El gigante la observa con incredulidad, molesto por la actitud desafiante de mi amiga. Jamás en la vida me atrevería a hablarle de esa manera a un hombre tan intimidante e imponente como él.
―¡Maldición, Vicky! Estás desafiando a tu suerte, más te vale que razones antes de que compliques más esta situación.
Sin embargo, y, a pesar de la amenaza, Vicky permanece inmóvil, decidida y dispuesta a conseguir lo que se propone. Ambos quedan sumergidos en lo que parece una batalla de miradas al estilo del lejano oeste. Ninguno quiere ceder. No sé por qué, pero tengo la impresión de que detrás de esta disputa hay escondido algo grande, que va más allá del asunto de la emergencia.
Unos minutos después es el hombre quien da su brazo a torcer.
―Suban al auto, iremos directo al club y la ocultaremos en uno de los camerinos ―espeta el hombre, con enfado―, la llevaré a su casa en cuanto tenga la oportunidad de hacerlo, pero Lud no puede verla Vi o nos meteremos en un gran lío.
Vicky asiente con orgullo por su victoria, en cambio, yo, me quedo sin respiración. No puedo ir a ese lugar. Si mis padres se enteran, será el fin de nuestra amistad y la excusa perfecta para terminar encerrada en un convento.
―Gracias, bebé ―se acerca a él y envuelve sus brazos alrededor de su cuello―, nunca dudé de ti ―inclina su cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos―. Tienes una asombrosa habilidad para encontrarle una solución rápida a los problemas.
Me quedo pasmada cuando se levanta sobre la punta de sus pies para dejar un beso corto en los labios de su amigo, que provoca que todo su cuerpo se tense por completo.
―Vi, no lo hagas ―la recrimina molesto por lo que acaba de hacer―. Te he dicho que mantengas tus distancias.
Ella le sonríe de forma coqueta sin prestarle la más mínima atención a su amenaza ni al hecho de que esté enfadado.
―Solo es un pequeño e inofensivo beso de agradecimiento, Rob ―le dice con cara de circunstancia al apartarse de él. Me toma de la mano y me conduce hacia la puerta trasera del vehículo―. Además, tú no eres mi tipo ―lo mira de pies a cabeza―, te ves demasiado mayor para mi gusto.
Suelto un jadeo al escuchar la manera en la que ha vuelto a hablarle, no obstante, esta vez sus palabras están llenas de resentimiento. ¿Qué es lo que está sucediendo entre ellos?
Trago grueso al notar que Rob aprieta sus puños con tanta fuerza que en cuestión de segundos se tornan completamente blancos por la falta de circulación de sangre. Abre su boca para responder a las palabras de mi amiga, sin embargo, opta por quedarse callado.
―Entra, Rachel, se nos hace demasiado tarde.
Vicky me empuja a interior de la limusina. Estoy a punto de decirle que no puedo ir con ella, pero la situación es tan tensa que mantengo a boca cerrada. Una vez que las dos entramos, Rob, cierra con un portazo tan brusco que me hace pegar un respingo.
―¿Te has vuelto loca, Vicky?
Le pregunto nerviosa.
―Es que es un insoportable.
Magulla sus palabras al responder. Es la primera vez que la veo perder los nervios frente a una persona. Es siempre tan segura y confiada de sí misma que me asombra que él haya logrado descolocarla.
―¿Te gusta?
Dejo escapar la pregunta que está rondando dentro de mi mente, antes de siquiera considerar.
―¿Te…? ¿Te has vuelto loca? ―balbucea nerviosa―. No te das cuenta de su apariencia…
Ambas giramos nuestras caras para verlo, rodear el auto con enfado, abrir la puerta del piloto con algo de brusquedad, azotarla y ocupar su puesto frente al volante.
―Es un hombre muy atractivo y apuesto.
Susurro en voz baja para que él no pueda escucharme. Puedo sentir el calor del rubor trepando por mi torso, luego escalando por mi cuello y, finalmente, asentándose en mis mejillas. Es la primera vez que me atrevo a decir algo semejante sobre cualquier hombre.
―¡Rachel! ―Vicky gira su cara casi de inmediato para mirarme a los ojos y, en ese mismo momento, me arrepiento de haberlo dicho―. ¿Acabas de decirme que Robert es apuesto y atractivo?
Sonríe divertida.
―Yo no… ―niego vehementemente con la cabeza―. Él no es… ―vuelvo a negar. Nerviosa de que él también me haya escuchado, giro la cara hacia el frente, pero me arrepiento tan pronto como lo hago. Me topo con su mirada celeste a través de reflejo de retrovisor. Suelto un jadeo y dirijo a mirada hacia mi regazo.
Vicky toma mi mano derecha y entrelaza sus dedos con los míos.
―No te preocupes, no puede escucharnos ―me da una palmadita sobre el dorso de la mano―. Pero me alegra que haya avances contigo.
Sonrío a escondidas, sin embargo, esta desaparece de mi boca tan pronto como recuerdo que nos estamos dirigiendo hacia el club en el que ella trabaja.
―Vicky ―inhalo profundo, antes de hacer la pregunta―. ¿Entiendes bien que si voy a ese lugar nos meteremos en serios problemas con mis padres? ―los latidos de mi corazón se detienen. Vicky es y ha sido por siempre mi única amiga, hemos estado juntas desde que éramos niñas y me dolería en el alma perder su amistada por algo como esto. Mis padres no dudarían en alejarme de ella―. Eres más que una amiga ―inclino mi cabeza y la apoyo sobre su hombro―. Eres mi hermana.
Inhalo profundo. Esto me tiene muy preocupada. Ella aprieta mi mano y me besa en el tope de la cabeza.
―Nunca va a pasar Rachel ―me indica con su voz determinada y segura―. No voy a permitir que nadie lo haga.
Espero que no, porque entonces moriría de pena. Fijo la mirada sobre la ventana a mi derecha y me mantengo callada, oyendo la forma en la que ni corazón palpita de manera frenética debido al temor que me produce saber que, dentro de poco, entraré a un mundo que es completamente opuesto a todo lo que conozco. ¿Por qué tenía que suceder esta emergencia justo en esta noche? Cierro los ojos y rezo para que nada suceda. Sin embargo, en o más profundo de mi alma tengo la sensación de que algo muy grande está a punto de ocurrir. Un algo que cambiará para siempre el curso de mi vida.
No olviden revisar mi perfil y leer mis otras historias. Nos vemos mañana con nuevo capítulo.
―¿Estás bien, Rachel? Inhalo profundo. No puedo mentirle a mi mejor amiga, puede reconocer con mucha facilidad cuando lo hago. Así que prefiero ser sincera y le digo la verdad. Aparto la mirada de la ventana y la desvío en su dirección. ―No me siento bien haciendo esto, Victoria ―bufo con preocupación―. Tengo un mal presentimiento acerca de esto. Me le quedo mirando a los ojos. Espero que me comprenda. ―Lo sé ―bufa resignada―, pero no tuve otra opción. Se justifica, avergonzada. ―Es que… ―callo durante algunos segundos―, ir a ese lugar me pone muy nerviosa e incómoda. Me observa angustiada. ―Por favor, no te enfades conmigo, Rachel ―indica en tono de culpabilidad―. Era traerte conmigo o dejarte a la buena de Dios ―niega con la cabeza―. Y dejarte abandonada en aquella calle, nunca fue una opción para mí. Sonrío, agradecida. Me acerco a mi amiga, la abrazo y recuesto mi cabeza en su pecho. ―No estoy enojada contigo, Vicky, sé que no tienes nada que ver con lo que está pasando.
―Vamos, Rachel, no hay tiempo que perder ―indica apresurada―. No quiero que las indiscretas de mis compañeras nos descubran y luego vayan corriendo con el chisme para quedar bien con el jefe y ganar méritos con él. Hago lo que me pide sin rechistar. No obstante, noto con desconcierto el nuevo mundo que se abre ante mis propios ojos. Paredes oscuras, cuadros gigantescos con mujeres posando desnudas y mostrando sin pudor lo que deberían mantener oculto, luces rojas en el techo, lámparas de diamante, pisos tan relucientes como un espejo que puedes mirarte en ellos, plantas ornamentales para decorar áreas específicas y pantallas colgando de la pared mostrando las mismas imágenes y emitiendo la misma canción en cada una de ellas. Trago grueso. Mi corazón late apresuradamente. ¿Qué tipo de lugar es este? Mi cuerpo comienza a vibrar al mismo ritmo de la música ensordecedora que está a punto de reventar mis tímpanos. Casi al mismo tiempo tengo que elevar la mano para proteger mis ojos del ef
La noche tuvo un mal comienzo. La situación se puso color de hormiga cuando una de mis bailarinas decidió faltar a sus labores. Sin embargo, una jugada maestra de mi parte y, con la eficiente colaboración y ayuda de mi hombre de mayor confianza, pude salir triunfante del atolladero. Ahora me encuentro con esta nueva situación. ¿Qué otra sorpresa más me aguarda esta noche? Mucho me temo que tendré que evaluar con más rigurosidad el desempeño de mi equipo de seguridad. No admito fallas como estas, sobre todo, si se trata de la protección de mis trabajadores y de los socios de club. Me olvido de tema de seguridad y vuelvo a concentrarme en la rubia. ¿Qué le sucede? ¿Acaso es ciega? ¡Esto era lo que me faltaba! Bufo con enojo y decido ocuparme de inmediato de a situación. Mantengo la mirada fija sobre la controversial figura que concentra toda mi atención. ¿Cómo hizo esta mojigata para evadir la seguridad del club y colarse en el interior sin ser vista? ¡Juro que van a rodar cabezas! E
¿En serio? ¡Joder! Al parecer, nada de lo que hago sale como quiero. Fastidiado y, a punto de hartarme de la m****a de día que estoy teniendo, alzo a la mojigata entre mis brazos para recostarla en el sillón y esperar a que vuelva a la consciencia. La observo desde lo alto y, no sé por qué, pero esta chica provoca algo desconocido en mi interior. ¿Qué demonios, Lud? ¿En qué estás pensando? Suelto un manotazo en el aire y me doy la vuelta para abandonar la habitación e ir por Robert para que se encargue de ella y la eche a la calle sin que nadie se percate de su presencia. No voy a arriesgarme a que algún cliente curioso se le ocurra venir a fisgonear por esta área y se encuentre con ella. Podrá ser muy hermosa, pero su aspecto solo conseguirá desprestigiar la fama y el prestigio del club. ¿Quién en estos tiempos se viste de tal manera? Coloco la mano en la manija de la puerta, sin embargo, no llego a girarla, porque un ruido repentino y escandaloso capta mi atención, lo que me obliga
Ruedo los ojos. ¿Qué está esperando para hacer lo que le digo? Por supuesto, no esperaba menos de esta santurrona. Es la respuesta normal de una chica falta de experiencia, cohibida y recatada. «¿Qué esperas sacar de esto, Lud? ¡Un absoluto y rotundo nada! Deshazte de ella y mándala a echar del club. Ya tienes suficientes problemas como para sumar uno nuevo. Además, ¿qué nuevas experiencias puede aportarte una chica tan insulsa como esta? Tienes cosas importantes que hacer como para perder tu tiempo con juegos de niños» Concuerdo con el pensamiento. No obstante, cuando estoy a punto de renunciar al plan que había trazado desde un principio, me quedo atónito cuando la mojigata eleva sus manos y envuelve sus dedos blancos y perfectos alrededor de mi pulgar. Fijo la mirada sobre la suya y, debo admitir, que esos preciosos ojos violetas acaban de lanzar un hechizo poderoso sobre mí. ¿Qué carajos? ¿Por qué tengo la extraña sensación de que puede traspasar mis corneas, colarse hasta lo pro
Froto mi miembro de arriba abajo, mientras la observo temblar como una gelatina. Es preciosa, no me cabe ninguna duda de ello, pero, por lo demás, no hay ningún atractivo en ella que me interesa más que lo que esconde entre sus piernas. ―¿A qué esperas? Ruedo los ojos. No me gusta esperar y odio tener que rogar por atención. Nunca lo he hecho y tampoco será ahora. El cuándo y el cómo los determino yo. ―No… No puedo hacer esto… ―menciona balbuceante―. No soy ese tipo de chica. ¿No es ese tipo de chica? ¿Qué estupidez está diciendo? Me levanto del sillón y me acerco a ella. ―¿No tienes coño? ¿Eres una loba disfrazada de humana? ¿Una extraterrestre? ―¿quién dijo que no podía tener un poco de diversión? Sus ojos se desorbitan y me mira como si me hubiera vuelto loco―. Al menos que seas alguna de ellas, no veo otro problema aquí para que acates mis órdenes y hagas lo que se te ha pedido. Aprieta los brazos alrededor de sus pechos para ocultarlos de mí. ―¡No soy una mujerzuela! ―grita
Me siento como en las nebulosas. Mi cerebro ha dejado de funcionar, ya no puedo diferenciar entre el bien y el mal, ni lo que es correcto de lo incorrecto. Lo supe desde el mismo momento que estuvo parado frente a mí. Olía a pecado, perversión y peligro. Un olor inigualable, delicioso y atrapante. Algo dentro de mi ser me advirtió del riesgo al que me estaba exponiendo, sin embargo, y, a pesar de que intenté resistirme con todas mis fuerzas, no pude hacer nada al respecto. Él ejerce una fuerza gravitacional sobre mí que me atrae a él sin que pueda resistirme. ¿Es así como huele el demonio? Sus manos son ásperas, seguras y decididas. Sabe dónde tocar y cómo hacer vibrar el cuerpo de una mujer. Me gusta, no puedo negarlo, no obstante, sé que después de que recobre la consciencia voy a arrepentirme de esto. «El demonio es hábil y poderoso, Rachel. Usará cualquier herramienta para convencer, engañar y atraparte. No puedes dejar que te tiente, que te convierta en una puta pecadora. Pert
No entiendo a qué se refiere. ¿Está diciendo que irá por mí? Me levanta de su regazo y me pone de pie sobre el piso. Temblorosa y avergonzada, dirijo las manos hacia mi ropa y me visto con torpeza. «Si me aceptas, limpiaré tus pecados y te convertiré en una chica virtuosa. Soy el único que tiene el poder del perdón, pero, a cambio, tendrás que aceptar ser mía. Te prometo que pondré el reino de Dios a tus pies» Estoy ardiendo de la vergüenza, revolcándome en el charco de la culpa una y otra vez, convencida de que, aunque suplique por perdón, nada me va a librar del gran castigo que recibiré a cambio por ser una sucia pecadora. ―Lo siento, Rachel, no debí dejarte sola ―indica Vicky, mientras me obliga a girarme―. Sabía que este club era un sitio peligroso para alguien como tú, sobre todo, conociendo bien a la clase de hombre que tengo por jefe. Mantengo la mirada clavada en el piso, mientras escucho sus palabras de disculpa. No tiene por qué culparse de algo que yo misma provoqué. D