CAPÍTULO 02 «Ojos azules»

Mientras Valeska repetía sus mantras para mantener la calma y resistir un poco más, sentía las miradas de todos alrededor. Algunos la observaban con lástima y otros, con desprecio.

¿Quién esperaría que le aplaudieran por ser una mujer que se dejaba pisotear por la amante de su marido en público? Solo ella conocía la razón detrás de su tolerancia, de su resiliencia: su madre era lo más importante en ese momento. Y siempre.

—Gracias por la ropa. Estaba bebiendo y, sin querer, derramé algo en la mía. Te prometo que la lavaré y te la devolveré —dijo la mujer con una voz tan dulce y falsa que le daba náuseas.

En ese momento, Valeska estaba mordiendo la parte interior de sus mejillas, intentando refrenar las palabras que luchaban por salir finalmente. Pero, ¿valdría realmente la pena? Tomó aire y decidió hacerle caso a sus impulsos.

—No hace falta, quédate con ella. Al fin y al cabo, siempre se te ha dado bien apropiarte de cosas que no te pertenecen, ¿no? —replicó con frialdad, disfrutando el pequeño quiebre en la sonrisa perfecta de la mujer.

—¡No te permito que le hables así! —Theo elevó la voz y la miró con ira, sujetándola de la mandíbula con fuerza—. Pídele disculpas —exigió.

Valeska cerró los labios con firmeza; sus ojos estaban fijos en los de él, dejando clara su resistencia. La expresión de Theo cambió al ver su silencio. Enfurecido, lanzó su copa al suelo, haciéndola añicos y esparciendo todo el líquido restante en el piso. Repitió su orden con mayor intensidad.

Mientras tanto, aquella mujer, que seguía de pie tras él, observaba a Valeska con una mirada triunfal, como si hubiera ganado esa noche. Todos los demás permanecían en silencio, paralizados por el arrebato de ira de Theo. A excepción del hombre de ojos azules, quien claramente parecía disfrutar del espectáculo. La observaba con curiosidad, como si esperara su siguiente movimiento.

Pero Valeska no le daría el drama que esperaba.

—Lo siento —dijo entre dientes, casi mordiendo sus labios, para que las palabras no fueran tan entendibles.

«Vamos, Valeska, aguanta un poco más. Piensa en tu madre, sí, hazlo por ella», se repetía internamente mientras clavaba las uñas en la palma de su mano.

Vio el gesto de satisfacción en el rostro de ellos dos, de su supuesto esposo y de esa mujer. No podía seguir en ese mismo sitio si no quería cometer ningún crimen. Así que se soltó con brusquedad del agarre de Theo y se marchó sin mirar atrás.

Cuando ya estaba saliendo del club, una voz desconocida la detuvo. Notó que se trataba del hombre de ojos azules, esos que eran casi hipnóticos. En su mano llevaba una bufanda negra, la cual extendió en su dirección, pero Valeska solo enarcó una ceja y lo observó con escepticismo.

—¿Y esto? ¿Es por lástima? —preguntó con sarcasmo, mientras se cruzaba de brazos.

No estaba de humor para recibir más humillaciones esa noche.

Él se mantuvo en silencio, se acercó y puso la bufanda alrededor de su cuello. Sus ojos se encontraron por un momento, luego, él sacó un cigarro y lo encendió con total calma, mientras la observaba con curiosidad. Como si hubiera algo dentro de ella que le causara intriga.

—Puedo ver que no estás conforme. Tienes la capacidad de dejarlo. ¿Por qué permites que te traten así?

Valeska miró a los árboles que se mecían con la brisa de la madrugada. ¿Por qué lo permitía? La verdadera cuestión era: ¿qué se creía ese hombre como para atreverse a preguntar algo así a una extraña?

—Eso no es asunto tuyo —respondió con una sonrisa que, a kilómetros, se notaba falsa. Se ajustó la bufanda al mismo tiempo que se dirigía hacia su coche—. Gracias por la bufanda, por cierto.

Sintió sus pasos acercándose. Se dio la vuelta para ver qué era lo que quería, pero se encontró con que los brazos anchos de él la encerraban bajo su sombra. Tuvo que apoyarse fuertemente en la puerta del coche para mantener algo de distancia. A esa proximidad podía sentir su perfume, una mezcla de cedro y sándalo que llegó hasta ella, un aroma perfecto para una noche nevada, el mismo que impregnaba la bufanda.

—Mi tarjeta —dijo él con un tono bajo mientras le entregaba una tarjeta de presentación elegantemente diseñada—. A diferencia de ti, no soy tan generoso. No olvides devolverme la bufanda.

—Se equivoca al pensar que soy tan generosa —replicó Valeska, elevando una de sus cejas—. No conoce absolutamente nada de mi vida.

Él, en lugar de responder algo, esbozó una sonrisa ladina mientras se daba la vuelta y caminaba de regreso al interior del club. Valeska no lo perdió de vista hasta que entró. No sabía quién era, y esta interacción era casi lo más extraño que le había pasado en la vida.

Cuando finalmente no hubo rastros de él, poco a poco logró calmar su corazón que latía acelerado y su respiración agitada. Llevó toda su atención a la tarjeta: Lisandro Fiore, ese era su nombre.

Sentía que él estaba buscando algo de ella, algo que solo Valeska podía darle. La pregunta era: ¿qué tenía ella para dar?

Mirando la figura de Lisandro alejarse, Valeska dejó escapar un largo suspiro, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón.

— Señor Fiore, ¿por qué se va? Usted es mi invitado principal esta noche. Por favor, considere detenidamente mi propuesta de colaboración —dijo Theo, apresurándose a acercarse a Lisandro en la puerta del club. Lisandro le sonrió y asintió con la cabeza, pero la mirada que le lanzó fue rápida y estuvo cargada de una leve animosidad.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP