Lo primero en que reparó Irum fue en el atuendo casual de Alejandro. No llevaba traje, no hablarían de trabajo y sólo para eso ellos se reunían.—Más vale que sea algo importante, no me sobra el tiempo.Alejandro carraspeó y se acomodó las gafas.—Ángel fue a hablar conmigo. Me lo contó todo.Irum tomó asiento porque supuso que tardarían. Junto a la ventana y entre dos libreros había un sofá que olía al perfume de Libi. Ella iba allí a estudiar. —Esa mujer sólo sabe causar problemas.—¿Por qué no me contaste de su embarazo? El doloroso reproche de su abogado era intolerable y m4ldijo a la nefasta mujer. ¿En qué momento le había parecido buena idea salir con ella para fastidiar a Alejandro? Qué desastroso era haciendo bromas. —Consideré que era innecesario que lo supieras sin tener la certeza de la paternidad. Deberías agradecerme por querer ahorrarte un problema. —Yo tenía derecho a saberlo. Le diste dinero a Ángel para que se fuera y le prohibiste que me hablara.—Y la infeliz no
—¿Duele? —Arde. En la cama, Irum le aplicaba el ungüento a Libi. Era inevitable no sentirse responsable de lo ocurrido cuando eran sus asuntos los que la habían puesto en aquella situación. Al terminar le dio un beso en cada rodilla. —¿Has hablado con Alejandro? —No y tampoco quiero hablar de él. Libi no volvió a mencionarlo. Si algo había aprendido durante su relación con Irum era que el tiempo mejoraba todo. Ahora estaba enojado y cuando se enojaba, se cerraba y hablar con él era imposible. Alejandro tendría que esperar. Por la tarde, Lucy llegó a visitarla. —¿De verdad esto fue un accidente? Caídas, fracturas, golpes con puertas, todos los anteriores "accidentes" de Libi habían resultado ser palizas, era normal desconfiar. —No, Lucy. Irum me quemó, ¡claro que fue un accidente! No serviría para andar llevando bandejas, mis respetos para Pepa y Conchita. Lucy no pareció muy convencida, pero no insistió. —Y yo que venía para que celebráramos que ganaste el concurso. —
En menos de una semana Pepa se preparaba para ir a su segunda cita. —Dos minutos y el pavo estará listo, cortar y servir. Y preparé la ensalada con semillas de sésamo que Libi quería. —¿No te parece que esa falda está muy corta? —cuestionó Irum. Le llegaba a mitad del muslo y con las prominentes nalgas emujando la tela, más corta se le veía.—Qué descaro. Libi las usa más cortas y a ella no le reclamas. —No es lo mismo, ella empezó a usar faldas cuando ya estaba conmigo, no fueron una burda artimaña de seducción. ¿A qué clase de hombre vas a atraer exhibiéndote de ese modo?La llegada de Libi le ahorró a Pepa dar una explicación.—Libi, ¿le parece que me veo bien? —se dio una vuelta, enseñando todo lo que no debía enseñar y aumentando la irritación de Irum.—¡Estás bellísima, Pepa! Tienes unas piernas muy bonitas y largas. Qué te vaya muy bien en tu cita.Pepa le sonrió con autosuficiencia a Irum antes de retirarse. —Qué bien huele ese pavo. Empezaré a poner la mesa —Libi sacaba
—¿A dónde vas?La pregunta de Irum y el tono enérgico que usó dejó a Libi estática a pasos de la puerta. No había ido a dormir a la habitación ni había desayunado con ella y se aparecía de repente y gritando. —Quedé en ir a almorzar con Lucy, fui al despacho a decírtelo.—No estaba en el despacho. ¿Irás a contarle todo lo que ocurrió? ¿Esa mujer alcahueta no tiene nada mejor que hacer que entrometerse en nuestros asuntos?—Ni yo misma entiendo lo que está pasando, ¿qué podría contarle? Y no hables mal de ella.—¿O qué? ¿Qué pasará si hablo mal de tu amiguita? ¿Vas a irte igual que Josefa?—Yo no he hecho nada, no es justo que te desquites conmigo. Regresaré más tarde. Espero que se te haya pasado el enojo para entonces. Libi se fue, sin tener la menor consideración con él. Y comería fuera, mientras él se había quedado sin Josefa para que le cocinara. Las mujeres eran bestias insensibles.En el suelo, Canela, la incondicional, se frotaba contra su pierna. Irum se agachó y la cogió en
Muy temprano Irum había ido a su cita con su médico de cabecera. —Este frasco de píldoras debía durarte dos meses, pero te lo acabaste en menos de uno —le reclamaba el profesional. —El efecto analgésico resultó no ser tan prolongado como usted aseguró. Tuve que tomar más de una al día porque el dolor se vuelve insoportable. Necesito que me extienda una receta para tres o cuatro frascos, así no tendré que venir tan pronto.—Imposible. No puedo dejar pasar tu aparente potencial para volverte adicto. Es un riesgo que no consideré dado tu impecable historial. —¡Exacto! ¡Impecable! Ni siquiera he fumado cigarrillos. No me tomo estas píldoras por placer, lo hago porque me duele la jodida pierna. ¿Puede entender eso? —Lo entiendo. Te recetaré un frasco y tendrá que durarte un mes. No dejes las sesiones de kinesiología y te recomiendo que pruebes también con acupuntura. Evaluaremos tu pierna para ver qué más se puede hacer. —¡Acupuntura! —reía Irum en el auto, luego de tomarse cuatro píl
Irum soltó la muñeca de Libi cuando estuvieron en la habitación. Ninguna explicación le había dado mientras la arrastraba hasta el auto, negándole la oportunidad de estar en la ceremonia de premiación del concurso que él había ideado.—¡¿Por qué haces esto?! —preguntó ella mientras se sobaba la muñeca. Se le habían adormecido los dedos.Del bolsillo interno de su chaqueta, Irum sacó un sobre que vació sobre la cama. Fotos de mujeres desnudas se repartieron sobre la colcha.—¿Cuándo te sacaste estas fotos? La glacial voz de Irum le enfrió la sangre. —¡Esa no soy yo!—¿No? ¡¿Acaso esta no es tu put4 cara?! —le estampó una foto en el rostro, que Libi sostuvo con los dedos temblorosos.Era su rostro, claro que sí y hasta miraba hacia la cámara mientras enseñaba las nalgas desnudas y la mitad de un pecho.—¡Soy yo, pero no soy yo! ¡¿De dónde sacaste estas fotos?!—Pagué cincuenta millones por ellas porque un extorsionador amenazó con viralizarlas por internet. ¡¿Quién te las sacó?! ¡¿Cuá
K se bebió la última gota de café a las dos de la mañana. No era nada, a esa hora su noche apenas comenzaba. —¿Libi se durmió? Lucy, que llegaba con una cafetera recargada, asintió. —Con ayuda de los somníferos más fuertes que encontré. —¿No le harán daño? —La conozco y más daño le haría estar despierta, carcomiéndose los sesos. Cuando tiene pensamientos negativos empiezan a crecer como una bola de nieve y luego ya no hay cómo pararlos. Su cabeza es su peor enemiga —reflexionó, volviendo a llenar el termo de K—. Corrijo, es peor quien está detrás de todo esto. —Concuerdo. Gracias por el café. —¿Por qué no me pasan estas cosas a mí? Yo doy mucho material para chantajes. He dejado a uno que otro hombre despechado y mujeres cornudas con ganas de sacarme los ojos. ¿Por qué le pasa a Libi que no le hace mal a nadie? Ella sólo quiere ser feliz y cuando parece que lo está logrando, le estalla todo en la cara. Tú que eres tan listo, K, dime por qué y no me salgas con eso de que Dios
Un computador encendido y programado con la sencilla tarea de seguir subiendo información a la web cada cierto tiempo, una lata de atún a medio comer en el refrigerador y unas cuantas prendas sucias en un cesto afuera del baño eran lo único que quedaba del maestro Luen en el piso que rentaba. El hombre, un respetable maestro cuyos cuestionables métodos lo habían hecho caer en desgracia, probablemente había huido días antes de que iniciara su venganza contra Libi. Las denuncias por extorsión, difamación y divulgación de información privada, sumadas a la presión de los abogados de Lucy e Irum le valdrían la orden de detención y arraigo nacional. Si no había escapado de la ciudad o el país ya no podría hacerlo. Más tranquila y confiando en que la justicia se encargaría del resto, Libi regresó a casa de Irum, Lucy y Josh fueron a dejarla. Él también había visto las fotos y se hizo presente como un buen amigo para darle su apoyo. «Reconozco unos pechos falsos en cuanto los veo, a mí