Capítulo 8
Carlos, avergonzado, bajó la cabeza en silencio.

El hombre de negro sonrió con crueldad: —La codicia no tiene límites, hermanita. Tu hermano, sin talento ni beneficio alguno, pero ansioso de riqueza rápida, pidió un préstamo con intereses altísimos. En pocos días llegó a esto. Si no quieres ayudarlo, con dejarle una mano menos para que aprenda la lección, bastará.

—¡María, juro que nunca volveré a apostar ni pedir préstamos! ¡Es la última vez, cambiaré completamente! Si no lo haces por mí, piensa en la casa de mamá. ¡Si muero, seguro se la quedarán! —Carlos se arrodilló desconsolado, golpeando su cabeza contra el suelo.

María, con el corazón destrozado, sacó su anillo de bodas. Era su obra maestra que había causado sensación en el mundo del diseño. Muchos anillos de compromiso en el mercado se habían inspirado en él, aunque nadie sabía que ella era la autora.

—¿Esto vale algo? —el hombre examinó con detenimiento el anillo bajo la luz. Diecinueve diamantes rosados de la más alta calidad
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