Se casó para salvar a su madre, pero, al enamorarse, se dio cuenta de que su esposo no la amaba. Un matrimonio por conveniencia la unió a la vida de Theo, un hombre que se refugió en el alcohol luego de la trágica muerte de su primera esposa. Luego de luchas para darle un lugar seguro a su esposo, Valeska es testigo de cómo el cariño de él, se desvía a otra mujer, la cual, es la hermana de su difunta esposa. Todo lo que ella creyó construir, fue arrebatado de un momento a otro. Vivió injusticias y decepciones hasta que su corazón no pudo más y decidió aferrarse a la palabra dada a su difunto suegro: «En tres años, serás libre de divorciarte». Pero, ¿qué pasará cuando Theo pierda a Valeska? ¿Luchará por su amor o ya será demasiado tarde? Lejos de Theo, Valeska solo quiere vivir tranquilamente con su hijo, pero se ve arrastrada a un torbellino aún más complejo a causa de Lisandro, el enemigo de su esposo. Cuando estos dos hombres le ofrezcan su corazón al mismo tiempo ¿A quién debería elegir Valeska?
Ler maisA pesar del nudo que le apretaba la garganta, Valeska cruzó la calle con paso decidido. El corazón le latía tan fuerte que sentía su pulso en las sienes, como si cada latido gritara que no debía estar ahí, que no debía ver lo que había visto… pero, aun así, necesitaba respuestas. No podía quedarse con esa imagen clavada en el pecho. No después de todo lo que había pasado. No después de lo que compartieron, de lo que construyeron, de lo que fueron.Lisandro, al verla acercarse, pareció sorprendido por un instante. Su ceño se frunció, sus labios se entreabrieron como si fuera a decir algo… pero se contuvo. Y, como si activara un interruptor interno, todo rastro de emoción desapareció de su rostro. En un segundo, el hombre que alguna vez la había mirado como si fuera su universo, se convirtió en un completo desconocido. Uno frío. Medido. Lejano.Ella se detuvo frente a él, con la frente aún herida y una venda visible en el brazo, como prueba viva de lo que acababa de pasar. Como prueba d
Durante los primeros días después de que Lisandro se marchara, Valeska trató de mantenerse fuerte. Aunque su ausencia dolía, al menos había cierta constancia en los mensajes y llamadas que recibía de él.Era como si, a pesar de la distancia, siguieran sosteniéndose el uno al otro con palabras, con esos pequeños gestos que solo quienes están realmente conectados saben valorar.Las conversaciones no eran largas ni demasiado profundas, pero eran suficientes para que ella sintiera que él todavía estaba presente. Un mensaje por la mañana para preguntarle cómo había dormido, otro por la tarde para saber si había comido, y alguno al anochecer, para desearle dulces sueños. Pequeños detalles que, aunque simples, se habían vuelto esenciales.Sin embargo, esa rutina tan reconfortante comenzó a cambiar, casi imperceptiblemente al principio.Las respuestas se volvieron más cortas, los tiempos entre un mensaje y otro se alargaron, y cuando finalmente sonaba el teléfono, la voz de Lisandro sonaba di
La luz de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas, tiñendo la habitación con un resplandor cálido y tenue. El silencio era espeso, casi reverente, como si el mundo entero supiera que algo importante acababa de suceder entre esas cuatro paredes.Valeska despertó con los párpados aún pesados, moviéndose despacio, como si su cuerpo se negara a abandonar la calidez del sueño. Por un momento, no supo dónde estaba. El aroma del lugar, el roce de las sábanas suaves contra su piel, el silencio a medias roto por una respiración que no era la suya… todo se sentía extraño y a la vez tranquilizador.Y entonces lo vio, a Lisandro, despierto, apoyado contra el respaldo de la cama, con el torso desnudo y el cabello revuelto, observándola como si fuese la respuesta a todas las preguntas que nunca se atrevió a hacer. Sus ojos tenían esa intensidad callada que la desarmaba; una mezcla de ternura, deseo contenido y un temor tan humano, tan real, que hizo que el corazón de Valeska se encogiera
Cuando Lisandro llegó al restaurante, su corazón latía con una mezcla abrasiva de miedo y rabia. No necesitó entrar del todo para ver lo que su mente más temía: Valeska, con la mirada perdida, tambaleante, se desplomaba justo cuando él irrumpía por la puerta, cayendo hacia delante como una muñeca rota.Sus reflejos fueron más rápidos que su pensamiento. Corrió, estiró los brazos y la sostuvo justo a tiempo, envolviéndola con desesperación, como si pudiera evitar que el mundo la lastimara con solo abrazarla más fuerte.Un pequeño fragmento de vidrio resbaló de la mano de ella, chocando contra el suelo con un sonido agudo y cruel. El eco del cristal partiendo el silencio le heló la sangre.—Valeska… —susurró, sacudiéndola con suavidad, como si su voz pudiera despertarla del letargo.Los ojos de ella, nublados y brillantes por el efecto de la droga, apenas lo reconocieron. Sus labios se entreabrieron, murmurando su nombre como si fuera un ancla.Detrás de ella, a tan solo unos pasos, Mik
Desde hacía días, la ausencia de Mikhail se sentía como una sombra pesada en los pasillos de la empresa.No era solo que no estuviera físicamente; era que la energía que solía cargar cada sala que pisaba, esa mezcla de intensidad y arrogancia silenciosa, se había desvanecido por completo. Valeska trató de convencerse de que no le importaba, de que después de lo ocurrido en el comedor, después de esa confesión, de ese momento tan fuera de lugar, tan inoportuno, lo más sano era que él se alejara. Pero no podía evitar mirar su celular cada tanto, abrir su conversación por inercia, ver ese maldito doble check azul que jamás se transformaba en una respuesta.La curiosidad era una cosa. La culpa, otra. Y sí, por más que se lo negara, una parte de ella sí sentía culpa. Por no haber sido más clara. Por no haberlo visto venir. Por no haber notado antes cómo se fracturaba algo dentro de él.Así que cuando lo vio aparecer, varios días después, se le apretó el pecho sin poder evitarlo. No era el
El comedor de empleados, usualmente tan ruidoso, se encontraba extrañamente silencioso esa tarde. Las voces lejanas del pasillo parecían llegar como ecos difusos, y el sonido del reloj de pared marcando los segundos era lo único que daba la sensación de movimiento dentro de ese ambiente congelado por la tensión.Mikhail estaba sentado en una de las mesas centrales, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante, los codos sobre el borde y los dedos entrelazados, apretados con fuerza. Frente a él, Valeska sostenía una taza de té con ambas manos, como si la calidez del líquido pudiera neutralizar el frío que le recorría la espalda.—¿De verdad vas a perdonarlo así de fácil? —preguntó Mikhail de golpe, con la voz ronca, casi afónica de tanto contener lo que llevaba días, semanas, meses acumulando—. ¿Después de todo lo que hizo? ¿Después de cómo te trató?Valeska levantó lentamente la vista, posándola en él. Sus ojos, aunque serenos, tenían una chispa encendida. Una mezcla de molestia
Cuando Valeska empujó con suavidad la puerta de la habitación, no sabía qué se encontraría del otro lado. ¿Dormido? ¿Molesto? ¿Indiferente? ¿Agradecido, quizás? Lo único que no esperaba ver era a Lisandro incorporándose ligeramente en la cama, con los ojos abiertos de par en par y una expresión de sorpresa tan clara que por un segundo se quedó paralizada.No era solo sorpresa. Era esa clase de alivio que se siente cuando uno cree que ha perdido algo para siempre, pero de pronto lo encuentra justo donde lo dejó, esperándolo con paciencia.—Volviste —susurró él, como si todavía no se atreviera a creerlo del todo.Valeska, sin mirarlo directamente, entró con paso firme, aunque por dentro sentía que se tambaleaba. En una mano llevaba una pequeña bolsa con artículos personales que había comprado para él: cepillo de dientes, pasta, una camiseta de algodón gris claro, una muda de ropa interior, un peine, y un pequeño frasco con su loción favorita. En la otra, un termo térmico con una sopa ca
El primer pensamiento que cruzó por la mente de Lisandro al abrir los ojos fue que el dolor había disminuido. Ya no sentía esa punzada aguda que le atravesaba el abdomen ni la pesadez insoportable en la cabeza. Sin embargo, en cuanto trató de moverse, descubrió que su cuerpo aún se sentía extraño, entumecido por la anestesia y el cansancio acumulado.Fue entonces cuando la vio.Justo al lado de su cama, con la cabeza apoyada sobre los brazos cruzados, estaba ella. Valeska. Dormía sentada en una silla incómoda, pero con el ceño ligeramente fruncido, como si incluso en sus sueños la preocupación no la abandonara.Y verlo allí, en ese estado tan frágil y al borde de lo irreversible, no la había alejado. Al contrario.Lisandro tragó saliva con dificultad. Por un instante, pensó que tal vez seguía soñando. Que su mente, confundida por la medicación, le estaba jugando una broma cruel. Pero el calor de su presencia, la forma en la que el sol de la mañana se colaba por la ventana y acariciaba
El roce de sus labios aún estaba fresco en su memoria cuando, de repente, la realidad la golpeó con fuerza. Su cuerpo, que hasta hacía unos segundos había cedido al contacto con Lisandro, reaccionó como si de pronto se hubiera encendido una alarma en su interior.No. No podía permitirse esto. No después de todo lo que había pasado. No después de haber jurado que no volvería a caer en el mismo error.Con una oleada de frustración y rabia mezcladas con una emoción que no quería nombrar, Valeska empujó a Lisandro con más fuerza de la necesaria. Él se tambaleó ligeramente, sorprendido por la reacción, pero no intentó detenerla cuando ella retrocedió un paso y le lanzó una mirada fría y llena de determinación.—No vuelvas a hacer eso —murmuró, su voz tembló levemente, no de miedo, sino de una lucha interna que le costaba ganar—. No intentes confundirme, Lisandro.Él la miró, sus ojos oscuros reflejando algo que no supo descifrar. Pero en lugar de decir algo más, simplemente la dejó ir.Val