LXXIX Jugador de ajedrez

—¿Duele?

—Arde.

En la cama, Irum le aplicaba el ungüento a Libi. Era inevitable no sentirse responsable de lo ocurrido cuando eran sus asuntos los que la habían puesto en aquella situación.

Al terminar le dio un beso en cada rodilla.

—¿Has hablado con Alejandro?

—No y tampoco quiero hablar de él.

Libi no volvió a mencionarlo. Si algo había aprendido durante su relación con Irum era que el tiempo mejoraba todo. Ahora estaba enojado y cuando se enojaba, se cerraba y hablar con él era imposible. Alejandro tendría que esperar.

Por la tarde, Lucy llegó a visitarla.

—¿De verdad esto fue un accidente?

Caídas, fracturas, golpes con puertas, todos los anteriores "accidentes" de Libi habían resultado ser palizas, era normal desconfiar.

—No, Lucy. Irum me quemó, ¡claro que fue un accidente! No serviría para andar llevando bandejas, mis respetos para Pepa y Conchita.

Lucy no pareció muy convencida, pero no insistió.

—Y yo que venía para que celebráramos que ganaste el concurso.

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