Hoy es el último día. Desde la última confrontación en el club, Valeska no había vuelto a ver a Theo. Pensó que, al menos, deberían terminar ese matrimonio de una manera decente, así que lo llamó.
—¿Qué quieres? —soltó él, con evidente mal humor.
—¿Regresarás a casa hoy? Hay algo importante que quiero decirte, Theo —expuso ella con una voz tranquila, a pesar de que caminaba de un lado a otro—. Necesito hacerlo en persona, no por teléfono —añadió.
No le parecía correcto decirle que tendrían un hijo por medio de una llamada; no se sentía bien. Aunque, ¿cómo reaccionaría Theo si le decía que iban a tener un hijo?
¿Y si no lo quería?
Valeska se rehusaba a la idea de que su hijo creciera sin una figura paterna, pero si ponía las posibilidades en una balanza, lo más probable era que Theo no estuviera feliz con la llegada de un niño al caótico remanente de su familia.
Prestaba atención a lo que fuera que saliera de la boca de Theo; sin embargo, lo que escuchó fue la voz de Celine, al fondo, al otro lado de la línea.
—¿Todavía no terminas? La comida se está enfriando. —Valeska mordió sus labios y jugó con el borde de su pijama mientras esperaba la respuesta de Theo.
—Ya voy, Celine —respondió él con una dulzura en su voz que hacía años no usaba con ella—. Lo que sea que quieras decirme, hazlo por mensaje de texto —añadió rápidamente.
—Acepto el divorcio —lo interrumpió con calma.
—¿Lo dices en serio? ¿O es solo otra excusa para que vuelva a casa? —preguntó Theo, incrédulo.
Cuando aún tenía esperanza en su matrimonio, Valeska competía con Celine de maneras absurdas solo para conseguir que Theo regresara a casa. Después de tantas veces, él ya había perdido la confianza en ella y, aunque a veces fuera sincera, sus palabras eran recibidas con indiferencia.
—No hagas escenas, Valeska, ya sabemos lo que estás planeando. Hazme caso, hoy Celine volvió a tener dolor de estómago, la vi comer y luego se fue —dijo él antes de colgar rápidamente.
El pitido al otro lado de la línea rompió por completo el corazón de Valeska. Observó por un momento a su alrededor y luego centró su mirada en el documento que sostenía entre sus manos. Era un acuerdo de divorcio que Theo había preparado hacía mucho tiempo. Él se lo había pedido firmar innumerables veces, y ahora, finalmente, había logrado lo que quería.
Luego de tomar un profundo suspiro, Valeska puso el acuerdo firmado sobre la mesa y, sacó la maleta que había preparado y se sentó en silencio en la sala, mirando a su alrededor. Vio cada rincón de la casa que había decorado con tanto esmero en los últimos tres años: el jarrón sobre la mesa del comedor, los cuadros en las paredes, y las lámparas y cortinas que había elegido personalmente. Había decorado este hogar con esperanza y felicidad, imaginando un futuro cálido, pero después de su partida de hoy, quizás Theo inmediatamente haga que Celine se mude aquí.
Al pensarlo, una chispa de desdén cruzó sus ojos. Tomó el ramo de flores marchitas del jarrón y lo tiró sin dudar al cubo de la basura. Luego, descolgó el cuadro que ella misma había pintado el año pasado como regalo de cumpleaños para Theo, lo rasgó sin cuidado y lo arrojó al mismo cubo. Aunque la persona que recibió el regalo nunca lo apreció, ella lo había guardado con mucho cuidado, pero ahora se daba cuenta de que solo había prolongado inútilmente el destino de esa pintura, que estaba condenada a ser desechada.
Mirando la habitación que se había vuelto tan desolada, arrastró la maleta y, sin mirar atrás, salió de la casa en la que había vivido durante tres años.
Habían sido tres años, y lo único que quedaba era un acuerdo de divorcio y una pequeña maleta. ¿Irónico, cierto?
Cuando Valeska llegó abajo, vio un lujoso automóvil negro estacionado frente a la puerta. Notó que Lisandro se asomaba por la ventana, preguntando al guardia si esta era su casa.
Cuando la vio salir, abrió la puerta del auto y se acercó a ella con pasos rápidos y controlados.—¿Qué es lo que quiere? —Lo miró fijamente.
—Mi bufanda. Quiero mi bufanda. Espero que no se haya olvidado de ella, han pasado tres días sin recibir noticias suyas.
«Dios, ¿es tan valiosa esa bufanda?», pensó Valeska, en un gruñido desganado.
—Le aseguro que no me he olvidado de su bufanda; sin embargo, como puede ver, no estoy en el mejor de los ánimos y mucho menos deseo abrir mi maleta en medio de la calle para sacar esa estúpida bufanda. Le juro que, cuando llegue al hotel, se la enviaré por correo.
—¿Se irá de viaje? —cuestionó él, observando con cuidado su maleta.
—¿Te parece gracioso? —soltó ella de manera irónica—. Me estoy divorciando, ¿sí? Y planeo ir a un hotel, como cualquier mujer que es echada de su casa. ¿Acaso algo de esto te hace feliz?
Este hombre siempre le dio una sensación extraña. Parecía que siempre sonreía, pero su sonrisa solo estaba en la superficie, lo que le hacía preguntarse qué tan calculador era él por dentro.
Esa noche que se acercó a ella, casi de manera íntima, a pesar de que los separaban escasos centímetros, sentía que estaban a cientos de kilómetros de distancia, como si un mundo entero los separara. Sentía que él era como alguien que, por falta de anclaje, flotaba fuera de la realidad.
Sin embargo, él notó su mal humor y, sin decir nada, levantó su maleta y la puso en el coche.
—¿Qué vas a hacer? —le gritó, con furia, agarrando con fuerza su maleta.
—Tranquila, solo quiero llevarte al hotel, así no tienes que gastar dinero en un taxi. Supongo que no has aceptado ni un centavo de tu esposo.
Soltó la maleta, demostrando que no tenía malas intenciones. Lo que dijo tenía sentido; Valeska no había aceptado el dinero de la separación que Theo había ofrecido en el acuerdo de divorcio. Solo quería usar esos tres años de matrimonio para saldar la deuda que el padre de Theo había pagado por los costosos gastos médicos de su madre, de modo que ya no le debía nada. Claro, esto también significaba que, a partir de ahora, tendría que ahorrar cada centavo y encontrar un trabajo lo antes posible para asegurar el futuro de su hijo y el suyo.
Entonces, tomó la maleta y la dejó caer pesadamente en el maletero del coche, sin preocuparse de si esto causaba algún daño al coche de lujo, que claramente tenía un precio elevado. Lisandro, por su parte, se cruzó de brazos y la miró con una sonrisa, como si fuera una niña malhumorada.
En cuanto a Theo, el mismo día en que Valeska decidió irse de casa, se encontraba pensativo, lo rodeaba una extraña sensación de inquietud. Theo no pudo evitar recordar lo ocurrido esa noche. Lisandro, en medio de la fiesta, de repente preguntó por su esposa, y aprovechó la oportunidad para llamar a Valeska. ¿Por qué Lisandro estaría interesado en Valeska? Él es el CEO de un imperio comercial en ascenso, con solo un proyecto de colaboración podría salvar su empresa. Y Valeska, ¿qué es ella? Una ama de casa tonta y celosa, obsesionada consigo misma y reacia a divorciarse. ¿Cómo podría alguien como ella llamar la atención de Lisandro?Mientras pensaba en esa noche, su esposa lo llamó. ¡Valeska le dijo que quería divorciarse! La primera reacción de Theo fue pensar que esa mujer, para alejarlo de Celine, había ideado una nueva estrategia; siempre le gustaba tanto sentir celos de Celine. Pero Celine solo era una chica bondadosa e inocente, que había perdido a su hermana. Sin embargo, el t
A la tarde siguiente, y ajeno a todo lo que estaba sucediendo en su matrimonio, Theo regresaba finalmente a casa. Una extraña sensación de inquietud lo invadía al recordar que, no sabía desde cuándo, pero cada vez que Valeska lo miraba, veía en sus ojos indiferencia y paciencia, como si ya no lo amara.Pero luego pensó que no podría irse tan fácilmente. Ella era Valeska, la misma que cuando él estaba al borde de la desesperación y el alcohol, fue paciente, lo consoló, lo cuidó, y pasó noches enteras aprendiendo sobre la gestión de su empresa solo para hacerle una propuesta urgente. Ella fue la que, en un momento, se arrodilló ante él, rogándole que no se divorciaran. Esta vez, solo estaba intentando atraer su atención con algún truco.Al principio, fue su padre quien lo amenazó con la herencia, forzándolo a casarse con una mujer desconocida. Nadie podía reemplazar el lugar que ocupaba su exesposa en su corazón. Para él, volver a enamorarse de otra persona parecía como una traición a s
En cuanto a Valeska y a Lisandro, cuando él la llevó al hotel, le ayudó a organizar su equipaje y le sugirió ir a un bar otro día a tomar algo para celebrar su nueva vida; sin embargo, ella no pudo evitar notar la doble intención de Lisandro, ¿debería sentirse halagada por eso? Ella ya no tenía fuerzas para comenzar una nueva relación. Sin embargo, sí necesitaba relajarse un poco después de todas las cosas que acontecieron en un abrir y cerrar de ojos. De esa manera, al día siguiente, los dos se encontraron en el bar, aunque no bebería nada de alcohol, a causa de su embarazo, eso no le impedía tener un cambio de ambiente.—Si vas a empezar una nueva vida sola, ¿te gustaría trabajar como mi asistente en mi empresa? Puedo ofrecerte un salario un poco más alto que el promedio. —Cuestionó Lisandro mientras se acercaba a su oído en medio del ambiente bullicioso del bar, con sus ojos color azul oscuro brillando de una manera que le resultaba imposible de leer.Una oleada de incomodidad reco
Mientras todos continuaban sumidos en el silencio y el asombro, fue Lisandro el primero en reaccionar. Colocó a Valeska detrás de él para protegerla de manera rápida, al mismo tiempo que empujaba a Theo al suelo. Luego, levantó el puño y comenzó a golpearlo con fuerza en la cara, uno tras otro, hasta que los amigos de Theo reaccionaron y se apresuraron a separarlos.—Si esto es lo que mi socio tiene por moral, lo mejor será cancelar nuestra colaboración —sentenció Lisandro con desdén, sus ojos mantenían a Theo enfocado.El hecho de ver a Valeska herida a mano de su «esposo» desató en Lisandro una furia que le resultaba tanto irrazonable como incomprensible. Ella permanecía con la mano en su mejilla, resguardada detrás del cuerpo de Lisandro.—¿Quién te permitió rendirte? No puedes rendirte… —Murmuró Theo, después de levantarse del suelo, ignorando las palabras de Lisandro. Sus manos recorrían toda su cara mientras no dejaba de mirar fijamente a Valeska, como si fueran una manera de au
Theo llegó al hospital tan rápido como pudo después de recibir la noticia. Su mente estaba llena de pensamientos contradictorios: una mezcla de alivio, rabia, y algo que no quería admitir… esperanza. Esperanza de poder hacer que Valeska regresara a casa, de que tal vez, a pesar de todo, las cosas pudieran arreglarse.Mientras caminaba por los pasillos del hospital, el eco de sus pasos parecía latir al ritmo de su corazón. Al entrar en la habitación, encontró a su esposa recostada en la cama. Estaba pálida, pero permanecía tranquila, con una quietud que contrastaba con el torbellino de emociones que Theo sentía. Lo observaba con una mirada tan fría que le heló el corazón.Por un momento, no supo cómo comenzar con ese discurso que tanto ensayó. Theo, acostumbrado a controlar cualquier situación, o manipularla, más bien, se sintió fuera de lugar. Finalmente, al ver que ella no diría nada, dejó escapar un suspiro y habló primero.—¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? —Intentó man
Valeska se quedó un momento mirando la puerta cerrada cuando Theo salió por esta, en busca de «medicamentos». Su corazón latía con fuerza, pero no era debido al miedo, sino por ese gran impulso de determinación. Sabía que si no actuaba rápido, Theo regresaría con más control sobre su vida del que ya tenía. Era ahora o nunca.Miró a su alrededor, asegurándose de que no había ninguna cámara en la habitación; no podía ignorar el poder que ese hombre tenía en el hospital solo por ser de una familia acomodada. Podría hacer lo que quisiera, como, por ejemplo, dejarla en ese hospital. Rápidamente, tomó su bolso y abrigo, estaba lista para irse, solo que, apenas se dirigía hacia la puerta cuando una enfermera la interceptó.—Señora, lamento informarle que el señor Russo ha dado instrucciones estrictas. No puede abandonar la habitación hasta que él regrese.Esa noticia cayó sobre Valeska como un baldado de agua fría. Sus ojos se centraron en la enfermera, trataba de descifrar si había alguna s
Valeska subió al primer taxi que se le atravesó, su corazón latía con fuerza a causa de la adrenalina que aún corría por sus venas. Sacó la tarjeta de presentación de Lisandro de su cartera, la observó por un momento cuestionándose si era buena idea involucrarlo en todo eso. Finalmente, marcó el número con manos un tanto sudorosas e hizo lo más difícil: esperar.—Lisandro, soy Valeska —saludó apenas él contestó—. Estoy en camino a tu empresa. Necesito tu ayuda con algo.—Daré la orden para que te hagan pasar directamente a la oficina —expuso con ese tono sereno de voz.Valeska agradeció que no hizo preguntas innecesarias. El tono tranquilo de su voz logró calmar un poco los nervios de la chica, aunque la incertidumbre seguía pesando en su mente como si no tuviera un lugar más al que ir.Cuando el taxi llegó Fiore’s, la empresa de Lisandro que se dedica a la distribución de materiales de construcción, Valeska no pudo evitar sentirse impresionada. El edificio era imponente, con cristale
—¿Eso quiere decir que Theo no sabe que estás esperando un hijo de él? —sus ojos demostraron su confusión y alivio.—Sí, cuando quise decirle, no llegó a casa, solo por irse con Celine —aclaró la garganta—. Eso no importa, me hace a la idea de que no podemos esperar nada de él. Mi bebé y yo estaremos bien, juntos —instintivamente acarició su vientre.Lisandro la analizó por un momento, mientras pensaba en la difícil situación en la que Valeska se encontraba. Si ser mamá era una labor difícil, sería mucho más ser madre soltera. Su corazón pareció agitarse un poco dentro de él, no solo de lástima por ella, sino de enojo contra el idiota de su ex. ¿Cómo podría abandonar a su propia familia?—Sé que es difícil —susurró poniéndose de pie con una pequeña sonrisa—; sin embargo, te prometo que no estarás sola en esto, Valeska. Cuenta conmigo en todo lo que necesites. No importa que deba ir a verte en la madrugada —puso sus manos en los hombros—. Sé que puedes estar asustada e insegura con to