Esta historia, cargada de acción, te atrapará desde el inicio. La clonación humana está estrictamente prohibida, o al menos eso pensábamos. Esta es la historia del doctor Julius Hansen, renombrado científico, a quien el grupo religioso llamado «La Segunda Venida» le hace la propuesta de clonar, nada más y nada menos, que a Jesús de Nazaret, utilizando el ADN presente en el sudarium de la Catedral de San Salvador en Oviedo, España. Al principio éste se niega, pero su curiosidad científica y atracción a lo desconocido le hacen aceptar, clandestinamente, el encargo. Pero cuando el niño cumple su primer año de vida, el doctor Hansen decide huir con él para no someterlo a ningún tipo fanatismo religioso, y desaparece por cuatro años. Ahora Joseph, el clon de Jesús, tiene cinco años y el doctor Hansen decide salir de la clandestinidad presionado por una peligrosa secta satánica y un grupo religioso extremo que logran ubicarlos, desatando una despiadada cacería para atraparlos y asesinar al niño clon. Afortunadamente, en su camino conocen al ex marine David Cranston, quien decide protegerlos haciendo uso de sus conocimientos militares y experiencia en la guerra de Afganistán, dejando una estela de muerte a su paso. En este escenario, los detectives Mark Forney y Doris Ventura de la Policía de Nueva York, investigarán el motivo, aún desconocido para todos, de las muertes en la ciudad, mientras una sagaz periodista intenta adelantárseles con la exclusiva de su vida. Entretanto, y sin estar completamente consciente de ello, Joseph desarrollará importantes «habilidades» que solamente alguien como él puede tener, cambiando las vidas de las personas a su alrededor y demostrando que su nacimiento tal vez forme parte de los muchos planes que tiene Dios para este mundo.
Leer másMark y Doris estaban conversando con David y Karen cuando la puerta de la casa de seguridad se abrió, dando paso a Hansen y a Joseph, abalanzándose éste último en los brazos de su madre. Karen le besó repetidamente y le preguntó cómo les había ido con el Presidente.―Es un hombre bueno, pero muy serio ―le dijo Joseph―. No quiere que David esté con nosotros.―¿Y eso por qué? ―preguntó David―. ¿Qué le dijo, doctor?Hansen suspiró desconsolado.―Dijo que a pesar de que estabas actuando en defensa propia, y en la nuestra, debes ser investigado por las muertes de esas personas. Al igual que yo, por lo que hice.―¿Y qué piensa hacer el Presidente? ―preguntó Karen.―Pondrá al FBI a cuidarnos hasta que decida qué hacer con nosotros. Tiene mucha presión por parte del Vaticano e Israel...―¿Pr
Ya no podía ocultarse por más tiempo la existencia de Joseph. Aquel grupo religioso armado frente al Departamento de Policía había puesto sobre la palestra la verdad sobre los acontecimientos de los últimos días, donde muchos testigos de las palabras del doctor Hansen hicieron correr por las redes sociales todo lo que había dicho, y ya prácticamente todo el mundo sabía que un científico había logrado clonar a Jesús de Nazaret, y grupos religiosos y sectas satánicas habían tratado de matar al niño clon, considerándolo una abominación o una amenaza para su existencia y razón de ser. En muchas ciudades del mundo grupos de personas se aglomeraban en sitios públicos, como plazas y avenidas, y hacían vigilias pidiendo por la vida del niño Jesús y que lo presentaran al mundo como su nuevo Señor y salvador para seguirlo. Otros, muy
Darwin Conrad estaba realmente furioso cuando llamó a Darlene a su celular. Le recriminaba fuertemente por el avance que hizo sobre el suceso de la estación de policía, donde planteaba la posibilidad de que estuviera involucrado un clon de Jesús de Nazaret. Sus jefes en la central de la CNN en Atlanta le habían llamado por el «extraño y confuso» reporte de su sede en Nueva York, y preocupados también por la ola de rumores y noticias especulativas que se estaban dando en todas partes del país a raíz de ese reporte. Darwin no acostumbraba a cuestionar a sus reporteros delante de sus jefes, por lo que prometió investigar y ahondar más en el suceso y tener una respuesta concreta de todo antes de que finalice el día, tranquilizándolos al menos por el momento. Ahora tenía al teléfono a su reportera estrella y estaba molesto no tanto por el hecho de que hubiera dicho todo aq
Thomas no veía absolutamente nada. En el fondo de la habitación comenzó a divisar dos puntos rojos que iban apareciendo progresivamente. Se alegró de que su Señor llegara en ese preciso momento, y así se lo dijo, mientras los dos puntos se acercaban lentamente a él.―Es hora de un cambio ―le dijo, su Señor.Thomas no comprendió, y comenzó a sudar copiosamente. Sentía un enorme calor.―No com... comprendo, mi Señor... ¿Cuál cambio?Las luces de la lámpara de emergencia comenzaron a parpadear de nuevo, defectuosas. Thomas pudo ver mejor la sombra negra con dos puntos rojos frente a él. Extrañamente, iba haciéndose menos oscura, como aclarándose, y tomando la forma de lo que parecía era un hombre. De repente Thomas se vio frente a sí: la sombra había adquirido su forma, y comenzó a sentir miedo. El o
David y los demás ya habían entrado a Nueva York seguidos de Mark y Doris. Mark les hizo un cambio de luces y David miró por el retrovisor; Mark le ordenaba que se detuviera. Se detuvieron a un lado de la calle y una vez que se hubo bajado del auto, Mark se les acercó.―No tienen idea de dónde comenzar a buscar, ¿verdad?David y los demás negaron con la cabeza.―Hace algún tiempo hicimos un allanamiento en una casa donde se realizaban rituales satánicos y cosas por el estilo. La casa está clausurada, pero uno de los detenidos vive cerca. Podemos empezar por allí, interrogándolo para ver si nos dice dónde pudieron haber llevado al niño.―¿Y usted cree que ese hombre se los pudo haber llevado a ellos? ―preguntó Karen.―Es lo más probable. Si sus propios intentos fallaron en más de una vez, pudieron recurrir a ese hombre para q
Darlene pasó la noche en vela ordenando la información que tenía sobre los sucesos y buscando algún dato o pista que le pudiera decir lo que estaba pasando. Repasó los nombres de los propietarios de las casas donde habían ocurrido los tiroteos y pensó que no estaría de más buscar algún tipo de información sobre ellos en internet. El primero que ingresó fue, por supuesto, el dueño de la casa del primer suceso: John Moses. Lo primero que apareció con su nombre fue información de Facebook, y luego una nota de prensa. Nada más. Lo demás era información con referencia solamente al nombre de John o al apellido Moses, sin conexión entre ellos. Decidió leer la nota de prensa. En ella se presentaba al mundo un logro obtenido por el Dr. Julius Hansen en materia de clonación de órganos humanos, y el nombre de John Moses sólo salí
Abrieron los ojos los tres al mismo tiempo y el ahogo que sentían hizo que tomaran aire en un largo y profundo suspiro. David se sentó, jadeando por la súbita falta de oxígeno y vio como frente a él cayó la punta de una bala. Miró a su alrededor y reconoció la habitación del hotel. Hansen y Karen estaban sentándose también en el piso con la respiración agitada y los ojos abiertos con un gesto de sorpresa y miedo. Cuando recuperó un poco el aliento David recordó a Joseph, y lo buscó a su alrededor desesperadamente.―¿Dónde está Joseph? ―preguntó―. ¿No lo ven?Hansen también se recuperó y se puso de pie rápidamente. Un súbito mareo hizo que se tambaleara un poco y se sujetó de la barandilla del balcón. Buscó también a Joseph con la mirada.―No lo entiendo ―dijo Karen, vi&
Darlene llegó a la dirección que le había dado Phil. Era una casa antigua en los suburbios de Queens. Cuando comprobó que era la casa que buscaba, tocó a la puerta. Nadie contestó. Volvió a tocar y tampoco obtuvo respuesta. Cuando estaba a punto de irse, desanimada, un hombre de cabellera larga y bigote espeso llegaba a la casa y le miró con desconfianza.―¿Quién es usted, y qué quiere en mi casa? ―le preguntó Tommy.Darlene fingió una sonrisa amable y le tendió la mano.―Hola, soy Darlene Lowell, de CNN. Busco al dueño, Tommy Sanders. ¿Es usted?Tommy le dejó la mano estirada, pasó a su lado y fue a abrir la puerta.―No tengo nada que decirle a la prensa. Por favor, váyase.―¿Usted es Tommy Sanders? Mire, solo estoy investigando sobre los asesinatos ocurridos en las últimas horas. El públi
Suspiraron aliviados cuando pasaron el punto de control. Hansen abrazó a Joseph con alegría, y luego éste le echó los brazos al cuello a Karen por detrás de su asiento y le estampó un beso en la mejilla. David hizo la observación de que necesitaban gasolina. A los pocos kilómetros encontraron una estación de gasolina y se detuvieron allí. David comenzó a surtir al Chevelle, mientras los demás se dirigieron a la tienda a ver qué compraban. Tenían hambre. Adentro, el encargado estaba tras el mostrador leyendo un periódico. Apenas les dirigió una mirada. Hansen y Karen tomaron unos sándwiches de pollo y algunas sodas, así como botellas de agua.―No me agrada darle soda tan temprano ―dijo Hansen―, pero hoy podemos hacer una excepción.Joseph se dirigió a un mostrador donde había varios discos compactos en venta. Revi