Luego del incidente con el camión de concreto, Mark y Doris se dirigieron nuevamente hacia la casa del científico y buscaron a más vecinos que hayan presenciado el incidente. Una anciana les dijo que había escuchado las detonaciones y de inmediato se asomó a una ventana, y que a los pocos segundos vio que dos hombres y un niño salían de la casa del científico y abordaban un carro, abandonando la escena de forma apresurada.
―¿Vio cómo eran esos hombres y el niño? ―le preguntó Doris―. ¿Eran blancos? ¿De color?
―Eran blancos todos ―dijo la anciana―. Uno de los hombres era más joven que el otro, y el niño era pequeño, como de unos cuatro o cinco años.
―Es buena observadora, y además tiene buena memoria ―le dijo Mark―. ¿Algo más que recuerde?
La anciana hizo un gesto de fastidio, parecía que las palabras de a
Una de las balas había alcanzado también el motor y comenzó a fallar. Aún estaban lejos del aeropuerto. David tomó la próxima salida y se encontró de nuevo en los suburbios de Nueva York. El doctor Hansen se veía contrariado, necesitaba salir del país y las cosas se estaban complicando. David estacionó el auto en una calle poco transitada, no tuvo necesidad de apagar el motor ya que éste lo había hecho solo debido a la falla.―Necesitaremos otro auto ―dijo―. ¿No tiene a más nadie que lo ayude?El doctor Hansen pensó un momento.―Podemos ir de nuevo donde los amigos del doctor Moses a ver si ellos tienen uno.―Bien. Debemos irnos. No conozco bien esta ciudad. ¿Estamos cerca?El doctor Hansen echó un vistazo alrededor. Conocía la zona.―Estamos un poco lejos, como a unas siete cuadras.―Entonces debemos apurarnos
La «Brigada Senil», como jocosamente les decía Henry a sus amigos, se habían marchado con aquellos dos tipos en el maletero de un Oldsmobile convertible para darles una lección. Henry y su esposa, Joanna, convencieron a Hansen y a David de quedarse con ellos en su apartamento para que pasaran la noche y continuaran su camino hasta el aeropuerto el día siguiente. A Hansen le preocupaba que quiénes les perseguían también les encontrasen allí, ya que sabían que habían ido hasta el negocio de los ancianos y no tardarían en averiguar dónde vivían para buscarlos allá. Henry les explicó que no habría problemas allí, ya que el apartamento en donde estaban era del esposo de su hija, y se habían ido ya hace unos cinco años para Argentina. Su hogar estaba ubicado en Queens y, aunque vivían allí de manera permanente, esa tarde habí
Al escuchar que llegaba la policía, Thomas, que se había quedado en el asiento trasero del auto, supo que sus hombres no volverían, por lo que se pasó al asiento delantero, encendió el motor y lo puso en marcha, pasando al lado del Impala negro con luces policiales que acababa de llegar. Comenzaba a sentirse realmente frustrado de no poder llegar a Joseph, y eso también lo disgustaba. Hansen hasta ahora había tenido muy buena suerte de poder evadirlo ileso, y buscaría la forma de que eso cambiara. Se dirigió de nuevo a su casa, ya era de noche y necesitaba comunicarse con su Señor, para que pudiera decirle de nuevo dónde estarían al día siguiente. Llegó a los veinte minutos, un poco más rápido que de costumbre, pensó. A pesar de que estaba ubicada en Queens sentía que el sitio era el más conveniente para vivir que cualquier otra localidad. Como norma p
Hansen acostó a Joseph en la cama de Karen teniendo cuidado de no despertarlo. Ella se sentó a su lado y volvió a contemplarlo, luego le quitó los zapatos y lo arropó. Le dio un beso en la frente y otro en la mejilla. Miró a Hansen, se levantó y salió de la habitación. En la sala se sentó en uno de los muebles. David estaba de pie junto a una de las ventanas y escudriñaba los alrededores. Hansen llegó y se sentó también en otro mueble. No había querido quitarse aún la chaqueta de su traje. Karen y él se miraron por largo rato. Karen rompió el silencio.―No debería, pero te agradezco que me hayas devuelto a Joshua. Se ve que lo has cuidado y alimentado bien.―Ahora se llama Joseph ―dijo Hansen―. Y no te lo estoy devolviendo, te estoy ofreciendo la oportunidad de estar de nuevo en su vida, junto a mí.―Soy su madre. Si quiero
Habían escuchado los reportes de que Bin Laden estaba oculto en alguna parte del barrio que ahora patrullaban. Robert estaba al volante del Humvee, David iba de copiloto y en la parte de atrás iban los novatos Miller y Hendricks. Al frente de ellos iban en otro Humvee el sargento Hastings, Romero y Cooper. Se detuvieron en una calle cerrada con un montón de escombros producto del bombardeo previo en la zona. Bajaron de los vehículos y comenzaron a recorrer la calle desierta. También con el rango de sargento, David siempre se ubicaba adelante para guiar a los demás y comandar las acciones. Pasaron junto a los escombros y escucharon un sonido proveniente de la casa a su derecha. Apuntaron todos hacia la casa, David levantó el brazo derecho con el puño cerrado en señal de que se detuvieran, luego les hizo señas para que se separaran en dos direcciones, indicando a los tres a su izquierda que fueran hacia la parte tra
Mark escuchó el sonido y pensó que era el despertador. Lo buscó con su mano derecha y lo encontró, apretó el botón pero el sonido no se detenía. Terminó de despertarse y se dio cuenta que no era el despertador, sino su celular. Lo buscó en la mesita de noche y tras encontrarlo contestó.―Estaré allá en media hora ―dijo al cabo de unos segundos. Luego se levantó y se fue a dar una ducha.Llegó en cuarenta minutos. Doris estaba frente a la casa, junto a Mulligan y a un nutrido grupo de policías. Del otro lado de la calle un numeroso grupo de periodistas trataban de acceder a la escena del crimen, algunos de ellos ofreciendo la noticia en vivo para sus estaciones de televisión y otros tratando de conseguir una entrevista con quién sea que les brinde información más precisa.―¿Ustedes no duermen? ―les preguntó Mark con ca
Thomas llegó a la casa donde se reunía su secta. Estaba realmente contrariado y molesto por volver a fallar en su intento por capturar al doctor Hansen y al niño. Entró rápidamente y se dirigió a una de las habitaciones, que era usada como una especie de oficina, con un escritorio y una silla en el centro, y al fondo de la misma, detrás del escritorio, un mueble grande de madera como un closet que casi llegaba al techo. Fue hasta allí y abrió una de las puertas, sacó una de las varias botellas de whiskey que tenía allí y la abrió, sirvió un poco en un vaso y lo bebió ávidamente. Uno de los pocos gustos que se daba a nivel personal era mantener una pequeña colección de bebidas alcohólicas, en especial whiskey, para satisfacer una adicción que mantenía oculta a los miembros de su secta. Allí guardaba al menos unas diez o doce botella
Joseph lo estaba pensando muy seriamente, aunque en su rostro se dibujaba apenas una sonrisa pícara. Karen lo había bañado y vestido y le estaba peinando el cabello cuando llegó Hansen y les contó sus planes para burlar a la policía y a los hombres que los seguían.―¿Qué dices, hijo? ―le preguntó Hansen―. ¿Crees poder hacerlo?―Creo haber visto ropa de niña por aquí ―dijo Karen―. Será solo por un tiempo, hasta que salgamos del Estado.Joseph soltó una risita.―No creo que me vea bonito vestido como una niña.―Bueno, eso lo veremos ―Karen le dio un beso en la mejilla―. Ya vuelvo.Salió de la habitación y fue a la siguiente en busca de ropa. Hansen se sentó al lado de Joseph, sintió el olor a jabón y champú de niños. Joseph le miró por un instante y luego se acurrucó cont