Nos vemos mañana con otro capítulo. No olviden comentar y dejarme sus opiniones sobre la novela. Saludos!!
No entiendo a qué se refiere. ¿Está diciendo que irá por mí? Me levanta de su regazo y me pone de pie sobre el piso. Temblorosa y avergonzada, dirijo las manos hacia mi ropa y me visto con torpeza. «Si me aceptas, limpiaré tus pecados y te convertiré en una chica virtuosa. Soy el único que tiene el poder del perdón, pero, a cambio, tendrás que aceptar ser mía. Te prometo que pondré el reino de Dios a tus pies» Estoy ardiendo de la vergüenza, revolcándome en el charco de la culpa una y otra vez, convencida de que, aunque suplique por perdón, nada me va a librar del gran castigo que recibiré a cambio por ser una sucia pecadora. ―Lo siento, Rachel, no debí dejarte sola ―indica Vicky, mientras me obliga a girarme―. Sabía que este club era un sitio peligroso para alguien como tú, sobre todo, conociendo bien a la clase de hombre que tengo por jefe. Mantengo la mirada clavada en el piso, mientras escucho sus palabras de disculpa. No tiene por qué culparse de algo que yo misma provoqué. D
¿Qué carajos te pasa, Lud? Vengo haciéndome esa misma pregunta desde que abandoné el camerino de Victoria. Sigo sin poder asimilar lo que sucedió dentro de esa habitación. ¡Joder! Juro por Dios, que, si alguien me hubiera dicho que una jovencita tan remilgada como ella sería capaz de llamar mi atención, me habría reído a carcajadas en la cara de maldito imbécil. Sin embargo, para mi mayor sorpresa, sigo curiosamente consternado. Hasta este preciso instante no entiendo cómo se dieron las cosas. Se suponía que iba a atosigarla, ponerla nerviosa, darle un escarmiento bien merecido por meter sus narices en asuntos que no son de su incumbencia. En cambio… Me paso las manos por la cara en señal de impotencia. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Esos putos y maliciosos ojos son los culpables! «Y esos pechos preciosos, llenos y redondos, la forma en que su lengua se deslizaba por su labio inferior, sus gemidos, el movimiento de sus caderas al buscar contacto con tu polla, frotándose contra ella com
¿Qué hizo ese hombre conmigo? Intenté huir del demonio e hice todo lo posible por escapar de su poderosa e inevitable atracción, pero fue imposible hacerlo. Entrar al infierno tenía su costo y estaba segura de que pagaría un alto precio por mi error. No debí abrir los ojos, a pesar de su amenaza, cuando me lo pidió que lo hiciera. No obstante, me sentí tan atraída, curiosa e intrigada por su voz grave y profunda, cuyo tono hizo que todos los poros de mi piel se erizaran, que no pude resistirme. Quería ver a qué tipo de hombre pertenecía esa voz que podría ser capaz de sacar a los muertos de su tumba con un simple llamado. Sin embargo, cuando lo tuve pegado a mí, tocando cada rincón de mi cuerpo con el suyo; cada cosa que había en mi cabeza, las razones, mis corazonadas, las advertencias que relampagueaban como centellazos potentes dentro de mi cerebro, todo eso se evaporó como el humo en el aire. Cuando sus manos tocaron mi piel sentí como una especie de descarga eléctrica que hi
Atravieso el corredor, determinada y decidida a expiar mis culpas. Abro la puerta que conduce al patio y salgo al exterior para recibir la lluvia divina que proviene del cielo. Una vez que mis pies tocan la grama, la lluvia comienza a bañar mi cuerpo hasta empaparlo. Caigo de rodillas al piso y le suplico al señor por su perdón. ―Lo siento, lo siento, Señor ―lloro y ruego con desconsuelo―. No debí ir a aquel lugar, no fue mi intención desobedecerte, tampoco intento excusarme, pero no tuve otra opción más que hacerlo ―rodeo mi cuerpo con los brazos para apaciguar el intenso frío que está a punto de congelarme―. El padre siempre me lo advirtió, me dijo en varias ocasiones que el demonio me asechaba, sin embargo, nunca pude verlo ni sentir su presencia a mi alrededor… hasta esta noche. Sin poder evitarlo, sus ojos verdes se cuelan dentro de mi cabeza para tomar control de mis pensamientos y hacerlos suyos. En un instante vuelvo a revivir todo el placer que me hizo sentir cuando estuve e
No puedo concentrarme en lo que estoy haciendo. Maldigo la hora en la que obligué a Rachel a venir a este club. Sigo moviendo mi cuerpo al ritmo de la música, intentando cumplir con mi trabajo tal como lo he hecho hasta ahora, sin embargo, no puedo apartar mis pensamientos del instante en que abrí la puerta de mi camerino y la conseguí en los brazos de Ludwig. ¿En qué demonios estaba pensando ese imbécil? Ella no es su tipo de chicas, así que no entiendo qué es lo que pretendía hacer con ella. ―¿Cuánto quieres que te pague para que lo hagas, dulzura? La voz del senador me expulsa súbitamente de mis pensamientos. ―Eso no va a ser posible, cariño, soy de las chicas a las que solo puedes mirar, pero no tocar. Estoy hasta la coronilla de este baboso. Se lo dejé bien claro: no realizo mamadas y no tengo sexo con mis clientes. Bailo y entretengo, pero no permito que ninguno de estos imbéciles ponga sus manos sobre mí. ―Todas tienen su precio ―canturrea en tono arrogante―. Puedo pagarte
He mentido durante todo este tiempo al decirle que era demasiado viejo para mi gusto, cuando lo cierto es que he estado perdidamente enamorada de él desde que lo vi por primera vez. Ya estoy cansada de resistirme y, en esta oportunidad, no estoy dispuesta a mentirme a mí misma. No me importa si mañana cambio de parecer, comprendo que no estoy a la altura de su amor, que no puedo permitirme amar a alguien cuando hay suficientes razones para negarme a ello, sin embargo, quiero sentirme libre de hacerlo, aunque sea por esta única vez. Mi cuerpo lo pide a gritos. Lo necesito, aquí y ahora. ―Por favor, Rob ―deslizo mi lengua por su cuello con la intención de derribar todas las barreras que le impiden dejarse llevar por esta locura―. Te necesito. Su cuerpo se paraliza en cuanto lo digo, pero el ritmo de su respiración se acelera; lo que provoca que el aire salga por sus fosas nasales con demasiada fuerza. ―No me hagas esto, Vic ―sisea entre dientes. Puedo sentir a manera en que tiembla su
De repente, toda a emoción que estoy sintiendo desaparece como por arte de magia. ―Estamos a punto de llegar, Vic, es mejor que te vistas. Su voz suena repentinamente seria. Saca un pañuelo del bolsillo interno de su chaqueta y lo mete entre mis piernas cuando se sale de mi interior, para que los restos de su semen no hagan un desastre sobre su ropa y el suelo. Me limpia con tanta devoción y cuidado que mi corazón comienza a latir desbocado y emocionado al concebir alguna esperanza con él, pero borro la absurda idea de un manotazo. ―¿Pasa algo, Rob? ―le pregunto preocupada―. ¿Te arrepientes de lo que sucedió entre nosotros? Su cara gira con rapidez y me observa con un brillo peligroso y mortal debido a lo que acabo de suponer. Guarda el pañuelo sucio dentro del bolsillo. ―Tú eres y serás la única persona de la que alguna vez pueda arrepentirme ―dice en tono enfático―. Nunca vuelvas a decir algo tan absurdo como eso, Victoria ―me sujeta de la barbilla y me obliga a mantener la mira
La religiosa me dejó con una erección superastronómica. Ni siquiera el descargarme las ganas con una de mis bailarinas me produjo bienestar. Así que, agobiado, he tratado de quitarme este deseo intenso que me recorre las venas, a punta de mucho trabajo. Joder, es la primera vez que me sucede algo como esto. Para ser sincero, a mojigata hizo un buen trabajo conmigo. Sonrío divertido. ¿Quién iba a pensarlo? Lud Reeves, atraído por una mujer tan insignificante como ella. Bueno, he de acotar que hace mucho tiempo que no me siento satisfecho con ninguna mujer. Por más que lo intento, al final, me siento vacío. Así que, supongo, que la razón por la que me sentí tan atraído por ella, se debió a lo cachondo y desesperado que estaba. Por fortuna, los coños son el menú de mi día a día y, cada vez que lo necesito, tengo a disposición unos cuantos de ellos para desahogarme. Sin embargo, encontrar a una chica virginal en tiempos tan modernos es una utopía. ―¡Joder! ¿Por qué demonios sigo pensand