23 - Futura señora Salinas...

El golpe fue directo. Lucrecia sintió cómo su rostro ardía de vergüenza y furia. ¿Cómo se atrevía ese hombre a hablarle así? Iba a protestar, pero Carla la sujetó del brazo y murmuró: — Lucrecia, ya hay gente mirando. Vámonos.

Un grupo de curiosos se había reunido en la acera, observando el espectáculo. Consciente de las miradas, Lucrecia se retiró, pero no sin antes lanzar una última mirada de odio hacia Rogelio y el conserje.

Una vez en el coche, Carla trató de calmarla.

— Es mejor dejarlo, Lucrecia. No puedes ganarles a todos.

Pero Lucrecia no estaba dispuesta a rendirse.

— Ese hombre... — dijo entre dientes —. Voy a averiguar todo sobre él. Nadie me humilla así.

Mientras tanto, Anaís observaba la escena desde una ventana en el piso superior. No podía evitar sentir una mezcla de satisfacción y lástima. Conocía bien a Lucrecia, su impulsividad y su orgullo desmedido. Pero Anaís ya no era la misma mujer que su prima había conocido. Había aprendido a jugar el juego, y ahora estaba gan
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