Capítulo 30
María aceptó, y cuando estaba por responder, alguien la empujó con brusquedad por detrás, casi haciéndola caer.

Por suerte, Alejandro reaccionó rápido y logró sostenerla.

Pero antes de que pudiera recuperarse, el responsable del empujón la sujetó por la muñeca y susurró —Señorita, ¿me concede este baile?

Era Gabriel.

Aunque vestía de negro, su presencia imponente y esos ojos oscuros y profundos revelaban su identidad.

¡¿Por qué no la dejaba en paz?!

Alejandro no reconoció la voz de Gabriel.

Sujetó la mano de María con firmeza y miró al intruso con determinación —Disculpe, señor, pero ella es mi pareja.

María sintió que su mente era un completo caos.

Decidió fingir que no lo había reconocido.

—¿Ah, sí? — Gabriel la miró fijamente con ojos amenazantes —¿Entonces también te gusta él?

María quería responder, pero no se atrevía. Había demasiada gente alrededor y Gabriel podría hacer algo imprudente.

Si él no se preocupaba por el ridículo, ella sí.

—Parece que— al ver que María no respondía,
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