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31. JAIME: TORMENTA INTERNA

La situación es ilógica. Inmoral. Y, aun así, no puedo dejar de pensar en esa mujer: Cielo.

Sé que mis opciones deberían ser solo dos: o ignorar lo que sea que fluye entre nosotros y devolverla a su marido o simplemente terminar con su existencia.

Es una bruja. Aunque no sabía de su existencia, lo más razonable sería pensar que es tan peligrosa o más que un licántropo. Lo sensato habría sido destruirla en cuanto la descubrí conjurando junto al lago. Pero no pude. Algo me detuvo. Una fuerza invisible que no logro entender... una conexión que me frustra, me intriga... me retiene.

No debí desearla, no debí tocarla, porque en el momento en que mi piel rozó la suya y mis labios probaron los suyos, firmé mi sentencia.

—Voy a resolver los problemas de la duquesa en un mes —dijo con firmeza, observándome con intensidad—. Y después... vendré por ti.

Esas fueron sus palabras y no pude evitar sentir que algo dentro de mí se agitaba con una intensidad que nunca creí posible. Ahí estaba la ferocidad de la compañera que anhelaba, pero a esta mujer no debía tenerla.

Cuando la vi en el despacho de Iván Felipe, supe que era ella. Aunque su forma había cambiado, sus ojos, su esencia... eran inconfundibles. Como un faro en la oscuridad, la reconocería en cualquier cuerpo, en cualquier tiempo.

Me mata saber que ese cuerpo no le pertenece. No es suyo. Es el envoltorio de una duquesa, una mujer casada, la esposa de un hombre que podría arrancarme la cabeza con una orden susurrada entre copas de vino. Pero nada de eso parece importarme cuando la tengo cerca. Cuando habla, cuando me mira, cuando camina con ese andar que parece flotar entre el pecado y la promesa.

Cielo. Se hace llamar así.

Y tal vez lo sea, en algún rincón torcido del universo.

Un cielo que me tienta. Que me condena.

Lo que más me jode es que lo sabe. Esa bruja lo sabe.

Sabe cómo me envenena el cuerpo cada vez que sonríe.

Sabe que intento mirar a otro lado, pero siempre termino viéndola.

Cada fibra de mi cuerpo me grita que esto es una trampa. Que no es ella, no del todo. Que la verdadera dueña de ese cuerpo está atrapada, ausente, tal vez suplicando recuperar lo que perdió. ¿Y yo? Yo soy el bastardo egoísta que quiere volver a tocar una piel que no le pertenece y que sabe que ahora es el olor y calor de su piel el que quiere en las noches.

Sé que está mal.

Y sin embargo... La deseo.

En aquella habitación tomé el control aparente de la situación y constaté con dicha mi efecto en ella. Me desea, me reclama y aunque en mi cabeza en otro tiempo eso habría sido suficiente para actuar... la verdad es que no lo es, el resto del mundo existe... sobre todo un duque.

Dios. Si ese hombre no existiera, la tomaría. Lo haría sin pensarlo tan loco como suena.

Porque cada vez que se me acerca, cada vez que inclina la cabeza y me habla en voz baja, mi mundo se derrumba un poco más. Me desconozco. Me convierto en un idiota dispuesto a incendiar su propia vida por unos segundos de locura. Me convierto en hombre. En presa. En bestia.

No sé si es magia, o si simplemente soy débil.

Quiero creer en su promesa. Quiero creer que solucionará lo que debe y estará a mi lado.

No tengo idea de que pasará con la duquesa, con aquella otra conciencia que es la dueña real de ese cuerpo, lo único que me importa es que ya constaté que no se opone a que esté con Cielo, no se opone a prestarnos su cuerpo. No sé qué piensa realmente ni como terminará esto, pero quiero creer que en este imperfecto y cruel mundo puedo tener mi pedacito de cielo.

Tocar a una mujer casada va en contra de todo lo que creo. Me convertiría en un traidor.

Pero Cielo no es su mujer. No tiene ningún vínculo con ese hombre.

Entonces... ¿Hay realmente traición?

Mis planes eran simples. Llegar al ducado vísperas a cumplirse el plazo y cobrar al duque el favor que me debe. Aún no sé qué pediré, pero eso es lo de menos, solo quiero verla.

Pero su siguiente aparición cambió todo forzándome a ser más firme en mi decisión y tomar acciones. No puedo dejarle todo el trabajo a ella.

La volví a ver en su forma original, intangible, etérea... y aun así más ella que nunca. Por fin hablamos con calma. Me contó su historia. Sus razones. Sus miedos. Pero entonces dijo algo que me sacudió hasta los huesos:

"No sé por cuánto tiempo estaré aquí".

Va a marcharse.

¿Y yo qué? ¿Para qué vino? ¿Para qué me trastornó si va a desaparecer?

No lo acepto, tiene que luchar. Por eso ahora adelantaré mi viaje al ducado.

No, no lo acepto. No pienso dejarla ir sin luchar. Por eso adelantaré mi viaje. Iré al ducado. Haré lo que sea para empujarla a quedarse. Así tenga que aceptar también a la duquesa. Dos conciencias. Un cuerpo. Qué importa. Al fin de cuentas, ¿qué tiene de normal lo que estamos viviendo?

La reunión con mi hermano me toma en el peor de los momentos. Mi cabeza está hecha un caos, aunque mi decisión ya esté tomada. Infortunadamente, no puedo acompañarlo como me habría gustado en la nueva etapa de su vida. Su pareja es una loba, una omega según averigué, así que ese es otro golpe al mundo que había creado en mi cabeza.

Ahora no solo mi hermano conoce la existencia de un mundo sobrenatural en el cual coexistimos con hombres lobo, sino que sabe que yo los cazo. Mi hermano está convencido de que en esos seres hay bondad y tienen los mismos derechos que los humanos y ahora de corazón quiero creerlo. Por mi amigo Iván Felipe, quiero creerlo por mi hermano y su pareja, pero sobre todo, quiero creer que todos los seres sobrenaturales tienen un alma por el cual luchar y ser salvados.

Terminaré aquí todo tan rápido como pueda e iré a verla.

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