Nos vemos mañana con un nuevo capítulo.
―Vamos, Rachel, no hay tiempo que perder ―indica apresurada―. No quiero que las indiscretas de mis compañeras nos descubran y luego vayan corriendo con el chisme para quedar bien con el jefe y ganar méritos con él. Hago lo que me pide sin rechistar. No obstante, noto con desconcierto el nuevo mundo que se abre ante mis propios ojos. Paredes oscuras, cuadros gigantescos con mujeres posando desnudas y mostrando sin pudor lo que deberían mantener oculto, luces rojas en el techo, lámparas de diamante, pisos tan relucientes como un espejo que puedes mirarte en ellos, plantas ornamentales para decorar áreas específicas y pantallas colgando de la pared mostrando las mismas imágenes y emitiendo la misma canción en cada una de ellas. Trago grueso. Mi corazón late apresuradamente. ¿Qué tipo de lugar es este? Mi cuerpo comienza a vibrar al mismo ritmo de la música ensordecedora que está a punto de reventar mis tímpanos. Casi al mismo tiempo tengo que elevar la mano para proteger mis ojos del ef
La noche tuvo un mal comienzo. La situación se puso color de hormiga cuando una de mis bailarinas decidió faltar a sus labores. Sin embargo, una jugada maestra de mi parte y, con la eficiente colaboración y ayuda de mi hombre de mayor confianza, pude salir triunfante del atolladero. Ahora me encuentro con esta nueva situación. ¿Qué otra sorpresa más me aguarda esta noche? Mucho me temo que tendré que evaluar con más rigurosidad el desempeño de mi equipo de seguridad. No admito fallas como estas, sobre todo, si se trata de la protección de mis trabajadores y de los socios de club. Me olvido de tema de seguridad y vuelvo a concentrarme en la rubia. ¿Qué le sucede? ¿Acaso es ciega? ¡Esto era lo que me faltaba! Bufo con enojo y decido ocuparme de inmediato de a situación. Mantengo la mirada fija sobre la controversial figura que concentra toda mi atención. ¿Cómo hizo esta mojigata para evadir la seguridad del club y colarse en el interior sin ser vista? ¡Juro que van a rodar cabezas! E
¿En serio? ¡Joder! Al parecer, nada de lo que hago sale como quiero. Fastidiado y, a punto de hartarme de la m****a de día que estoy teniendo, alzo a la mojigata entre mis brazos para recostarla en el sillón y esperar a que vuelva a la consciencia. La observo desde lo alto y, no sé por qué, pero esta chica provoca algo desconocido en mi interior. ¿Qué demonios, Lud? ¿En qué estás pensando? Suelto un manotazo en el aire y me doy la vuelta para abandonar la habitación e ir por Robert para que se encargue de ella y la eche a la calle sin que nadie se percate de su presencia. No voy a arriesgarme a que algún cliente curioso se le ocurra venir a fisgonear por esta área y se encuentre con ella. Podrá ser muy hermosa, pero su aspecto solo conseguirá desprestigiar la fama y el prestigio del club. ¿Quién en estos tiempos se viste de tal manera? Coloco la mano en la manija de la puerta, sin embargo, no llego a girarla, porque un ruido repentino y escandaloso capta mi atención, lo que me obliga
Ruedo los ojos. ¿Qué está esperando para hacer lo que le digo? Por supuesto, no esperaba menos de esta santurrona. Es la respuesta normal de una chica falta de experiencia, cohibida y recatada. «¿Qué esperas sacar de esto, Lud? ¡Un absoluto y rotundo nada! Deshazte de ella y mándala a echar del club. Ya tienes suficientes problemas como para sumar uno nuevo. Además, ¿qué nuevas experiencias puede aportarte una chica tan insulsa como esta? Tienes cosas importantes que hacer como para perder tu tiempo con juegos de niños» Concuerdo con el pensamiento. No obstante, cuando estoy a punto de renunciar al plan que había trazado desde un principio, me quedo atónito cuando la mojigata eleva sus manos y envuelve sus dedos blancos y perfectos alrededor de mi pulgar. Fijo la mirada sobre la suya y, debo admitir, que esos preciosos ojos violetas acaban de lanzar un hechizo poderoso sobre mí. ¿Qué carajos? ¿Por qué tengo la extraña sensación de que puede traspasar mis corneas, colarse hasta lo pro
Froto mi miembro de arriba abajo, mientras la observo temblar como una gelatina. Es preciosa, no me cabe ninguna duda de ello, pero, por lo demás, no hay ningún atractivo en ella que me interesa más que lo que esconde entre sus piernas. ―¿A qué esperas? Ruedo los ojos. No me gusta esperar y odio tener que rogar por atención. Nunca lo he hecho y tampoco será ahora. El cuándo y el cómo los determino yo. ―No… No puedo hacer esto… ―menciona balbuceante―. No soy ese tipo de chica. ¿No es ese tipo de chica? ¿Qué estupidez está diciendo? Me levanto del sillón y me acerco a ella. ―¿No tienes coño? ¿Eres una loba disfrazada de humana? ¿Una extraterrestre? ―¿quién dijo que no podía tener un poco de diversión? Sus ojos se desorbitan y me mira como si me hubiera vuelto loco―. Al menos que seas alguna de ellas, no veo otro problema aquí para que acates mis órdenes y hagas lo que se te ha pedido. Aprieta los brazos alrededor de sus pechos para ocultarlos de mí. ―¡No soy una mujerzuela! ―grita
Me siento como en las nebulosas. Mi cerebro ha dejado de funcionar, ya no puedo diferenciar entre el bien y el mal, ni lo que es correcto de lo incorrecto. Lo supe desde el mismo momento que estuvo parado frente a mí. Olía a pecado, perversión y peligro. Un olor inigualable, delicioso y atrapante. Algo dentro de mi ser me advirtió del riesgo al que me estaba exponiendo, sin embargo, y, a pesar de que intenté resistirme con todas mis fuerzas, no pude hacer nada al respecto. Él ejerce una fuerza gravitacional sobre mí que me atrae a él sin que pueda resistirme. ¿Es así como huele el demonio? Sus manos son ásperas, seguras y decididas. Sabe dónde tocar y cómo hacer vibrar el cuerpo de una mujer. Me gusta, no puedo negarlo, no obstante, sé que después de que recobre la consciencia voy a arrepentirme de esto. «El demonio es hábil y poderoso, Rachel. Usará cualquier herramienta para convencer, engañar y atraparte. No puedes dejar que te tiente, que te convierta en una puta pecadora. Pert
No entiendo a qué se refiere. ¿Está diciendo que irá por mí? Me levanta de su regazo y me pone de pie sobre el piso. Temblorosa y avergonzada, dirijo las manos hacia mi ropa y me visto con torpeza. «Si me aceptas, limpiaré tus pecados y te convertiré en una chica virtuosa. Soy el único que tiene el poder del perdón, pero, a cambio, tendrás que aceptar ser mía. Te prometo que pondré el reino de Dios a tus pies» Estoy ardiendo de la vergüenza, revolcándome en el charco de la culpa una y otra vez, convencida de que, aunque suplique por perdón, nada me va a librar del gran castigo que recibiré a cambio por ser una sucia pecadora. ―Lo siento, Rachel, no debí dejarte sola ―indica Vicky, mientras me obliga a girarme―. Sabía que este club era un sitio peligroso para alguien como tú, sobre todo, conociendo bien a la clase de hombre que tengo por jefe. Mantengo la mirada clavada en el piso, mientras escucho sus palabras de disculpa. No tiene por qué culparse de algo que yo misma provoqué. D
¿Qué carajos te pasa, Lud? Vengo haciéndome esa misma pregunta desde que abandoné el camerino de Victoria. Sigo sin poder asimilar lo que sucedió dentro de esa habitación. ¡Joder! Juro por Dios, que, si alguien me hubiera dicho que una jovencita tan remilgada como ella sería capaz de llamar mi atención, me habría reído a carcajadas en la cara de maldito imbécil. Sin embargo, para mi mayor sorpresa, sigo curiosamente consternado. Hasta este preciso instante no entiendo cómo se dieron las cosas. Se suponía que iba a atosigarla, ponerla nerviosa, darle un escarmiento bien merecido por meter sus narices en asuntos que no son de su incumbencia. En cambio… Me paso las manos por la cara en señal de impotencia. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Esos putos y maliciosos ojos son los culpables! «Y esos pechos preciosos, llenos y redondos, la forma en que su lengua se deslizaba por su labio inferior, sus gemidos, el movimiento de sus caderas al buscar contacto con tu polla, frotándose contra ella com