CXLII La exposición

Libi se quedó con la sillita para el auto en la mano. Era la segunda vez que Miranda le pedía salir con Espi y nuevamente había aceptado al ver el entusiasmo de su hija, pero que la mujer hubiera conseguido su propia silla para ella le produjo una molesta sensación de incomodidad.

—Estás celosa —concluyó brillantemente Lucy cuando Libi le contó dónde andaba Espi.

—Eso es absurdo, yo soy su madre, ese vínculo no se puede comparar con el que pueda establecer con Miranda.

—Cierto, pero aquello no te libra de sentir celos y estás celosa.

—Tonterías. ¿Y por qué estás aquí bebiendo conmigo en vez de estar con K luego de dejarlo solo por tanto tiempo?

—Porque K no se puede ni levantar después de que me pasé con él toda la noche.

Libi la miró con horror.

—Creí que me volvería loca. Dos semanas sin sexo es mucho más de lo que mi salud mental puede aguantar —dijo con liviandad hasta que recordó que Libi llevaba cuatro años sin acción—. Lo siento.

—Descuida, el sexo está muerto para mí. No e
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