Nos vemos mañana con un nuevo capítulo. No olviden comentar.
De repente, toda a emoción que estoy sintiendo desaparece como por arte de magia. ―Estamos a punto de llegar, Vic, es mejor que te vistas. Su voz suena repentinamente seria. Saca un pañuelo del bolsillo interno de su chaqueta y lo mete entre mis piernas cuando se sale de mi interior, para que los restos de su semen no hagan un desastre sobre su ropa y el suelo. Me limpia con tanta devoción y cuidado que mi corazón comienza a latir desbocado y emocionado al concebir alguna esperanza con él, pero borro la absurda idea de un manotazo. ―¿Pasa algo, Rob? ―le pregunto preocupada―. ¿Te arrepientes de lo que sucedió entre nosotros? Su cara gira con rapidez y me observa con un brillo peligroso y mortal debido a lo que acabo de suponer. Guarda el pañuelo sucio dentro del bolsillo. ―Tú eres y serás la única persona de la que alguna vez pueda arrepentirme ―dice en tono enfático―. Nunca vuelvas a decir algo tan absurdo como eso, Victoria ―me sujeta de la barbilla y me obliga a mantener la mira
La religiosa me dejó con una erección superastronómica. Ni siquiera el descargarme las ganas con una de mis bailarinas me produjo bienestar. Así que, agobiado, he tratado de quitarme este deseo intenso que me recorre las venas, a punta de mucho trabajo. Joder, es la primera vez que me sucede algo como esto. Para ser sincero, a mojigata hizo un buen trabajo conmigo. Sonrío divertido. ¿Quién iba a pensarlo? Lud Reeves, atraído por una mujer tan insignificante como ella. Bueno, he de acotar que hace mucho tiempo que no me siento satisfecho con ninguna mujer. Por más que lo intento, al final, me siento vacío. Así que, supongo, que la razón por la que me sentí tan atraído por ella, se debió a lo cachondo y desesperado que estaba. Por fortuna, los coños son el menú de mi día a día y, cada vez que lo necesito, tengo a disposición unos cuantos de ellos para desahogarme. Sin embargo, encontrar a una chica virginal en tiempos tan modernos es una utopía. ―¡Joder! ¿Por qué demonios sigo pensand
Estoy ansioso, espero impaciente a que amanezca para ir a buscar a la joven, dulce, virginal e inocente religiosa. Puedo sentir la anticipación esparciéndose a fuego lento por todo mi cuerpo, calentando mis venas y haciendo presión en el punto más sensible y noble de todo mi cuerpo. «¿Has pensado en el daño irreparable que le provocarás a esa chica? ¿Todo para qué? ¿Para alimentar a tu ego? ¿Eres incapaz de aceptar que una mujer, por primera vez, te ganó la partida? Esa chica hizo lo que se le dio la gana contigo, Lud. Y, para la mayor de tus mortificaciones, es que ni siquiera tuvo que mover un dedo para conseguirlo» ―¡Maldición! ―escupo con enojo―. ¿Cuándo me ha importado lo que una mujer sienta o deje de sentir? Sorbo un trago de mi vaso y continúo con mis deliberaciones. Según mi criterio, esa chica me lo agradecerá para el resto de su vida. En su aburrida vida se habría imaginado toparse con un tipo como yo. Sonrío, divertido. A primera vista, es una mujer insignificante, poco
Lo miro con incredulidad. Si fuera otro el que estuviera diciéndome todas esas m****as a la cara, juro por Dios, que en estos instantes estaría enterrado a tres metros bajo tierra, pero tratándose de él, lo tomo con calma y lo dejo pasar. Sin embargo, eso no significa que no me arreche como la m****a. ―Soy práctico, Rob ―suelto en correspondencia―, no me dejo llevar por sentimentalismos, debido a que no tengo un corazón que me haga susceptible a tales emociones ―termino mi trago y regreso al bar con la intención de volver a llenarlo―, tal vez haya un caparazón vacío que solo llena un espacio, pero que no cumple ninguna función ―suelto con sorna―. Si he de pagar por cada uno de los pecados que he cometido en esta vida, estaré esperando el momento en que llegue la hora de enfrentar el juicio final, hasta entonces, nada de lo que digas o hagas me hará cambiar de parecer ―me aproximo a él y lo enfrento con decisión―. Esa chica será mía, te guste o no. Y, una vez que me sacie lo suficiente
Estoy muerta del cansancio, no he pegado ni un solo ojo desde que el médico que atendió a Rachel se marchó de la casa. Sin embargo, a última hora, cuando el sol estaba comenzando a salir, el sueño me doblegó y caí rendida en el sillón que ubiqué al lado de la cama. ―Buenos días, cariño. Abro los ojos con sorpresa al escuchar aquel suave susurro al pie de mi oído. Confusa, observo los alrededores. ¿Cómo llegué a mi cuarto?, y, ¿por qué estoy desnuda? Lo último que recuerdo es que Robert trasladaba a Rachel hacia la habitación de invitados, se despedía de mí y me dejaba al cuidado de Rachel. Desde ese punto, no recuerdo nada más. Vuelvo a girar la cara y fijo la mirada en esos preciosos ojos celestes que me dejan sin respiración. ―¿No recuerdo haber vuelto a mi habitación? Sonríe divertido, antes de olisquear mi cuello y darme un beso en el hombro. ―Fui a echarles un vistazo a mitad de la madrugada ―explica con la voz ronca al mirar mis labios. Se acerca y, con roses sutiles que me
Mis ojos se abren con asombro, ¿Qué es lo que acaba de decir? Planto mis manos sobre su pecho y lo empujo suavemente para poder mirarlo a la cara. ―¿Qué quieres decir, Robert? Mi respiración se detiene, mientras espero su respuesta. ―Te quiero, Vicky, desde el primer instante en que te vi. Mis lágrimas no se hacen esperar. Estas comienzan a desbordarse como la corriente de un río crecido que se sale de su cauce. Un sinfín de inesperadas emociones se entremezclan, haciéndome sentir confusa y al mismo tiempo, colmada de felicidad. ―No, Rob ―respondo desesperada entre sollozos, mientras niego con la cabeza ―, no puedes quererme, no lo merezco, yo… Sus besos callan cualquier excusa o palabra que intente destruir el precioso momento que estamos viviendo juntos. ―¡Calla, Vic! ―sisea furioso―. No voy a permitir que me sigas alejando de ti, que te sigas resistiendo a lo que sientes por mí ―contesta con una seguridad que me deja perpleja―. ¿No te das cuenta? Tu cuerpo habla por sí solo,
Luego de terminar nuestro desayuno y colocar los platos en el lavavajillas, Victoria y yo, decidimos holgazanear en el mueble de la sala viendo algunos programas en la televisión. Sin embargo, es lo que menos hacemos, porque nuestras manos han sido inquietas y no dejan de ir a parar a donde ellas quieren hacerlo. Hemos recorrido casi todas las bases, hablando en términos beisbolísticos, no obstante, lo que hemos hecho nada tienen que ver con ese deporte. Ambos carcajeamos cuando la tiendo sobre el mueble y escalo sobre su cuerpo. Verla vestida con mi camisa me pone duro, sobre todo, a comprender que todo lo que hay debajo de ella me pertenece. Sí, ahora que por fin la tengo, no pienso dejara escapar. Ella es mía. ―Sé que debes estar adolorida, princesa ―le expreso con la voz ronca y llena de deseos lujuriosos―, pero voy a follarte de nuevo ―levanto mi cuerpo para poder girarla y tenderla boca abajo sobre el sillón―, pero esta vez voy a cojerte desde atrás. Chilla cuando la sorprendo
A pesar de los contratiempos acaecidos durante la noche, la jornada terminó siendo satisfactoria. Sin embargo, guardo un sinsabor en mi boca, la extraña sensación de que hay algo que aún está incompleto y que debo resolver cuanto antes. Hace un par de horas atrás que todo el personal abandonó las instalaciones. Cosa que agradezco, porque me gusta la paz que se siente cuando estoy solo. Tal como viene sucediendo noche tras noche, el sueño sigue siendo esquivo y mi cuerpo parece haber recibido una dosis de adrenalina pura que lo mantiene activo y dispuesto. También estoy inquieto y ansioso. Supongo que se debe a lo que sucedió con la mojigata algunas horas atrás. ¿Por qué razón no puedo sacarla de mi cabeza? Me aflojo la corbata al salir de mi oficina cuando los primeros rayos del sol se filtran a través de las persianas y el silencio se apodera de cada rincón de esta habitación. Mi cerebro no para de pensar. Es como si dentro de mi cabeza tuviera una colonia de hormigas trabajando sin