Nunca pedí venir al mundo, llegué siendo un alma ingenua e inocente en medio de un mundo corrupto, lleno de caos y perversión. Un pequeño ser al que la vida todo se lo negó y no tuvo más opciones que luchar con sus uñas para sobrevivir. He escuchado a diversos teóricos decir que, por ley universal, todo ser humano al nacer debe ser amado y protegido por sus padres, tener una familia que se supone, debe estar a nuestro lado, nos debe guiar, brindar su apoyo y darnos su amor incondicional. Sin embargo, todo fue una sarta de asquerosas mentiras ideadas por un grupo de psicópatas fanáticos que se hacen llamar especialistas familiares y que no tienen ni una m*****a idea de lo que dicen.
Mi madre, una puta adicta a la heroína, cuyo único error fue estar drogada hasta la inconsciencia la noche en que fue abusada por sus compañeros de adicción. Mi padre, uno de los tantos sujetos que depositaron su esperma en la desgastada vagina de la mujer que se hizo llamar mi madre, pero a la que nunca tuve la fortuna de conocer. Nueve meses después, fui abandonado en las puertas de un prostíbulo que se convirtió en mi hogar y en el que el olor a tabaco rancio, licor, sexo y orina; fueron la única herencia que recibí por haberme atrevido a ocupar el vientre de una mujer que prefirió deshacerse de su hijo, antes que cargar con el recuerdo de una tragedia que cambió el rumbo de nuestras vidas para siempre.
¿Cómo pudo ser capaz de abandonar un pedazo de su vida? ¿Cómo puede llamarse madre a una mujer que tuvo el don de la procreación, pero que, sin pensarlo dos veces, se deshizo sin ningún remordimiento de la sangre de su sangre?
Le agradezco por haberme llevado en su vientre durante tanto tiempo, alimentarme y protegerme dentro de su cuerpo, en lugar de optar por una solución más fácil… Abortarme. Pero la maldigo con todas mis fuerzas por haber sido tan cobarde, por deslindarse de su responsabilidad de la manera más vil y desalmada en la que un ser humano, si acaso ella lo era, puede hacerlo. Abandonando a su suerte a un ser indefenso y puro cuando más la necesitaba.
―¡Maldita seas!
Espeto en voz alta. Aprieto los puños al recordar mi triste pasado. Uno al que ninguna criatura inocente jamás debería enfrentarse. Crecí siendo amamantado por una de las putas que se compadeció de mí cuando me encontraron abandonado dentro de una caja de cartón frente a las puertas de un burdel de mala muerte. Lloraba sin parar, azotado por el hambre y el frío. Un pequeño que estuvo a punto de morir por hipotermia bajo el cielo oscuro y helado de Nueva York, cuya única vestimenta era la sangre y un cordón umbilical cortado con torpeza.
Con la mirada puesta sobre el portarretrato que descansa sobre mi escritorio, sacudo las cenizas de mi cigarrillo en el cenicero de cristal. Inclino la cabeza hacia atrás y hundo el cilindro entre mis labios para darle una nueva y profunda calada. Lleno mi boca con el humo y lo retengo dentro de mis pulmones el tiempo suficiente para disfrutar de su adictivo sabor fresco y mentolado. Finamente, lo dejo salir con suavidad, expulsando pequeñas bocanadas que forman hermosos y perfectos aros de humo que se expanden en el aire hasta desaparecer por completo.
¿Quién se iba a imaginar que el destino metería sus manos para unir a dos almas que se necesitaban y se encontrarían en el momento más inesperado?
Luz Marina, ese era el nombre de la mujer que me cobijó entre sus brazos y dedicó toda su vida para convertirme en el hombre que ahora soy. Una puta que vendía su cuerpo para asegurarse que nada me faltara y que resultó siendo mejor madre que la m*****a adicta al fentanilo que me engendró.
Una semana antes de que yo apareciera en su vida, sufrió el golpe más doloroso que una mujer puede recibir. Perdió a su primer y único hijo pocas horas después de que este naciera. El reporte médico indicaba que la causa de su muerte de menor era el síndrome de muerte infantil súbita. El pequeño falleció cuando dormía de manera apacible entre las almohadas mullidas de su pequeña cunita, en tanto era arrullado por ella. Fue un dolor terrible para la joven mujer que, además de perder a su pequeño bebé, también sufrió por el abandono del único hombre al que amó en toda su vida y que decidió desaparecer mientras se encontraba pariendo a su hijo en el quirófano de un hospital.
¡Maldito hijo de puta cobarde!
Una madre que padece por su hijo muerto y un niño que sufre por el abandono de su propia madre. Llegué a su vida como un ángel caído del cielo y ella apareció en la mía, como un premio de consolación para mi desafortunado destino. Dos vidas marcadas por el abandono y la pérdida, dos corazones endurecidos por el desamor y la traición.
Me forjé bajo su protección y aprendí todo lo que necesitaba de su negocio. Era su mano derecha y un aprendiz ávido de conocimiento que no se detenía ante cualquier circunstancia. Con el tiempo fui tomando el control y trabajé incansablemente a su lado para construir un imperio cuyo nombre fuera sinónimo de poder y grandeza. Un mundo en el que mi influencia y dominio fuera comparable con el poder del mismísimo Dios.
Tomo la foto entre mis manos y deslizo el pulgar sobre la superficie plana de vidrio para recorrer el contorno de su pequeña cara. Cuando tuve la oportunidad la aparté de esta vida y le concedí todo lo que una madre como ella merecía tener. Le di respeto, riquezas, lujo y cariño, porque, a pesar de que del lado izquierdo de mi pecho no existía un corazón, adoraba a la mujer que me aceptó y me recibió como a su hijo. No había nada en este mundo que me pidiera que no estuviera dispuesto a darle, sin embargo, no fui capaz de ofrecerle lo único que necesitaba de mí… vida.
Treinta y dos años después, toda la riqueza y el poder que poseía, no fueron suficientes para arrancarla de las inmundas garras de una enfermedad que se negó a dejarla ir y la apartó de mi lado para siempre. Desde entonces, la oscuridad y el rencor se apropiaron de mi alma y, cualquier indicio de algo cercano a lo que llaman sentimientos, quedó enterrado junto a ella… a tres metros bajo la tierra.
Soy un ser sin alma y sin corazón. Un hombre perverso y cruel que se alimenta de la debilidad de los demás y que disfruta al hacerlo. Soy el veneno que puede intoxicarte el alma y el corazón y destruirte en el proceso… Soy Ludwig Reeves, el amo de la perversión.
―No seas tan aguafiestas, Rachel, te aseguro que esta noche nos divertiremos como nunca.Muerdo mi labio inferior con nerviosismo. No creo que haya sido una buena idea engañar a mis padres diciéndoles que esta noche me quedaría a dormir en casa de Vicky. Bueno, a decir verdad, no es del todo mentira. Voy a quedarme con ella, pero la principal razón por la que lo hago es porque vamos a celebrar mi cumpleaños en un club nocturno de la ciudad. Se le ha metido en la cabeza que tal celebración debe ser un hecho trascendental y apoteósico. En lo particular, preferiría quedarme en casa con ella, ver alguna película romántica, preparar palomitas y beber jugo de arándanos hasta reventar. Me sentiría más segura y tranquila. Pensar en ese lugar, me tiene con el estómago revuelto y con ganas de vomitar.―¿Qué te parece si mejor nos quedamos aquí y tenemos una noche de chicas? ―le propongo, animada―. Podríamos ir a la tienda por algunos bocadillos, rentar películas y cuando nuestros párpados se ca
Giro el pequeño trompo sobre la superficie de mi escritorio y lo dejo rodar hasta el momento en que se detenga por efecto de la fuerza de la gravedad. Le doy una larga calada a mi cigarrillo y dejo caer mi espalda contra el espaldar del sillón mientras observo las múltiples pantallas en las que se proyectan las imágenes de las diversas cámaras que están ubicadas en puntos estratégicos de mi local. La multitud está enardecida como noche tras noche sucede. El licor, la droga y las putas, son el menú favorito de clientes acaudalados. Políticos, estrellas de Hollywood, deportistas famosos, miembros de la realeza y multimillonarios de todo el mundo, conforman la extensa lista de mis socios más importantes; unos que están dispuestos a pagar mucho dinero para pertenecer a este grupo elitesco y tener el privilegio de disfrutar de inolvidables noches de placer y hacer realidad todas sus fantasías con las mujeres más hermosas del planeta.Esta noche tendrán cualquier cosa que pidan, por muy exc
―Tenías razón, Vicky, en este sitio venden la mejor comida del mundo, esta hamburguesa está deliciosa ―exclamo, mientras mastico con gusto el gran mordisco que acabo de darle―, y las papa, madre mía, son las más doradas y crujientes que he probado en toda mi vida ―suelto un gran gemido de deleite mientras tomo una de ellas y la empapo con suficiente kétchup―, creo que, incluso, voy a pedir un servicio adicional. Vicky sonríe orgullosa, mientras sorbe un trago de su botella de cerveza. ―Te lo dije ―coloca la botella en la mesa, coge una de las papas de su plato y sonríe con picardía al hundirla en su boca con un gesto tan obsceno y sensual que hace arder toda mi cara―, es la mejor comida de la ciudad, vengo cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo. Observo alrededor para percatarme de que nadie nos haya pillado. No obstante, me asombro al descubrir que, todas las personas que se encuentran a nuestro alrededor, están entretenidos con sus propios asuntos; riendo y divirtiéndose, si
El gigante la observa con incredulidad, molesto por la actitud desafiante de mi amiga. Jamás en la vida me atrevería a hablarle de esa manera a un hombre tan intimidante e imponente como él. ―¡Maldición, Vicky! Estás desafiando a tu suerte, más te vale que razones antes de que compliques más esta situación. Sin embargo, y, a pesar de la amenaza, Vicky permanece inmóvil, decidida y dispuesta a conseguir lo que se propone. Ambos quedan sumergidos en lo que parece una batalla de miradas al estilo del lejano oeste. Ninguno quiere ceder. No sé por qué, pero tengo la impresión de que detrás de esta disputa hay escondido algo grande, que va más allá del asunto de la emergencia. Unos minutos después es el hombre quien da su brazo a torcer. ―Suban al auto, iremos directo al club y la ocultaremos en uno de los camerinos ―espeta el hombre, con enfado―, la llevaré a su casa en cuanto tenga la oportunidad de hacerlo, pero Lud no puede verla Vi o nos meteremos en un gran lío. Vicky asiente con
―¿Estás bien, Rachel? Inhalo profundo. No puedo mentirle a mi mejor amiga, puede reconocer con mucha facilidad cuando lo hago. Así que prefiero ser sincera y le digo la verdad. Aparto la mirada de la ventana y la desvío en su dirección. ―No me siento bien haciendo esto, Victoria ―bufo con preocupación―. Tengo un mal presentimiento acerca de esto. Me le quedo mirando a los ojos. Espero que me comprenda. ―Lo sé ―bufa resignada―, pero no tuve otra opción. Se justifica, avergonzada. ―Es que… ―callo durante algunos segundos―, ir a ese lugar me pone muy nerviosa e incómoda. Me observa angustiada. ―Por favor, no te enfades conmigo, Rachel ―indica en tono de culpabilidad―. Era traerte conmigo o dejarte a la buena de Dios ―niega con la cabeza―. Y dejarte abandonada en aquella calle, nunca fue una opción para mí. Sonrío, agradecida. Me acerco a mi amiga, la abrazo y recuesto mi cabeza en su pecho. ―No estoy enojada contigo, Vicky, sé que no tienes nada que ver con lo que está pasando.
―Vamos, Rachel, no hay tiempo que perder ―indica apresurada―. No quiero que las indiscretas de mis compañeras nos descubran y luego vayan corriendo con el chisme para quedar bien con el jefe y ganar méritos con él. Hago lo que me pide sin rechistar. No obstante, noto con desconcierto el nuevo mundo que se abre ante mis propios ojos. Paredes oscuras, cuadros gigantescos con mujeres posando desnudas y mostrando sin pudor lo que deberían mantener oculto, luces rojas en el techo, lámparas de diamante, pisos tan relucientes como un espejo que puedes mirarte en ellos, plantas ornamentales para decorar áreas específicas y pantallas colgando de la pared mostrando las mismas imágenes y emitiendo la misma canción en cada una de ellas. Trago grueso. Mi corazón late apresuradamente. ¿Qué tipo de lugar es este? Mi cuerpo comienza a vibrar al mismo ritmo de la música ensordecedora que está a punto de reventar mis tímpanos. Casi al mismo tiempo tengo que elevar la mano para proteger mis ojos del ef
La noche tuvo un mal comienzo. La situación se puso color de hormiga cuando una de mis bailarinas decidió faltar a sus labores. Sin embargo, una jugada maestra de mi parte y, con la eficiente colaboración y ayuda de mi hombre de mayor confianza, pude salir triunfante del atolladero. Ahora me encuentro con esta nueva situación. ¿Qué otra sorpresa más me aguarda esta noche? Mucho me temo que tendré que evaluar con más rigurosidad el desempeño de mi equipo de seguridad. No admito fallas como estas, sobre todo, si se trata de la protección de mis trabajadores y de los socios de club. Me olvido de tema de seguridad y vuelvo a concentrarme en la rubia. ¿Qué le sucede? ¿Acaso es ciega? ¡Esto era lo que me faltaba! Bufo con enojo y decido ocuparme de inmediato de a situación. Mantengo la mirada fija sobre la controversial figura que concentra toda mi atención. ¿Cómo hizo esta mojigata para evadir la seguridad del club y colarse en el interior sin ser vista? ¡Juro que van a rodar cabezas! E
¿En serio? ¡Joder! Al parecer, nada de lo que hago sale como quiero. Fastidiado y, a punto de hartarme de la m****a de día que estoy teniendo, alzo a la mojigata entre mis brazos para recostarla en el sillón y esperar a que vuelva a la consciencia. La observo desde lo alto y, no sé por qué, pero esta chica provoca algo desconocido en mi interior. ¿Qué demonios, Lud? ¿En qué estás pensando? Suelto un manotazo en el aire y me doy la vuelta para abandonar la habitación e ir por Robert para que se encargue de ella y la eche a la calle sin que nadie se percate de su presencia. No voy a arriesgarme a que algún cliente curioso se le ocurra venir a fisgonear por esta área y se encuentre con ella. Podrá ser muy hermosa, pero su aspecto solo conseguirá desprestigiar la fama y el prestigio del club. ¿Quién en estos tiempos se viste de tal manera? Coloco la mano en la manija de la puerta, sin embargo, no llego a girarla, porque un ruido repentino y escandaloso capta mi atención, lo que me obliga