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Por desgracia, al día siguiente tuve que regresar al castillo, y pasaron al menos dos semanas antes que pudiera volver a quedarme varios días seguidos con ella. Aún regresaba al Atalaya cada noche, y tal vez me demoraba el día entero allí, porque saberla lejos se me hacía cada vez más difícil de sobrellevar.

Además, no que hubiera demasiados asuntos urgentes que requirieran mi atención. Milo tenía todo bajo control. Y en el norte, Mendel defendía nuestras posiciones sin inconvenientes, y nos mantenía bien informados de los movimientos de los parias.

Fue así como supimos que preparaban otra cacería. Lo más difícil resultó separarme de Risa para sumarme a los nuestros en el Bosque Rojo, porque mi pequeña no lograba contener su miedo y sus lágrimas. El resto fue lo de siempre: el puñado de fugitivos por la noche en la pradera,

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