Me demoré en las estancias de la reina hasta el ocaso, y esas horas con ella parecieron aflojar el pesado yugo del trauma del que aún no lograba librarme por completo.
Después de prometer que respondería todas mis preguntas sobre los vampiros cuando los lobos partieran para la ofensiva, se entretuvo hablándome del cuervo. Me explicó cómo cuidarlo y cómo consentirlo para fortalecer su vínculo conmigo. También me explicó con sonrisa cómplice cómo hacer para enviarle unas pocas palabras escritas al lobo en el norte.
—Y con respecto a tus sueños, hay algo que puedes hacer —dijo cuando nos despedíamos—. No los combatas, no los sufras. Pregúntate más bien qué es lo que intentan decirte. Tal vez es la única manera que tiene tu mente de mostrarte algo que sabes, pero que en la vigilia te niegas a enfrentar.
—Sí, Majestad —murmuré.
Apoyó su mano en mi mejilla y me obsequió una última sonrisa. No me costó devolvérsela.
—Que Dios te bendiga, querida Risa
La emoción me había quitado el apetito, y me aseé con agua apenas tibia en mi impaciencia. Ignoraba a qué hora vendría, pero no me importaba esperarlo toda la noche. Vestí el enagua que él me regalara y se me ocurrió colgar la ancha cinta bordada que Aine me diera del pestillo del panel, del lado de la escalera. Regresaba hacia las sillas frente al hogar, la cinta negra para cubrirme los ojos lista en mis manos, cuando escuché sus pasos apresurados bajar la escalera. Terminé de atar la cinta al mismo tiempo que el panel se abría. Me volví hacia él sonriendo, estremecida de felicidad. Un instante después estaba en sus brazos y nos besábamos con ímpetu compartido. Sólo en ese momento cobré cabal conciencia de cuánto me había pesado su ausencia. Me estrechó agitado, apretando mi cabeza contra su pecho, y permaneció inmóvil y silencioso por un largo momento. —Oh, amor mío… —murmuró luego, y su acento tembloroso me sorprendió—. Oh, mi pequeña. ¡Te he echad
Creí que dormir en sus brazos alejaría las pesadillas, pero no fue así. Y esa noche volvieron a mutar, agregando un nuevo elemento tan descabellado y tortuoso que sólo ahondó el horror. Porque ahora Bardo llegaba a posarse en el hombro del Alfa cuando terminaba de estrangular a Tea. Entonces le daba mi mensaje de viva voz y el Alfa venía por mí colgándose del cuello el cordón de cuero con mi mensaje escrito. Y me estrangulaba así, con mis palabras para el lobo rozando su pecho, la misma sonrisa malévola de siempre en sus labios. Y en el instante mismo en que yo estaba a punto de exhalar mi último aliento, flexionaba el brazo con el que me sujetaba y me atraía hacia él. —Te amo —decía con la voz del lobo, y terminaba de estrangularme mientras me besaba. Por algún milagro desperté sin gritar como solía. Temblaba acurrucada contra el lobo, que dormía profundamente a mi lado. Me alegró que los caprichos enfermos de mi imaginación no hubieran perturbado su sueño también.<
Llegamos al final de la novela, pero no de la historia de Risa y Mael.La historia ya está publicada y terminada, y se llama EL ALFA DEL VALLE.Antes que nada, quería agradecerles de todo corazón por la paciencia, la constancia, el respaldo que le han dado a esta historia. Su inversión de tiempo y energía en leer los delirios de mi imaginación es un regalo invaluable que me hacen cada día. Por eso: gracias, gracias, ¡gracias!Muchísimas gracias por los votos y reseñas, también. ♥ ♥ ♥Me encantaría poder responder a todos los comentarios enseguida, pero desgraciadamente, la plataforma no me los muestra a menos que revise capítulo x capítulo cada día.Ahora sí, lo que sigue.Desde el principio supe que Valle terminaba cuando Risa descubría la identidad de Mael, y mientras escribía, me di cuenta que usar la primera persona, combinado con la situación de Risa en la historia, me limitaba muchísimo.Por eso, El Alfa del Valle cuenta la historia desde Mael, para enterarnos todo lo que Risa n
El eco distante de cascos al galope perturbó el profundo silencio que inundaba la pradera. Aquel vasto mar de hierba ondulaba en el frío viento del norte, que inclinaba las briznas en ondas continuas hacia los primeros árboles. El bosque descendía de las colinas que acotaban dela entrada al valle, atravesando la elevada planicie como un muro de sombras impenetrables. Las nubes flotaban sin prisa sobre la pradera, ocultando la luna y las estrellas. Poco después, dos docenas de sombras superaron la última cuesta que llevaba a la pradera, figuras oscuras y tambaleantes corriendo a los tumbos en dirección al bosque. —¡Allí está! —gritaron. —¡Un esfuerzo más! —¡No se detengan! El grupo se precipitó hacia el extremo opuesto de la pradera, donde las sombras del bosque prometían refugio. Hombres y mujeres, y al menos media docena de niños. Sucios, lastimados, descalzos, el terror pintado en sus rostros. Los que iban solos se adelantaron en una carrera desesperada hacia los árboles. Las f
LIBRO 1: INVIERNO Marcada antes de nacer, no es fácil para Risa verse como un inmortal viviendo en las tierras de sus enemigos seculares, los lobos. Hasta que una situación inesperada la lleva a cruzar caminos con uno de los señores del Valle, que desafiará las estrictas leyes de su pueblo para iniciarla en los secretos del amor, en preparación del día en que puedan anunciar su unión. Pero la única forma en la que pueden estar juntos es que Risa tenga los ojos vendados, sin verlo en su forma humana hasta el día de su compromiso. ¿Lograrán superar los incontables obstáculos que los separan? ¿O las diferencias entre ellos se impondrán a sus sentimientos y esperanzas? * * * Las mujeres iban y venían por la plaza, saludando al pasar a las viejas tejedoras, que sacaran sus telares para trabajar bajo el sol apenas tibio de noviembre. Más allá, ignoraban los comentarios galantes de los cazadores que bebían cerveza en la esquina de la plaza, sentados en gruesos troncos tallados en fo
Luché por contener las lágrimas, lamentando mi suerte sin darme cuenta que seguía observándolo, como si pidiera a gritos que me descubriera y me matara en el acto. Se había apartado de la cascada para volver a nadar por el estanque. Agaché la cabeza una vez más al verlo encaramarse a la orilla para salir del agua. Cerré los ojos con fuerza, segura de que sentiría sus filosos dientes cerrarse en torno a mi cuello de un momento a otro.Desde que su padre muriera en batalla dos años atrás, había asumido el liderazgo de la manada con puño de hierro. Se decía que era joven e impetuoso, huraño, y que lo único que contenía su temperamento irascible era su madre, la reina Luna, porque no tenía compañera ni se preocupaba por buscarla. Se decía que en la guerra era violento y temerario. Bajo ninguna circunstancia toleraba la menor desobediencia, ni de sus hermanos ni de sus súbditos humanos, y no vacilaba en aplicar castigos ejemplares a cualquiera que desafiara su autoridad o intentara burlar
Llegar a casa de Tea me llevó una eternidad, porque la pierna me dolía tanto que tenía que detenerme cada pocos pasos a descansar. Al menos los niños ya no custodiaban la entrada al pueblo.El camino más corto me llevaba cerca del taller de herrería de mi padre, en el frente de la casa que compartía con su esposa y mis hermanastros. Había un perro echado ante la puerta cerrada, que me olió y ladró enloquecido.Me oculté en el callejón y me asomé a la esquina para espiar. Reconocí el enorme perro pastor de Van, y un momento después vi que el muchacho y mi hermanastra mayor, Lirio, salían apresurados del taller. Se despidieron con un beso apresurado y el muchacho se alejó a todo correr con su perro, mientras Lirio rodeaba el taller hacia la casa con sigilo.Lirio era una de las muchachas más hermosas del pueblo, y le ganaba a todas en vanidosa. Siempre alardeaba de que sería elegida para ir al castillo, y ya había rechazado varias propuestas de matrimonio, convencida de que el mismísimo
No tenía más alternativa que obedecer, aunque tuve la precaución de omitir la parte de haber visto al Alfa transformarse y bañarse desnudo. Sabía que si llegaba a enterarse de eso, me mataría como el lobo no había hecho.Creo que lo único que me salvó de su castigo fue que todavía estaba hecha un desastre. Y no tardé en empeorar. Al parecer, mi pierna no era lo único que me había arruinado en mi aventura nocturna. Las frías aguas del estanque, y las horas que pasara sin quitarme mis ropas empapadas, afectaron mi pecho. Pasé esa noche volando de fiebre, y en la mañana tosía y me costaba respirar.Perdí la cuenta de los días que pasé tendida en el jergón frente al fuego, tragando a regañadientes los caldos pestilentes de Tea, temblando, ahogándome, gimiendo cada vez que intentaba cambiar de posición, porque el pecho y la pierna parecían quemarme.Al fin, tras semanas de esfuerzos vanos por curarme, Tea obligó a sus articulaciones reumáticas a agacharse frente a mí. Yo no estaba realment