Rachel Ward se había convertido en la obsesión de Ludwig Reeves. Desde el momento en que la vio, juró que aquella mujer iba a ser suya. La chica mojigata de mirada profunda y perturbadora, labios sensuales y rostro angelical; se convirtió en un reto que no estaba dispuesto a rechazar, aún y cuando, su inocencia y timidez fueran un gran obstáculo para un hombre tan perverso. Después de aquella noche, en la que tuvo una probada del fruto de la tentación, del olor a inocencia, del ángel caído del cielo; decidió ir tras ella y satisfacer sus deseos más oscuros y prohibidos, sin saber que, aquel reto, se convertiría en su perdición; en la manzana prohibida de su propio paraíso. Una chica inocente y angelical entrará en un mundo oscuro y lleno de depravación que cambiará toda su vida de la noche a la mañana. Su ingenuidad será el motivo de sus desgracias y la causa por la que dos hombres se obsesionarán con ella y estarán dispuestos a hacerlo todo para tenerla. Un enfrentamiento que provocará terribles consecuencias y en la que solo uno será el gran vencedor. Reeves, hará lo que sea para quitar de su camino a todo lo que se interponga en sus planes de hacerla suya. El destino de Rachel estará en las manos del hombre más oscuro y peligroso, uno capaz de llegar hasta las últimas instancias para obtener lo que quiere, un hombre al que todos llaman… Amo de la perversión. Reeves, está aquí y ahora la quiere a ella. Identificador 2108259036837 Fecha de registro agosto-2021 © Todos los Derechos Reservados
Leer másLogro ver la figura del hombre parado en la entrada, antes de que el auto se detenga. Cada músculo de mi cuerpo se tensa en el acto, sobre todo, en cuanto veo bajar a Rachel de la ambulancia.―Jason, estaciona el vehículo y alcánzame en cuanto puedas ―le indico al poner la mano en la manija―. Alfred, quiero que te encargues de cuidar a mi mujer, no la dejes sola en ningún momento hasta que pueda reunirme de nuevo con ustedes.Ambos asienten en acuerdo. Antes de abandonar la limusina, me aseguro de que mi pistola esté a mi alcance, después de lo que sucedió, no me fío de nadie. Ahora, más que nunca, debemos estar en alerta y preparados para un nuevo ataque. Al bajar del auto, abrocho los botones de mi americana y me acerco a ellos. Mi ira se incrementa al escucharla gritar el nombre de mi mayor enemigo.―¡Massimo!Con paso apresurado, me acerco a ellos. Mi sangre hierve de ira al verla correr hacia él y fundirse en un acalorado abrazo. La familiaridad con la que se tratan me pone de ma
Mi corazón se detiene en el momento en que la veo tendida en el piso y bañada de sangre. Ira, odio, dolor en su máxima expresión. Sentimientos que me invaden al instante. No hablo, no emito ni el más mínimo sonido. Me cubro con una coraza de indiferencia y actúo de manera mecánica.«¿Qué harás si ella muere?»La pregunta se repite una y otra vez dentro de mi cabeza como un bucle interminable. ¿Qué será de mí si pierdo a la mujer de mi vida? ¿Cómo sobreviviré si las pierdo a las dos?―¡Ella está muerta, Lud! No pude hacer nada para salvarla.Aquel grito eriza cada poro de mi piel y envía un ramalazo de temor a lo largo de mi espina dorsal. Mi mente queda en blanco. Casi de inmediato, vuelvo al pasado y recuerdo el día que la vi por primera vez. Estaba hecha un desastre. Se veía temerosa y asustada, pero irreverente y decidida… Salgo de la oficina de Lud y me dirijo al salón principal. Apenas está cayendo la tarde. Los empleados se preparan para iniciar una nueva jornada, cuando la veo
En el mismo instante en que subo a la limusina, hago una llamada importante.―Callaghan, te habla el agente De Luca, necesito que designes a un equipo especial y lo envíes de inmediato a la casa de Ludwig Reeves ―le explico―. Quiero que revisen el perímetro y busquen rastros de pólvora, cartuchos o cualquier cosa que se vea sospechosa. Necesito que me des indicios que me lleven directo al sospechoso de este atentado.Nada de esto me parece una casualidad.―Por supuesto, señor. Ahora mismo me pongo en ello.―Bien. Te enviaré las coordenadas en un mensaje de texto y, por favor, mantenme informado.Cuelgo la llamada, una vez que consigo una respuesta afirmativa de su parte. Abro en mi teléfono la aplicación de G****e Maps, localizo la ubicación de la casa de Reeves en el mapa y la comparto.―¿Qué sucede, Massimo? ―aparto mi atención de la pantalla del móvil y coincido con su mirada a través del retrovisor―. Nunca antes te había visto tan inquieto.Suelto un suspiro.―Hubo un atentado en
Abro los ojos al escuchar el móvil repicando en alguna parte de la habitación. Observo el reloj sobre la mesa y noto que son cerca de las diez de la mañana. ¿Quién carajos llama a esta hora tratándose de un sábado? Lo ignoro y vuelvo a hundir la cara en la almohada. Sin embargo, el maldito artilugio vuelve a sonar. Maldigo por lo bajo al extender mi brazo y cogerlo de la mesa. Observo la pantalla a través de mi vista borrosa y me sorprende ver el nombre de Reeves titilando en mi pantalla. Me yergo de un brinco y contesto la llamada.―Buenos días, Reeves, ¿a qué debo el placer de tu llamada?Le pregunto con toda la ironía que puedo. Mi voz se escucha ronca y tengo la boca pastosa. Me pasé de tragos, debo reconocerlo; incluso, si dormí un par de horas es mucho en comparación a lo que suelo hacerlo últimamente.―No puedo decir lo mismo, agente De Luca ―responde con retintín, no esperaba menos de él. Para ser sincero, ninguno de los dos es fanático del otro―, pero no me queda otra opción t
Mi corazón late frenético al ver a Rachel en aquel estado, temblando de pies a cabeza.―Tienen que ayudarla, por favor ―nos dice entre sollozos―. No sé cómo pasó.Me acerco a ella rápidamente.―¿Estás bien, cariño?Niega con la cabeza.―No lo sé.Está en shock. La reviso con minuciosidad. Siento un gran alivio al comprobar que la sangre no le pertenece.―Esta… Estábamos hablando en el balcón y, de un momento a otro, ella se desplomó sobre el piso ―susurra con un lamento desesperado―. No sé de dónde salió tanta sangre. Robert se acerca rápidamente al escuchar su confesión.―¿Dónde está mi esposa?A pesar de su control, sé que está a punto de desmoronarse. Rachel aparta su mirada de mí y la desvía en su dirección.―Ella está…No puede completar la frase, porque rompe a llorar con desconsuelo. En vista de que mi mujer no está en condiciones de brindarnos respuestas, él mismo va a buscarlas. Sale disparado hacia el balcón, antes de que pueda detenerlo.―¡Maldita sea, Robert, espera!Hace
Después de dejar a las chicas, nos dirigimos a mi oficina. Necesitamos tratar algunos asuntos que hemos ido postergando debido a las distintas circunstancias que han ido aconteciendo. Entre ellas, la boda entre Robert y Victoria, que, hace una semana, se llevó a cabo, y ahora, por los preparativos de mi boca con Rachel.―¿Qué tal te va con tu nueva vida de casado?Comento, al ingresar a mi oficina.―Es la mejor decisión que tomé en mi vida, Lud ―esboza una sonrisa tensa que me parece curiosa―. Victoria es una mujer espléndida y maravillosa. La amo como no amé a ninguna otra mujer.Noto su expresión preocupada. Sé que algo está pasando.―¿Qué te pasa, Rob? Te veo intranquilo.Hoy está distraído y poco comunicativo.―No sé, Lud ―se sienta en el sillón y, me observa intranquilo, al entrelazar los dedos de sus manos y de apoyar los codos sobre sus muslos―. Tengo una extraña presión en el pecho que no me deja respirar ―indica preocupado antes de levantarse del mueble casi de inmediato―. ¡Mi
Ignoro el nombre, ahora es lo que me nos me importa.―Nos obligará a sedarlo si no se calma ahora.Aquella amenaza basta para hacerme entrar en razón.―No ―logro articular antes de que lo hagan―. Ha… ré lo que me pi… dan.Espero que hayan podido entender la sarta de mierdas incomprensibles que acabo de decirle.―Bien, señor Graham ―indica el doctor, mientras le pide al resto de los hombres que lo acompañan que se mantengan cerca en el caso de que deban actuar con prontitud ante cualquier reacción inesperada de mi parte―. Estuvo mucho tiempo inconsciente, así que entiendo que se sienta confuso y perdido.¿Mucho tiempo?―¿Cuán… to?Pregunto con frases sencillas y monótonas que no resulten complejas ante la dificultad que tengo para hablar.―Seis meses ―mi cuerpo se tensa al escuchar aquella respuesta―. Unos transeúntes lo encontraron tendido en la calle y lo trajeron de inmediato a emergencias ―comienza a explicar―. Desde entonces ha estado aquí. Había moretones en su cuerpo y laceracion
Seis meses atrás―¡Está despertando!El grito de una mujer me hace reaccionar. Intento incorporarme sobre la cama, pero mis movimientos están limitados. Mi cuerpo se niega a seguir mis instrucciones. Siento la parte izquierda completamente dormida. ¿Qué demonios me sucede? Un escalofrío recorre mi espina dorsal. ¿Por qué no puedo hacerlo? Y este dolor de cabeza… ¡Por Dios! Tengo la sensación de que mis sienes van a estallar en pedazos.―No se preocupe, señor, voy a buscar al doctor.Trato de enfocar la mirada, pero veo borroso. ¡Qué rayos! ¿Qué demonios me sucede? Giro la cara y hago un barrido a la habitación. Mi visión sigue estando borrosa; no obstante, puedo reconocer el establecimiento. Esto es un hospital, pero, ¿qué hago aquí? Intento recordar en vano. Nada. Es como si algo bloqueara todos mis pensamientos. Joder. ¡Puto dolor de cabeza!―¡Mal…! ¡Mal… di…!¡Esto era lo que me faltaba! Tampoco puedo articular palabras, no hago más que arrastrarlas. Mi lengua pesa un mundo. La ira
Dos meses despuésCon el álbum abierto sobre la mesa, sigo pasando una hoja tras otra, perdida en mis pensamientos. Hace dos meses que Lud y yo hemos estado intentando quedar embarazados, pero aún no ha sido posible. Poco a poco voy perdiendo las esperanzas.―¿Te parece usar rosas negras en la decoración?Asiento en acuerdo, a pesar de que no escuché su pregunta. He estado actuando en modo automático desde la última vez que me hice la prueba y obtuve el mismo resultado de siempre: Negativo.―Sí, me parece una idea genial.Se me rompió el alma cuando miré la pantalla del dispositivo y vi que aparecía una sola raya. Una máscara de desilusión inundó mi rostro. Estaba fallando como mujer.―Rachel, ¿has escuchado una sola palabra de todo lo que te he dicho? ―abandono mis pensamientos y, observo a Victoria, sin saber qué responder al respecto―. Estamos hablando de tu boda ―me escudriña con su mirada. Suelta un bufido, se levanta del sillón que está ocupando y se sienta a mi lado―. ¿Qué suced