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Abrí los ojos a la cueva vacía y me sorprendió ver leña nueva en el fuego. ¿Tal vez el lobo acababa de irse, y era eso lo que me había despertado? Afuera seguía nevando, pero el viento había menguado.

Me sentía descansada, llena de energía. Aparté las mantas y me apresuré a vestir el atuendo de cazador. Comí frutos secos mientras ordenaba la cueva. Me tomé un momento para inclinarme a oler la sábana del jergón antes de cubrirla con la manta y la piel de oso, disfrutando cada vestigio del lobo atrapado en la tela. Cuando no me quedó nada más por hacer, puse lo que quedaba de agua a calentar en el caldero y puse verduras a cocinar. Luego me envolví en mi manto y salí con las cubetas a recoger nieve.

Se había acumulado contra las pieles de oso, y tuve que hundir los pies por encima de los tobillos. Llené las cubetas sin

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