en un hospital público, y a eso se le agregaba que cobraba muy poco, así qué, ¿cómo él iba a mentir si era un santo? Ni siquiera sabe porque pensó que sus jefes le creerían.
- Te salvé de una vida de esclavitud, le di la oportunidad a tu abuela de vivir, sólo te pedí una cosa, que mantuvieras esto en secreto y no fuiste capaz de mantener tu promesa, ahora alguien lo sabe y adivina, ¡me está chantajeando! ¿¡Tienes idea de todo lo que perderé porque abriste la m*****a boca!? –había levantado la voz, eso la había hecho dar un respingo asustada, y avergonzada, es que de verdad no había dicho nada, menos a esa extraña, ¿podría ser que era una espía y pudo saber lo que pasaba con su patética actuación de mujer enamorada? Eso tenía sentido, le era más fácil actuar estando él cerca porque había un intercambio de acciones y palabras, se deja caer en la cama, miraba al suelo, otra vez quería llorar, más que nada porque se sentía frustrada con todo esto–. Te juro que si se sabe esto, yo mismo desconecto a tu abuela, ¿me escuchaste? –le apunta con su dedo, eso la había aterrado y enojado en partes iguales.
- No te atrevas –salta con rabia, se acerca a él–. Y si tanto miedo tienes, ¿por qué no haces este maldito matrimonio real? ¿No me compraste acaso? –lo empuja del pecho mientras pronuncia cada palabra–, entonces cobra tu deuda con mi cuerpo, ¿qué diferencia hay entre tú y cualquier otro que compra a una mujer? Eh –lo empuja de nuevo, siente las manos de Faddei en sus muñecas, podía ver como estaba furioso, sin embargo, la fuerza ejercida en sus muñecas no era dolorosa, sólo inmovilizante.
- Te haré pagar cada palabra dicha –la pega a él con fuerza, rodea si cintura y enreda la mano en su cabello, tira de su cabeza hacia atrás–. Te mostraré la diferencia –sisea antes de besarla con rudeza, ella se tensa ante eso, pronto comienza a corresponder, sus manos se aferraban a la camisa de él, el beso se volvía urgente, necesitado, desesperado. Ella no tenía nada con que comparar, acaso uno o dos, pero no se sentía como esto, jamás pensó que esto fuese algo que necesitara o quisiera, quizás era por el tiempo, los problemas y la responsabilidad que había asumido, quizás ahora era diferente porque sabía que detrás de esa pinta de matón que tenía Faddei, se escondía una buena persona, bruto, pero buena persona. Era agradable y habían entablado una relación de paz. O sólo es que era él, porque si algo tenía que reconocer, era lo masculino y hermoso que era, y que justo ahora, estaba siendo besada como jamás alguien pudo haberlo hecho, y que estaba segura, nadie podría, ese pensamiento la alertó, o al menos lo poco que duro su conciencia cuando las manos de Faddei comenzaron a recorrer su cuerpo, dejando salir jadeos bajos, ni siquiera hubiese imaginado que partes tan comunes fuesen tan sensibles.
Faddei había creído que no era bella por como lucía, pero tras la boda a la que asistieron, se dio cuenta que no era así y que cualquier hombre hubiese pagado mucho más del dinero por el que fue vendida, comprendía porque el dueño había aceptado comprarla a un precio tan alto, quizás si la hubiese visto con aquel vestido, el precio hubiese sido estratosférico.
Había notado lo inexperta que era, ella había intentando corresponder el beso y lo había de manera tan torpe, pero lejos de molestarlo, le gusto, podía sentir su cuerpo temblar y sabía que ya no era por miedo, Hester reaccionaba a él y por supuesto, su cuerpo al de ella. Hester lo desesperaba e intrigaba en partes iguales, odiaba ser desafiado pero cuando era ella, algo dentro de él se volvía loco, no era un instinto asesino como con otros, era algo más. Había pretendido jamás pasar esta línea, pero cuando ella lo retó, no pudo más que dejarse llevar por sus instintos.
Con rapidez la ropa comenzó a desaparecer y de la misma manera, el pensamiento de otro hombre teniéndola se fue haciendo más fuerte en su cabeza, había algo primitivo que la reclamaba como suya, su lívido crecía conforme pasaban los segundos y ella no se oponía, podía sentir la entrega, escuchaba sus jadeos y gemidos cuando lamía, frotaba o chupaba alguna parte sensible de su cuerpo.
Hester jamás creyó que su primera vez sería así, tenía planes, pero a decir verdad, esas ideas le parecían tan tontas ahora, Faddei podía estar muy molesto pero no era un bruto, se encargaba de darle placer, ni siquiera se había dado cuenta en qué momento quedo desnuda frente a él y no importó cuando vio como la veía, con deseo, algo dentro de ella se removió ante aquello, sentía que quemaba dónde fuese que tocara.
No se había resistido a jugar con aquellos preciosos montículos que parecían tener la forma perfecta para sus manos, cada toque lograba que ella se arqueara y gimiera, él se tomaría su tiempo para jugar y descubrir, aunque ella parecía necesitarlo ya que tiraba de su cabello para hacerlo subir, y cuando al fin lo hizo, sus labios se fundieron en un beso apasionado, un beso que no tenía lugar a reclamos ni oposiciones, ambos querían aquello, podía sentirse en sus cuerpos, separa sus piernas y se frota, sentía la humedad de Hester con cada fricción, algo que lo volvía loco.
Baja la mano hasta su clítoris, con su dedo índice hace pequeños círculos, Hester se arquea e intenta cerrar las piernas.
- Faddei –su voz salió ronca y necesitada, aquello terminó por ponerlo duro, quería entrar y hacerla suya, pero debía tomarse su tiempo. Baja su dedo y comienza a jugar en su entrada, introduce lento el dedo y a pesar de la humedad, estaba apretada. Comienza a moverse lento mientras juega con sus pechos, ella le hacía saber que le gustaba tirando de su cabello o clavando las uñas en su espalda.
- Si algo duele –su voz salía amortiguada contra su pecho, de reojo la veía asentir de manera frenética.
Conforme se iba relajando iba introduciendo otro dedo, sentir como los apretaba le estaba costando su resolución de prepararla para recibirlo.
- Faddei, por favor –aquello terminó por nublarlo, sentía que su miembro pulsaba y necesitaba sentirse dentro de ella.
Se había acomodado para comenzar a entrar de a poco, Hester sentía extraño, en un punto le resulto algo doloroso pero no tanto como antes de tener sus dedos dentro, su cuerpo tenso comenzó a relajarse conforme se iba acostumbrando a la invasión. La incomodidad fue reemplazada por pequeñas oleadas de placer conforme comenzó a moverse lento dentro de ella. Aquel placer crecía conforme la rapidez de las embestidas iba en aumento, gemidos eran silenciados por besos cargados de necesidad.
Rodeo con sus piernas su cadera y sus brazos su cuello para pegarlo más a ella, si es que eso era posible, clavaba las uñas cuando pequeños orgasmos llegaban a ella. Podía sentir el sudor de ambos cuerpos.
Ambos se sentían al límite, Hester sentía que explotaría.
- Dioses Hester –escuchar la voz ronca de Faddei logró lo inevitable, que su orgasmo llegara con fuerza, en respuesta a ese delicioso estímulo ella mordió su hombro y le apretó por última vez, fue entonces que sintió algo caliente llenarla y el grito de Faddei cuando hubo terminado, sintió un espasmo y después, sólo pudo escucharse las respiraciones entrecortadas.
Faddei había caído de espaldas y miraba al techo, de reojo se volvió para verla, pudo notar que su vista estaba perdida en el techo, cerró los ojos y a su mente vinieron los recuerdos de hace unos momentos, era impresionante, no se había sentido así por nadie, ni siquiera por su ex.
Hester miraba al techo sin entender como todo había acabado así, había estado tan molesta que no había pensado en sus palabras ni en su actuar, si bien se habían estado llevando bien en las últimas semanas, no creyó que algo como esto pudiera pasar, y no es porque le hubiese desagradado ni porque le hubiese dolido horrores, claro que al inicio había sentido un poco y en su mayoría incomodidad, además, él se había tomado la molestia de prepararla y eso había mitigado el dolor, algo que agradecía porque al final, la sensación fue muy buena y eso era quedarse corta.
Quizás el ambiente no había sido el apropiado, pero él había pensado en el placer de ella y no sólo en el suyo, si no la hubiese lubricado estaba segura que le habría dolido como los mil demonios, si alguien sabía sobre ese tipo de experiencias era ella, después de todo era enfermera y sabía de buena fuente sobre las primeras veces de algunas de las pacientes, cada cuerpo reaccionaba distinto pero sabía que la lubricación era importante para evitar dolor y volver todo más placentero.
Sin querer, los pensamientos que había tenido sobre como sería su primera vez volvieron a ella logrando que se sonrojara, siempre creyó que sería mágica llena de amor y promesas, pero sin duda, esto era todo lo contrario y no podía quejarse, había sido fantástica, mucho más que eso.
- Lamento si te lastimé –lo escucha susurrar bajo, lo observa de reojo, parecía preocupado y eso hizo su corazón saltar.
- Esta bien, sólo fue un momento –evitaba verlo por la vergüenza, ambos se quedaron en silencio mirando al techo.
No sabía en que punto se habían quedado dormidos, lo único que supo Hester al despertar es que él ya no estaba, y era mejor, le daba tiempo a pensar y reflexionar, claro que había actuado por impulso, si algo tenía era su terquedad.Se pone de pie y muerde su labio, sentía extraño en medio de sus piernas, suponía que era normal. Camina lento hasta el baño, abre las llaves de la tina y una vez lista, entra, nada más hacerlo siente como sus músculos se relajan, cierra los ojos intentando no pensar, pero era inevitable recordar sus besos o sus caricias, jamás pensó que todo resultaría así.Debía analizar todo, si bien se arrepentía de haber actuado por la rabia, no así de haber compartido la cama con él.Estas últimas semanas se habían llevado bien, se habían contado algunas cosas e incluso creyó que podrían considerarse amigos, pero la realidad era otra, cada que ocurría algo él tenía la bendita costumbre de culparla, algo que la molestaba mucho, ¿tan difícil era confiar en su palabra?,
Tras volver a casa ya entrada la noche, pregunto por ella, le pareció muy raro no verla en la cocina, y no es que sólo ahí pudiese estar, pero esperaba con ansias una de sus deliciosas cenas.- Ella no ha salido en todo el día, Katerina le llevó la comida, pero apenas la tocó –Faddei lo mira desconcertado, ¿estaba enojado por lo de anoche? Creyó que tras hablar todo estaba bien, pero bueno, no sabía cómo funcionaba la cabeza de Hester. Suspira antes de camina hacia la habitación, llama a la puerta, pero no hay respuesta, quizás se durmió, piensa antes de volver a llamar, Katina sale con una bandeja casi completa.- La señora no se siente bien, ha pedido que nadie la moleste –Faddei asiente tras suspirar, camina hacia su habitación cabizbajo, quizás podría enviarle un mensaje, no era lo que hubiese querido pero peor era no hacer nada, ¿no?Con esa idea entra en su habitación, saca su móvil y comienza a redactar un mensaje de, ¿disculpa?, ¿preocupación? Suspira escribiendo y borrando va
Hester había pedido de manera explícita que no la molestaran, no tenía ganas de nada. - Señora –llama Katina, era de las pocas que entraban a su habitación–, sé que pidió que nadie la molestara, pero han venido a verla –dice alto, silencio es lo único. - Hester Valentine Grigoryev, abre ahora mismo –aquella voz la hizo saltar, se sienta y mira la puerta como si pudiera ver a través de ella, se apresura para abrir la puerta. - Lola –la abraza sonriendo, su amiga le devuelve el abrazo, se sentía tan feliz. - Qué es eso de qué no quieres salir de aquí, ¿eh? –la mira alzando una ceja, Hester la lleva dentro, hasta unos pequeños sillones individuales. - No me siento con ganas –dice bajo, muerde su labio, no podía decirle la verdad. - No sé qué te hizo ese hombre, pero me llamó pidiendo ayuda para que lo perdonaras, si fuera yo le habría hecho comprarme dos o tres tiendas, pero siendo tú, sé que un lo siento no es suficiente, cuéntame –Hester se sorprende al escuchar aquello, ¿él la h
Hester solía ir y venir a casa de su abuela, a veces la acompañaba Lola y otras ella sola, podía ver que estaba mejor y la enfermera era buena con ella, así que estaba tranquila. - ¿Listo Hest? –Lola le sonríe mientras termina de arreglarse, la aludida asiente y tras ponerse un suéter sale, hacía un poco de fresco y no quería enfermarse. - Me siento muy tranquila con lo de mi abuela, la siguiente semana le toca revisión, pero la veo mucho mejor –Lola asiente de acuerdo. - Hester, Dolores –la voz de Faddei las hace saltar–, buenos días. - Buenos días –le sonríe Lola, a su lado nota a un hombre bastante atractivo, le sonríe coqueta, .. sabía apreciar la belleza masculina–, buenos días caballero desconocido –dice tras terminar de bajar las escaleras. - Buenos días, Dolores, Hester –les sonríe a ambas, ambas eran hermosas, cada una a su manera, Hester era más una belleza clásica, mientras que Lola era exótica, sus rasgos eran por demás llamativos. - Aquí tenemos dos problemas, uno,
Escucharla hablar le estaba generando mucho estrés además de rabia, ella que sabía.- Además, debes saber que soy la única mujer a la que ha amado y que amara, tú sólo eres una mera herramienta, y es tan así que cuando ese falso matrimonio terminé, se divorciara de ti para casarse conmigo –dice con suficiencia y burla–, y por si tienes alguna duda –le ve sacar su móvil, claro que dudaba un poco, Faddei se había portado muy lindo con ella, además, esta mujer podría estar loca.Le entrega el móvil mientras se reproduce un vídeo, aquello la deja de piedra, y bueno, también había sentido que su corazón se rompía, podía ver como la abrazaba y le decía que en efecto, se casaría con ella cuando el contrato con Hester terminara, si aquella mujer dijo algo más no lo supo, fue como si su cuerpo entrara en automático, se sentía adormilada y todo el camino se mantuvo en un silencio sepulcral, su corazón dolía, quizás porque se había hecho la idea de que quizás todo entre ellos era diferente, porq
El rostro de Faddei cambio de la rabia a estar sombrío tras escuchar aquello, eso le hizo preguntarse varias cosas, por su cabeza pasó el hecho que sí o sí, ambas tuvieron que encontrarse, de qué modo sabría Hester sobre Clarisse, ¿quién había buscado a quién? Niega, eso no importaba ahora, debía centrarse en que sabía.- No sé porque tienes que meterla a ella en todo esto –sisea molesto, eso hace que Hester se ponga morada del coraje.- ¿Yo la estoy metiendo en todo esto? Por favor, no me hagas reír –niega mientras sonríe–, eres increíble Grigoryev, lo haces ver como si yo la hubiese buscado y dicho que esto era falso, ¿eso crees que hice, eh? –resopla molesta–, seguro yo fui a verme con ella a escondidas tuyo para decirle que me divorciaría y que podían casarse, y además le dije que te citará para hablar de eso y claro, que te deshicieras de mí para casarte con ella, claro, así de maquiavélica soy, brillante, claro que sí –resopla rodando los ojos.- Hester –susurra amenazante, apre
Nada más llegar bajó casi corriendo y gritando que necesitaba a un doctor, una enfermera se acercó junto a un camillero, con cuidado la acostaron.- ¿Qué le pasó? –pregunta un doctor comenzando a revisarla, checa el pulso y los reflejos pupilares, así como su respiración y corazón.- Se desmayó de la nada, noté que le dolía la cabeza porque se frotaba las sienes y cerraba con fuerza los ojos y se desplomó –el doctor asiente, no parecía tener alguna afección cardíaca o respiratoria.- ¿Sabe si tiene alguna enfermedad? –Faddei niega, la verdad es que no sabía mucho de ella, podría llamar a Dolores, pero eso lo expondría y eso era lo último que necesitaba en este momento–. ¿Probabilidad de embarazo? –lo mira atento.- No, imposible –niega confundido, debía calmarse, era una pregunta de rigor.- Le haremos varios estudios para determinar qué fue lo que pasó, por favor aguarde en la sala de espera y en cuanto tenga los resultados se lo haré saber –Faddei iba a replicar, pero se detuvo perm
Hester se sentía un poco cohibida con toda la atención, sabía porque había tantas sirvientas al pendiente de cada cosa que hacía, temía que fuese a hacer alguna locura, no iba a mentir y decir que se sentía convencida de tener a ese pequeño a pesar de que Faddei se había negado en rotundo a que lo abortara, se sentía confundida y harta de sobre pensar todo, de buscar todas las posibles respuestas a las acciones de él, sólo quería estar en paz. - Faddei –había entrado unas horas después de haber llegado, necesitaba hacerle ver lo que era mejor sin pelear y sin alterarse. - Sé lo que quieres decir y no, no quiero que te deshagas de mi hijo –susurra suave tomando sus manos con delicadeza–, sé que todo esto es jodido, pero no saques conclusiones apresuradas, sé que no tengo derecho a decirte esto pero necesito que confíes en mí, sólo por esta vez, ¿puedes? –por primera vez Hester vio algo en los ojos de Faddei que no eran frialdad, indiferencia u odio, había algo cálido que, pese a lo q