Capítulo 23
María vio el último comentario y se quedó perpleja por un momento, antes de soltar una pequeña risa.

Este usuario había dado justo en el clavo.

¿Acaso no era ella ahora una empleada doméstica?

Una empleada que atendía a un demonio tan difícil como Gabriel.

—Wow, ¡cómo se rió! Definitivamente no es una empleada, ¡su voz suena muy joven!

—Además, tiene unas manos preciosas, como de pianista. Apuesto a que es una de las señoritas García.

—Imposible, ¿por qué una señorita de alta sociedad necesitaría transmitir en vivo para ganar dinero?

...

Los comentarios se multiplicaban cada vez más.

Pero María ya no les prestaba atención alguna, concentrada en su dibujo, manteniendo su habitual ritmo veloz.

Mientras tanto, Gabriel terminaba una larga conferencia telefónica y miraba con disgusto la comida fría sobre su escritorio.

—¡María! —llamó en voz alta.

No hubo respuesta.

La criada, temblando, se paró en la puerta. —Señor García, la señora no está.

—¿A dónde fue? —Gabriel frunció el ceño, su rost
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