Daniel, un rico empresario petrolero, únicamente tiene dinero, vive amargado y encerrado en sí mismo desde que su esposa Rebeca lo traicionó largándose con su hermanastro, Jorge, justo el día en que bautizaban a su primogénito David. Débora lo perdió todo cuando intentaba pasar ilegalmente a Estados Unidos, ahora vive retenida en un prostíbulo. Ambos se conocieron en las peores circunstancias, son polos opuestos, pero no logran frenar la atracción que sienten el uno por el otro. Después de tener relaciones Daniel descubre que Débora era virgen y encima es menor de edad, piensa que le ha tendido una trampa y que va a chantajearlo, (su madre quiere presentarse a la alcaldía de Houston y no le conviene verse involucrada en un escándalo sexual). Necesita salir de ese embrollo con el mínimo daño. La engaña y consigue que ella acepte casarse con él. Pero a pesar de creerla la peor de las embusteras no puede dejar de sentir algo por ella, es tan opuesta a su exesposa. Débora no puede enamorarse del hombre que le ha robado la virginidad, y la ha obligado a casarse con él con engaños. ¿O sí? Pues sí, enseguida descubre que su marido está más faltado de amor que nadie. Además, se encariña con David, el hijo de Daniel, un niño que necesita una madre que le dé verdadero cariño. Pero para ser felices han vencer sus propios miedos y superar las trabas de sus enemigos, Eddie Montrail, competidor de Daniel que se enamora de Débora, Margaret Montrail, eternamente enamorada de Daniel y sobre todo Jorge y Rebeca, a los que habían dado por muertos y que milagrosamente regresaran. Débora logrará romper la coraza que tiene Daniel en su corazón pues es el regalo que el destino le tenía preparado.
Leer más-¡Joder! Dios, ¡maldita sea! – se escuchó por enésima vez en pocos minutos - ¿Por qué cojones tardan tanto?-¿Quieres hacer el maldito favor de calmarte Dan? O vas a infartarte y pasarás tu Luna de Miel en la UVI del hospital – Advirtió Mike medio en broma, pues, aunque bromear con una enfermedad no era demasiado correcto, entendía que, por su constitución y estado físico, su amigo estaba bastante lejos de ser candidato a s-¿Te parece poco haber esperado más de cuarenta minutos a que llegara Débora?-Si tenemos en cuenta que esperaste más de treinta año por ella ¿Que son cuarenta miserables minutos? – prosiguió mofándose Mike.-Pues eso, cuarenta interminables minutos en los que pensé de todo, con la racha que hemos llevado estos últimos tiempos, tengo derecho a tener miedo. Bufó con cara de pocos amigos.-Pero la espera valió la pena o no – lo animó su compañero mientras le daba un suave toquecito en el hombro.Y tanto que valió la pena, ¡Dios! O quien fuera, si las Moiras [i] o las
Dan no lo siguió, prefirió socorrer a Débora que estaba en el suelo ya sin sentido, la bala había entrado por la espalda, usó lo único que tenía a mano para presionar la herida y evitar más pérdida de sangre y que no era otra cosa que la chaqueta de su esmoquin, en bastante mal estado después de la pelea. Su madre había aprovechado ese tiempo para llamar a una ambulancia desde el teléfono fijo que había en el invernadero. Luego, cuando Jorge ya había huido dio parte a la policía. Nada más colgar cargó en brazos para tranquilizar al pequeño David que se había refugiado entre sus piernas y no paraba de llorar. Lisbeth estaba en trance…, apoyada junto a la pared observaba la escena como si no fuera con ella. Los ojos fijos en Débora que se desangraba en el suelo víctima de una bala que había de ser para… había de ser para… para ella. ¡Dios! Con lo mal que se había portado con su cuñada y esta no había dudado ni un segundo en detener un disparo para salvarle la vida…Recordó las duras p
Débora movió los hombros y no respondió. Se colocó al lado de Jorge, frente al juez con la cabeza baja. Oyó como este empezaba a hablar, apenas entendía lo que decía, sólo cuando se acercaron Daniel y Lisbeth y escuchó su nombre prestó atención, respondió con un escueto si consiento a la pregunta de rigor. No quería dudar, y no lo hizo. Jorge también respondió sí y la ceremonia concluyó. Ya estaban casados. Los invitados aplaudieron y Jorge la tomó en sus brazos para besarla, se dejó llevar, pero no respondió al beso. El juez les pidió que lo acompañaran a una mesa retirada y les mostró los papeles que tenían que firmar. Jorge lo hizo primero, seguido de Lisbeth, Daniel tomó la pluma de la mano de su hermana y firmó. Luego la miró a los ojos y con una mirada le indicó que se acercara, al darle la pluma sus manos se rozaron, la de ella temblaba tanto que no pudo sujetarla y cayó encima de la mesa. Dan la recogió y volvió a dársela acompañando su mano hacia el lugar donde tenía q
Jorge le informó que había alquilado una casa en ese mismo barrio para que vivieran después de la boda, no se la mostro, Débora tampoco se lo pidió, no le hacía nada de ilusión verla, así que no insistió. En lo que si no transigió fue en tener luna de miel, con la excusa de no separarse de sus hijos consiguió evitarla. Esa actitud de Jorge la tenía un tanto desubicada, tan ansioso que se había mostrado por casarse, ahora ni se enojaba si ella no quería ver la casa ni mostró demasiada pena por no poder disfrutar de la Luna de Miel. Sintió un escalofrío, era como si supiera que no iban a necesitar ni la casa ni la luna de miel. Otra cosa era el acoso al que la sometía todas las noches, Jorge reclamaba poder entrar en su habitación, la acosaba con verdadera insistencia, a Débora no le quedaba más remedio que despedirlo con la misma excusa-No me parece correcto tener relaciones en la casa de Helen – Desde luego no iba a permitir que la tocara hasta después de la boda luego no podría e
Eso era relativo, quizá también los seres tan despreciables como Jorge podían llegar a cambiar, por intentarlo no quedaría. Débora amaba demasiado a Daniel para orillarlo a vivir una vida de desgaste continuo que acabaría con ambos, ya no le quedaban fuerzas para luchar.-Ahora quizá te dolerá un poco, pero con el tiempo todo quedará diluido, si Jorge se olvida de ti podrás volver a encontrar el amor. Inténtalo al menos – le hizo prometer – Podrás ver a los gemelos cuando quieras y tenerlos contigo todo el tiempo que quieras, no voy a oponerme…-¿Estás decidida, pues?-Si…, - Asintió segura-Quiero que sepas que no me rendiré. Voy a estar al pendiente de ti y si ese desgraciado te lastima lo mataré. Y no podrás impedirlo – añadió al ver la expresión asustada de Débora al escuchar el verbo matar - Recuerda que yo siempre estaré aquí para ti. Me tendrás a tu lado en cuanto me necesites y si decides volver te estaré esperando. – le aseguró antes de salir de la habitación, sin mirar atrás
Daniel lo sabía, pero ahora acababa de constatarlo. A Jorge no le importaba Débora ni nada, sólo fastidiarlo a él. Fue su único objetivo desde que eran niños. Se lo recriminó, pero Jorge no estaba por la labor, burlándose de él le remarcó que se estaba repitiendo demasiado. Él siempre guardaba sus cartas y siempre lo había ganado. Consiguió que tuviera la infancia más infeliz posible, lo alejó del cariño de la familia. Ya de jóvenes, las novias no le duraban demasiado, él se ocupaba de ello. Luego le presentó a Rebeca, planeó la boda y luego se la quitó. Ahora había tenido un poco más de trabajo con Débora, pero también se la había robado delante de sus narices y encima obtenía doble botín pues sabia cuanto le importaba la chica, añadió cínicamente que no se confiara porque no se olvidaría de él, seguiría fastidiándolo hasta la muerte de alguno de los dos. Daniel optó por cambiar de táctica y mostrarse también irónico…-No te da pena estar con una mujer que quiere a otro… - le preg
Débora y Daniel salían libres justo en el momento en que entraba la madre de Margaret para firmar el papeleo que la autorizaba a recoger el cuerpo de su hija. Evidentemente la mujer no estaba en su mejor momento, había perdido a sus dos hijos y estaba a punto de perder su propiedad. Al verlos salir libres, se alteró mucho y sin pensar lo que decía empezó a increpar duramente a Débora delante de todos los periodistas que estaban esperando fuera para poder captar imágenes de la salida de los protagonistas de esa truculenta historia. La palabra más suave que le dijo fue ramera, y por supuesto, la acusó de ser la culpable de la muerte de sus dos hijos y haber traído la desgracia a su familia…Débora se entristeció mucho, le dolieron esas palabras, miró a su alrededor, sólo encontró el pecho de Daniel para guarecerse. Este la abrazó y protegió de los flases de las cámaras y las preguntas de la prensa. También de la madre de Margaret que intentaba abalanzarse sobre ella para golpearla.
Débora era plenamente consciente que no tenía otra alternativa, su plan no había funcionado por la estupidez de Daniel de entregarse, ahora los dos estaban detenidos y sus hijos a la buena de Dios como quien dice. Quizá era la cosa más idiota que habían hecho ambos desde que se conocieron y, decididamente, esa situación no podía demorarse más, así que con su corazón en un puño y consciente que se estaba metiendo en la mismísima boca del lobo aceptó casarse con Jorge. Esperaba, deseaba, anhelaba poder contenerlo, quizá si se sentía seguro y contento por haber vencido una vez más dejaría a Daniel en paz. Ahora sí, quiso estar segura de que no involucraría más a su hermano, así que se lo hizo prometer:-Pero si para liberarme vas a culpar a Daniel olvídate ahora mismo y tampoco voy a permitir que enredes a un inocente. ¿Entendido?Jorge lo prometió sabiendo que no podría cumplir, iba a dañar mucho a su hermanastro, es más ya lo estaba deseando, lo tenía casi a tocar, su venganza defin
Como era de suponer, y lo que quiso provocar Daniel con esa confesión, el caos se apoderó de la sala de vistas. El jurado se quedó helado, el juez después de su explosión miraba a todos los presentes con expresión pétrea, el fiscal era el único que permanecía impasible sentado en su silla con la mirada fija en el juez esperando una reacción de este. Por supuesto los curiosos y la prensa que asistía a la vista empezaron a murmurar a viva voz, en unos minutos el griterío fue ensordecedor. Los componentes del jurado se unieron también a la algarabía al comentar entre ellos lo que debían hacer, el nerviosismo se había apoderado de la mayoría y discutían a viva voz la inocencia o culpabilidad de la acusada, temían escuchar del juez la orden para retirarse a deliberar: Si la declaraban inocente y el abogado mentía, no podría volver a ser juzgada por el mismo delito y si la declaraban culpable y el asesino era el abogado, estarían cometiendo una gran injusticia. Por suerte para ellos el