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Me quité la cinta negra enjugando mis lágrimas, sus últimas palabras todavía resonando en mis oídos.

—Si Dios quiere, regresaré mañana por la noche.

Serían dos largos días. No tanto por su ausencia, sino porque no tendría forma de saber si estaba bien. Aunque nunca había visto las batallas que tenían lugar en la pradera, ni siquiera de lejos, ayudar a Tea a atender las heridas de los fugitivos sobrevivientes bastaba para darme una idea de lo brutales que debían ser.

Jamás había dudado de la fuerza y la pericia de los lobos, pero esta batalla estaría teñida por el miedo de que algo malo le sucediera a él, el único lobo del Valle que me importaba.

Una vez más, opté por mantenerme ocupada para distraerme. Limpié hasta el último rincón de la cueva, lavé toda mi ropa y la de é

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