LXXXII La premiación

Muy temprano Irum había ido a su cita con su médico de cabecera.

—Este frasco de píldoras debía durarte dos meses, pero te lo acabaste en menos de uno —le reclamaba el profesional.

—El efecto analgésico resultó no ser tan prolongado como usted aseguró. Tuve que tomar más de una al día porque el dolor se vuelve insoportable. Necesito que me extienda una receta para tres o cuatro frascos, así no tendré que venir tan pronto.

—Imposible. No puedo dejar pasar tu aparente potencial para volverte adicto. Es un riesgo que no consideré dado tu impecable historial.

—¡Exacto! ¡Impecable! Ni siquiera he fumado cigarrillos. No me tomo estas píldoras por placer, lo hago porque me duele la jodida pierna. ¿Puede entender eso?

—Lo entiendo. Te recetaré un frasco y tendrá que durarte un mes. No dejes las sesiones de kinesiología y te recomiendo que pruebes también con acupuntura. Evaluaremos tu pierna para ver qué más se puede hacer.

—¡Acupuntura! —reía Irum en el auto, luego de tomarse cuatro píl
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