Mark escuchó el sonido y pensó que era el despertador. Lo buscó con su mano derecha y lo encontró, apretó el botón pero el sonido no se detenía. Terminó de despertarse y se dio cuenta que no era el despertador, sino su celular. Lo buscó en la mesita de noche y tras encontrarlo contestó.
―Estaré allá en media hora ―dijo al cabo de unos segundos. Luego se levantó y se fue a dar una ducha.
Llegó en cuarenta minutos. Doris estaba frente a la casa, junto a Mulligan y a un nutrido grupo de policías. Del otro lado de la calle un numeroso grupo de periodistas trataban de acceder a la escena del crimen, algunos de ellos ofreciendo la noticia en vivo para sus estaciones de televisión y otros tratando de conseguir una entrevista con quién sea que les brinde información más precisa.
―¿Ustedes no duermen? ―les preguntó Mark con ca
Thomas llegó a la casa donde se reunía su secta. Estaba realmente contrariado y molesto por volver a fallar en su intento por capturar al doctor Hansen y al niño. Entró rápidamente y se dirigió a una de las habitaciones, que era usada como una especie de oficina, con un escritorio y una silla en el centro, y al fondo de la misma, detrás del escritorio, un mueble grande de madera como un closet que casi llegaba al techo. Fue hasta allí y abrió una de las puertas, sacó una de las varias botellas de whiskey que tenía allí y la abrió, sirvió un poco en un vaso y lo bebió ávidamente. Uno de los pocos gustos que se daba a nivel personal era mantener una pequeña colección de bebidas alcohólicas, en especial whiskey, para satisfacer una adicción que mantenía oculta a los miembros de su secta. Allí guardaba al menos unas diez o doce botella
Joseph lo estaba pensando muy seriamente, aunque en su rostro se dibujaba apenas una sonrisa pícara. Karen lo había bañado y vestido y le estaba peinando el cabello cuando llegó Hansen y les contó sus planes para burlar a la policía y a los hombres que los seguían.―¿Qué dices, hijo? ―le preguntó Hansen―. ¿Crees poder hacerlo?―Creo haber visto ropa de niña por aquí ―dijo Karen―. Será solo por un tiempo, hasta que salgamos del Estado.Joseph soltó una risita.―No creo que me vea bonito vestido como una niña.―Bueno, eso lo veremos ―Karen le dio un beso en la mejilla―. Ya vuelvo.Salió de la habitación y fue a la siguiente en busca de ropa. Hansen se sentó al lado de Joseph, sintió el olor a jabón y champú de niños. Joseph le miró por un instante y luego se acurrucó cont
Suspiraron aliviados cuando pasaron el punto de control. Hansen abrazó a Joseph con alegría, y luego éste le echó los brazos al cuello a Karen por detrás de su asiento y le estampó un beso en la mejilla. David hizo la observación de que necesitaban gasolina. A los pocos kilómetros encontraron una estación de gasolina y se detuvieron allí. David comenzó a surtir al Chevelle, mientras los demás se dirigieron a la tienda a ver qué compraban. Tenían hambre. Adentro, el encargado estaba tras el mostrador leyendo un periódico. Apenas les dirigió una mirada. Hansen y Karen tomaron unos sándwiches de pollo y algunas sodas, así como botellas de agua.―No me agrada darle soda tan temprano ―dijo Hansen―, pero hoy podemos hacer una excepción.Joseph se dirigió a un mostrador donde había varios discos compactos en venta. Revi
Darlene llegó a la dirección que le había dado Phil. Era una casa antigua en los suburbios de Queens. Cuando comprobó que era la casa que buscaba, tocó a la puerta. Nadie contestó. Volvió a tocar y tampoco obtuvo respuesta. Cuando estaba a punto de irse, desanimada, un hombre de cabellera larga y bigote espeso llegaba a la casa y le miró con desconfianza.―¿Quién es usted, y qué quiere en mi casa? ―le preguntó Tommy.Darlene fingió una sonrisa amable y le tendió la mano.―Hola, soy Darlene Lowell, de CNN. Busco al dueño, Tommy Sanders. ¿Es usted?Tommy le dejó la mano estirada, pasó a su lado y fue a abrir la puerta.―No tengo nada que decirle a la prensa. Por favor, váyase.―¿Usted es Tommy Sanders? Mire, solo estoy investigando sobre los asesinatos ocurridos en las últimas horas. El públi
Abrieron los ojos los tres al mismo tiempo y el ahogo que sentían hizo que tomaran aire en un largo y profundo suspiro. David se sentó, jadeando por la súbita falta de oxígeno y vio como frente a él cayó la punta de una bala. Miró a su alrededor y reconoció la habitación del hotel. Hansen y Karen estaban sentándose también en el piso con la respiración agitada y los ojos abiertos con un gesto de sorpresa y miedo. Cuando recuperó un poco el aliento David recordó a Joseph, y lo buscó a su alrededor desesperadamente.―¿Dónde está Joseph? ―preguntó―. ¿No lo ven?Hansen también se recuperó y se puso de pie rápidamente. Un súbito mareo hizo que se tambaleara un poco y se sujetó de la barandilla del balcón. Buscó también a Joseph con la mirada.―No lo entiendo ―dijo Karen, vi&
Darlene pasó la noche en vela ordenando la información que tenía sobre los sucesos y buscando algún dato o pista que le pudiera decir lo que estaba pasando. Repasó los nombres de los propietarios de las casas donde habían ocurrido los tiroteos y pensó que no estaría de más buscar algún tipo de información sobre ellos en internet. El primero que ingresó fue, por supuesto, el dueño de la casa del primer suceso: John Moses. Lo primero que apareció con su nombre fue información de Facebook, y luego una nota de prensa. Nada más. Lo demás era información con referencia solamente al nombre de John o al apellido Moses, sin conexión entre ellos. Decidió leer la nota de prensa. En ella se presentaba al mundo un logro obtenido por el Dr. Julius Hansen en materia de clonación de órganos humanos, y el nombre de John Moses sólo salí
David y los demás ya habían entrado a Nueva York seguidos de Mark y Doris. Mark les hizo un cambio de luces y David miró por el retrovisor; Mark le ordenaba que se detuviera. Se detuvieron a un lado de la calle y una vez que se hubo bajado del auto, Mark se les acercó.―No tienen idea de dónde comenzar a buscar, ¿verdad?David y los demás negaron con la cabeza.―Hace algún tiempo hicimos un allanamiento en una casa donde se realizaban rituales satánicos y cosas por el estilo. La casa está clausurada, pero uno de los detenidos vive cerca. Podemos empezar por allí, interrogándolo para ver si nos dice dónde pudieron haber llevado al niño.―¿Y usted cree que ese hombre se los pudo haber llevado a ellos? ―preguntó Karen.―Es lo más probable. Si sus propios intentos fallaron en más de una vez, pudieron recurrir a ese hombre para q
Thomas no veía absolutamente nada. En el fondo de la habitación comenzó a divisar dos puntos rojos que iban apareciendo progresivamente. Se alegró de que su Señor llegara en ese preciso momento, y así se lo dijo, mientras los dos puntos se acercaban lentamente a él.―Es hora de un cambio ―le dijo, su Señor.Thomas no comprendió, y comenzó a sudar copiosamente. Sentía un enorme calor.―No com... comprendo, mi Señor... ¿Cuál cambio?Las luces de la lámpara de emergencia comenzaron a parpadear de nuevo, defectuosas. Thomas pudo ver mejor la sombra negra con dos puntos rojos frente a él. Extrañamente, iba haciéndose menos oscura, como aclarándose, y tomando la forma de lo que parecía era un hombre. De repente Thomas se vio frente a sí: la sombra había adquirido su forma, y comenzó a sentir miedo. El o