La situación es ilógica. Inmoral. Y, aun así, no puedo dejar de pensar en esa mujer: Cielo.
Sé que mis opciones deberían ser solo dos: o ignorar lo que sea que fluye entre nosotros y devolverla a su marido o simplemente terminar con su existencia.
Es una bruja. Aunque no sabía de su existencia, lo más razonable sería pensar que es tan peligrosa o más que un licántropo. Lo sensato habría sido destruirla en cuanto la descubrí conjurando junto al lago. Pero no pude. Algo me detuvo. Una fuerza invisible que no logro entender... una conexión que me frustra, me intriga... me retiene.
No debí desearla, no debí tocarla, porque en el momento en que mi piel rozó la suya y mis labios probaron los suyos, firmé mi sentencia.
—Voy a resolver los problemas de la duquesa en un mes —dijo con firmeza, observándome con intensidad—. Y después... vendré por ti.
Esas fueron sus palabras y no pude evitar sentir que algo dentro de mí se agitaba con una intensidad que nunca creí posible. Ahí estaba la ferocidad de la compañera que anhelaba, pero a esta mujer no debía tenerla.
Cuando la vi en el despacho de Iván Felipe, supe que era ella. Aunque su forma había cambiado, sus ojos, su esencia... eran inconfundibles. Como un faro en la oscuridad, la reconocería en cualquier cuerpo, en cualquier tiempo.
Me mata saber que ese cuerpo no le pertenece. No es suyo. Es el envoltorio de una duquesa, una mujer casada, la esposa de un hombre que podría arrancarme la cabeza con una orden susurrada entre copas de vino. Pero nada de eso parece importarme cuando la tengo cerca. Cuando habla, cuando me mira, cuando camina con ese andar que parece flotar entre el pecado y la promesa.
Cielo. Se hace llamar así.
Y tal vez lo sea, en algún rincón torcido del universo.
Un cielo que me tienta. Que me condena.
Lo que más me jode es que lo sabe. Esa bruja lo sabe.
Sabe cómo me envenena el cuerpo cada vez que sonríe.
Sabe que intento mirar a otro lado, pero siempre termino viéndola.
Cada fibra de mi cuerpo me grita que esto es una trampa. Que no es ella, no del todo. Que la verdadera dueña de ese cuerpo está atrapada, ausente, tal vez suplicando recuperar lo que perdió. ¿Y yo? Yo soy el bastardo egoísta que quiere volver a tocar una piel que no le pertenece y que sabe que ahora es el olor y calor de su piel el que quiere en las noches.
Sé que está mal.
Y sin embargo... La deseo.
En aquella habitación tomé el control aparente de la situación y constaté con dicha mi efecto en ella. Me desea, me reclama y aunque en mi cabeza en otro tiempo eso habría sido suficiente para actuar... la verdad es que no lo es, el resto del mundo existe... sobre todo un duque.
Dios. Si ese hombre no existiera, la tomaría. Lo haría sin pensarlo tan loco como suena.
Porque cada vez que se me acerca, cada vez que inclina la cabeza y me habla en voz baja, mi mundo se derrumba un poco más. Me desconozco. Me convierto en un idiota dispuesto a incendiar su propia vida por unos segundos de locura. Me convierto en hombre. En presa. En bestia.
No sé si es magia, o si simplemente soy débil.
Quiero creer en su promesa. Quiero creer que solucionará lo que debe y estará a mi lado.
No tengo idea de que pasará con la duquesa, con aquella otra conciencia que es la dueña real de ese cuerpo, lo único que me importa es que ya constaté que no se opone a que esté con Cielo, no se opone a prestarnos su cuerpo. No sé qué piensa realmente ni como terminará esto, pero quiero creer que en este imperfecto y cruel mundo puedo tener mi pedacito de cielo.
Tocar a una mujer casada va en contra de todo lo que creo. Me convertiría en un traidor.
Pero Cielo no es su mujer. No tiene ningún vínculo con ese hombre.
Entonces... ¿Hay realmente traición?
Mis planes eran simples. Llegar al ducado vísperas a cumplirse el plazo y cobrar al duque el favor que me debe. Aún no sé qué pediré, pero eso es lo de menos, solo quiero verla.
Pero su siguiente aparición cambió todo forzándome a ser más firme en mi decisión y tomar acciones. No puedo dejarle todo el trabajo a ella.
La volví a ver en su forma original, intangible, etérea... y aun así más ella que nunca. Por fin hablamos con calma. Me contó su historia. Sus razones. Sus miedos. Pero entonces dijo algo que me sacudió hasta los huesos:
"No sé por cuánto tiempo estaré aquí".
Va a marcharse.
¿Y yo qué? ¿Para qué vino? ¿Para qué me trastornó si va a desaparecer?
No lo acepto, tiene que luchar. Por eso ahora adelantaré mi viaje al ducado.
No, no lo acepto. No pienso dejarla ir sin luchar. Por eso adelantaré mi viaje. Iré al ducado. Haré lo que sea para empujarla a quedarse. Así tenga que aceptar también a la duquesa. Dos conciencias. Un cuerpo. Qué importa. Al fin de cuentas, ¿qué tiene de normal lo que estamos viviendo?
La reunión con mi hermano me toma en el peor de los momentos. Mi cabeza está hecha un caos, aunque mi decisión ya esté tomada. Infortunadamente, no puedo acompañarlo como me habría gustado en la nueva etapa de su vida. Su pareja es una loba, una omega según averigué, así que ese es otro golpe al mundo que había creado en mi cabeza.
Ahora no solo mi hermano conoce la existencia de un mundo sobrenatural en el cual coexistimos con hombres lobo, sino que sabe que yo los cazo. Mi hermano está convencido de que en esos seres hay bondad y tienen los mismos derechos que los humanos y ahora de corazón quiero creerlo. Por mi amigo Iván Felipe, quiero creerlo por mi hermano y su pareja, pero sobre todo, quiero creer que todos los seres sobrenaturales tienen un alma por el cual luchar y ser salvados.
Terminaré aquí todo tan rápido como pueda e iré a verla.
Las miradas de recelo me siguen como sombras por toda la mansión. Y me encanta.Ahora corre por los pasillos como fuego entre paredes el rumor de que manejo al duque con el dedo meñique. No están tan equivocados.El duque volvió a salir a trabajar, no sin recordarle de forma grotesca a su hijo que debe encerrarse en la habitación y hacerle el amor a su esposa de forma tan fuerte que su semilla llegue muy profundo en ella y pueda germinar. Su nieto debe ser la prioridad. Casi suelto una carcajada al escuchar las palabras tan sucias que eligió y el efecto tan jocoso que generaron en el rostro de lady Catalina.Me pregunto, ¿por qué se pone así ella? A estas alturas ya debería estar acostumbrada a la forma sucia en que habla el viejo.La otra opción que se me ocurre es que aún piense en el sexo como tabú, pero ya llevan más de dos años de vida marital, así que no debería ser eso. Aunque Lord Marcus tenga una o muchas amantes, no creo que se atreva a tener desatendida a su esposa. Si los
Decidimos instalarnos en el balcón de mi habitación para evitar que nuestra conversación se filtrara. Colocamos una pequeña mesa de té con una charola repleta de quesos y carne seca para acompañar el vino que seleccionamos. Cielo me aseguró que esa combinación era perfecta para potenciar los sabores, y no se equivocaba. Todo se apreciaba mejor.Nunca he sido buena con los licores, pero si lo vivido en estos días no amerita una copa, entonces ninguna ocasión lo haría.El cielo estaba nublado, y el viento fresco sugería que pronto llovería. Al principio hablamos de temas sin demasiada importancia, rodeando con delicadeza lo que en verdad queríamos decir. Pero a medida que se acercaba el descorche de la segunda botella, el valor comenzaba a brotar. Ambas lo necesitábamos. Ambas cargábamos heridas.Odeth jugaba nerviosamente con su copa, tomándola por el cuello y haciéndola girar entre sus dedos, sin apartar la vista de ella. Tomé la nueva botella y llené su copa con cuidado.—Cuando se c
Habitar un cuerpo ajeno no es sencillo.Es mirar tus propias manos y no reconocerlas. Es dormir con una piel que no te pertenece y preguntarte, cada noche, cuándo terminará el tiempo extra que sin saber por qué, me está dando la vida.Sé que estoy robando tiempo. No es mío este cuerpo, ni esta voz, ni los labios que mi Musa han degustado con deseo. Y, aun así, cuando sus ojos se posan en mí, siento —por un instante— que soy real. Que no soy solo humo, ni sombra, ni una bruja maldita por intentar aprovechar el milagro que representa el haberlo encontrado.Mi Musa no nació en mi mundo, no estábamos realmente destinados a encontrarnos y por eso me había negado a pensar a largo plazo.Hace unas horas Jaime me demostró que me ve. No solo el cuerpo. Me ve a mí. A Cielo.Y eso me mortifica. Fue claro conmigo y sus argumentos tan lógicos que no pude refutar. No debí sentenciar que volvería con él. ¿Por qué si igual partiré? ¿Por qué quería revolverle la vida? Infortunadamente conozco la respu
Siempre me consideré una joven afortunada. Nací en el seno de una familia de alta alcurnia y, como tal, jamás me faltó nada. He vivido rodeada de comodidades, atenciones y elogios que me han acompañado desde la infancia. Para dicha mía, la gente suele hablar con aprecio de mi temperamento apacible, y no son pocos quienes alaban mi belleza.Sé que puede sonar presuntuoso que lo diga yo misma, pero soy consciente de mi apariencia. Mis ojos, de un azul más profundo que los de mi padre, no pasan desapercibidos, y mi cabello, largo y castaño como las tardes de otoño, cae con suavidad sobre una piel clara que, según dicen, recuerda a la porcelana. Más de una mirada se ha posado en mí durante los paseos por los jardines o los salones, bajo la orgullosa mirada de mis padres.Siempre supe que mi matrimonio sería una tarea sencilla para ellos. Un buen esposo no sería difícil de encontrar. Y, sin embargo, en lo más recóndito de mi alma, aún albergaba la esperanza —tal vez ingenua, pero sincera— d
Han pasado cuatro meses desde aquel nefasto día y aún me siento como una extraña en esta mansión.Nada me falta. Poseo un armario casi tan grande como mi antigua habitación en casa de mis padres, rebosante de vestidos y accesorios tan finos que, de verlos, mi madre se pondría verde de envidia.Odeth es el nombre de mi dama de compañía. Es una joven amable, de trato dulce, cuya presencia ha sido mi único consuelo. Con el tiempo, he aprendido a confiar en ella hasta el punto de hacerla mi confidente.—Recuerde que usted es la señora de esta casa. La gran duquesa Elizabeth —me dice en un intento de animarme tras otro de los desplantes de Lord Marcus, el menor de los dos hijos del duque—. Su esposo la estima, señora. Usted es intocable.Puede ser verdad, pero, ¿cómo no sentirme intimidada si ese hombre es mucho mayor que yo? Él y su hermano están ofendidos por la gran diferencia de edad que tengo con el Duque. "Arribista" me dice. Afirma que yo seduje a su padre para apoderarme de su vasta
El desagradable sujeto avanza con lentitud hasta quedar al pie de la cama. Sus dedos se deslizan bajo la tela de sus pantalones en un intento patético de avivar una virilidad que, conmigo, jamás podrá usar.—Qué infortunio el tuyo, ser la esposa de un anciano. Pero no temas, esta noche conocerás a un hombre de verdad.Se desviste con torpeza, relamiéndose los labios con lascivia, sin apartar de mí su mirada hambrienta.Lo miro con aburrimiento. Lo que veo no es algo que valga la pena desde ningún punto de vista, así que solo debo levantar mi mano y concentrar un poco de mi energía en la punta de mis dedos para que el sujeto se desplome.—¿Tanto alarde por eso? —musito con una sonrisa burlona, posando la vista sobre su desnudez insignificante. Una risa clara y despreocupada escapada de mis labios.—Ya verás... Y yo que pensaba ser amable contigo —gruñe antes de lanzarse hacia mí.Su pecho está a punto de tocar mis dedos cuando lo siento: algo anda mal. Mi energía está allí, pero no
Aquella mirada gris brilla con frialdad a la par que presiona un puñal contra el cuello del hombre. No titubea y ante una nueva señal de peligro, le rompe con agilidad el cuello sin hacer ruido.Estoy atrapada al interior de Elizabeth y eso me desespera. Este es el hombre que anhelé con fuerza en mi juventud, pero por más que lo busqué no pude encontrarlo y ahora sé el porqué... Mi Musa, aquel ser que debía ser mi complemento aún no nacía y tampoco pertenecía a mi realidad.Un segundo hombre se percata de su presencia y se enfrascan en una pelea cuerpo a cuerpo en el cual su cuchillo sale disparado cayendo a escasos metros de mí. El corazón de Elizabeth se siente desbocado, pero no estoy segura si es por el miedo o si está sintiendo lo mismo que yo por ese hombre.—Pronto vendrá el otro, toma el cuchillo —le digo.Tiembla más que antes, y su reacción me desconcierta. Antes no estaba así de asustada. Entonces lo comprendo: su atención no está fija en mi Musa, sino en el hombre que fue
Indiscutiblemente, este lugar es muy diferente del que vengo. Observo la ropa y costumbres de la duquesa y de mi Musa y definitivamente no son las mismas de mi mundo, pero lo que lo confirma es la falta de celulares.Cuando veía a mi musa en sueños, creí que era un actor en alguna obra o película clásica, pero por más que lo busqué no lo encontré... y así poco a poco el tiempo fue pasando y dejando rastros en mi cuerpo. Mis primeras canas, líneas de expresión más profundas que poco a poco se fueron convirtiendo en arrugas.Otros aspectos no fueron evidentes a simple vista, pero sí pesaron en mi alma. Empecé a detestar los cambios, entre ellos algunos nuevos géneros musicales y estilos de vestir. Así fue como me di cuenta de que los mejores años de mi vida ya habían pasado.Ahora lo miro con la melancolía de quien observa desde la distancia aquello que más ha anhelado. A través de los ojos de esta joven, lo veo más cerca que nunca y, sin embargo, sigue siendo inalcanzable.Él se muestr