Carlos, avergonzado, bajó la cabeza en silencio.El hombre de negro sonrió con crueldad: —La codicia no tiene límites, hermanita. Tu hermano, sin talento ni beneficio alguno, pero ansioso de riqueza rápida, pidió un préstamo con intereses altísimos. En pocos días llegó a esto. Si no quieres ayudarlo, con dejarle una mano menos para que aprenda la lección, bastará.—¡María, juro que nunca volveré a apostar ni pedir préstamos! ¡Es la última vez, cambiaré completamente! Si no lo haces por mí, piensa en la casa de mamá. ¡Si muero, seguro se la quedarán! —Carlos se arrodilló desconsolado, golpeando su cabeza contra el suelo.María, con el corazón destrozado, sacó su anillo de bodas. Era su obra maestra que había causado sensación en el mundo del diseño. Muchos anillos de compromiso en el mercado se habían inspirado en él, aunque nadie sabía que ella era la autora.—¿Esto vale algo? —el hombre examinó con detenimiento el anillo bajo la luz. Diecinueve diamantes rosados de la más alta calidad
En ese momento, quería destrozarle la mandíbula para darle una lección. Porque él sabía mejor que nadie lo que ese anillo significaba para ella.María luchaba con todas sus fuerzas mientras su pálida mejilla se enrojecía por el agarre. Sus ojos ardían, pero se negaba a suplicar. Ese amor ilusorio se había desvanecido al descubrir la existencia de Valentina, y era mejor que el anillo se hubiera vendido; esto solo le recordaría sus tres años de vida humillante, insignificante como el polvo...En el forcejeo, la toalla se deslizó, revelando sus hombros desnudos. Los ojos de Gabriel se oscurecieron al ver su piel expuesta y sonrió con cierta malicia: —¿Ahora intentas seducirme? ¿Crees que con trucos tan bajos te perdonaré?Su mirada estaba llena de desprecio, como si María no fuera mejor que una acompañante de club nocturno.—Bien... —su sonrisa se ensanchó furiosa mientras sus ojos se tornaban más sombríos—. Ya que estás tan dispuesta, no te decepcionaré.Se inclinó para besarla. Esta muj
María no levantó la mirada: —Permiso, por favor.Con toda cortesía, pero la persona no se movió.—Unos días sin verte y ya eres una miserable mendiga. María, ¿tanto te gusta degradarte? —una voz familiar y sombría cayó sobre ella.María se tensó y alzó la mirada, encontrándose con los ojos negros y profundos de Gabriel. Al cruzarse sus miradas, tragó saliva y su expresión pasó en cuestión de segundos del shock al fastidio.—¿Por qué me persigues como chicle pegado a la suela de mi zapato? —guardó su comida, dispuesta a huir. Estos días había estado tan ocupada que apenas había pensado en él.No avanzó dos pasos antes de que Gabriel la agarrara del cuello de la ropa y la metiera al auto.—Si te atreves a acercarte, te morderé otra vez —lo amenazó mientras él se inclinaba hacia ella.El rostro de Gabriel se oscureció mientras le sujetaba con fuerza la muñeca.—Estás tan fea. ¿Cómo voy a llevarte a la fiesta así? —dijo irritado, sin querer mirarla. Antes al menos era bonita, pero ahora se
Después de un breve momento de reflexión, María esbozó una sonrisa.—¿Ah sí? No estaba enterada, el traje me lo compró Gabriel. En cuanto a dónde lo compró y cuántos hay en el país, la verdad no tengo idea. De hecho, tengo varios trajes similares en mi armario. Si le gusta, señorita Martínez, con gusto puedo regalarle algunos —respondió María con voz dulce y melodiosa.Su mirada era cristalina, sin rastro alguno de malicia, como si no hubiera captado las burlas veladas de las dos mujeres.El rostro de Valentina cambió de forma drástica. ¡¿El vestido del que tanto se enorgullecía no era más que una pieza insignificante en el armario de María?!¡Imposible! Gabriel jamás la llevaría de compras, ¡mucho menos le regalaría un traje así!Sofía, notando el malestar en su rostro, dio un paso al frente y le recriminó con frialdad: —¿Qué tonterías dices? Gabriel jamás te compraría ropa, todos saben que prácticamente te le arrojaste encima para casarte con él, él...—Señorita Hernández, ¿por qué
Instintivamente, Gabriel giró la cabeza y se encontró con María, quien también volteó y le dedicó una sonrisa triunfante.—María, ¡qué hermosa estás hoy! El traje te queda perfecto. No fue en vano que ese cabezota de Gabriel y yo nos tardáramos tanto eligiéndolo, ¡realmente te ves preciosa! —elogió Fernando con una ligera sonrisa.Con estas palabras, todas las dudas se desvanecieron.Así que el vestido había sido elegido personalmente por Fernando.El renombrado Fernando García, ¿acaso regalaría una imitación?Imperceptiblemente, Valentina sintió como si le hubieran dado una feroz bofetada, su mejilla ardía...Aquellos que antes se burlaban ahora tenían el rostro pálido, sin atreverse a decir más.María sintió un nudo en la garganta; en toda la familia García, solo Fernando la trataba con calidez y sinceridad.Ella sabía perfectamente que Gabriel jamás se preocuparía por su vestimenta.Fernando había dicho eso para proteger su dignidad.Después de varias rondas de bebidas, los invitado
María palideció al ver que ¡la bolsa estaba llena de juguetes para estimular la intimidad entre parejas!—Esto... —María, con el rostro ardiendo, bajó la cabeza sin poder articular palabra.Guadalupe sonrió despreocupada. —¿Qué pasa? ¿Todavía te crees una niña inocente? Después de tanto tiempo casada y sin poder dar un hijo, ¿qué valor tienes para los García?María se quedó paralizada, como si la hubiera golpeado un rayo.No sabía cómo había aguantado todo esto antes.Desde el principio, no había sido más que una simple herramienta para tener hijos.—Su hijo no coopera, y yo no soy hermafrodita, no puedo tener sola un bebé —María dejó los objetos sobre la mesa de café, respondiendo con frialdad.Era la primera vez que se mostraba tan firme.Guadalupe entrecerró los ojos, mirándola con sorpresa y sonriendo sarcásticamente.—María, ¿te has vuelto rebelde? —Guadalupe se levantó lentamente, su tono revelaba la severidad de alguien en el poder—. Te lo advierto, si en tres meses no hay noti
Camila susurró cautelosa:—Señor García, ¿esa no es... su esposa?Internamente, estaba regocijándose, emocionada.Gabriel miraba fijamente la delgada silueta a través del ventanal.Sacó su teléfono y marcó el número de María.Vio cómo María sacaba su teléfono, lo miraba y volteaba con indiferencia.—Señor García, ¿qué es lo que sucede? ¿Por qué nos detenemos?Los dos socios comerciales que lo acompañaban preguntaron con cautela.Camila tomó la iniciativa:—Por favor, síganme, les mostraré otras instalaciones del centro comercial...En ese preciso momento, María aún no percibía el peligro que se acercaba.—¿Realmente quieres regalarme esta pintura? ¿No te da pena? —Alejandro sonreía mientras acariciaba el marco del cuadro, encantado.María arqueó una ceja.—¿No te gusta? Entonces me la llevo.Mientras extendía calurosa su mano, Alejandro rápidamente sujetó su muñeca.—No, no, ya es mía.—¡María!De repente, una voz siniestra resonó. María se paralizó, sintiendo un escalofrío que le rec
María parecía indiferente, permaneciendo sentada impasible en el sofá mientras bebía su té ya frío.Camila, sin encontrar absolutamente nada, salió cruzada de brazos.—Parece que la señora lo escondió muy bien. ¿No lo llevará encima? —la examinó con burla en la mirada.—No lo tengo —María, demasiado cansada para discutir, dejó la taza a un lado y se levantó para ir a dormir.La servidumbre se encargaría de limpiar este desastre.—¡Alto! —Camila, de repente furiosa, la sujetó—. Si no quiere entregarlo de forma voluntaria, desvístase para que pueda revisarla. Es un tesoro de los García.—¡Lárgate! —María, perdiendo la paciencia, abofeteó a Camila—. Todo el día "los García esto, los García aquello", ¿acaso eres su perro fiel? ¿Por eso tanta lealtad?Su expresión era sombría, sus ojos llenos de escarcha.Sacó su teléfono y marcó tres números.—¿Qué... qué hace? —Camila, sosteniendo su mejilla ardiente, entró en pánico.Vio cómo María le mostraba la pantalla.—La comisaría más cercana está