El destino tenía un sentido del humor retorcido. Alexandro lo supo en cuanto Damián, su abogado y mejor amigo, le entregó los documentos en la sala de su casa. —Esto tiene que ser una broma —dijo, frotándose las sienes mientras leía el testamento por tercera vez. —No lo es —respondió Damián, sirviéndose un whisky con calma—. Según esto, la casa de tus abuelos y una parte de las acciones de Montenegro Luxe ahora son compartidas. Mitad tuyas, mitad de ella. Alexandro exhaló con frustración. —Esto no tiene sentido. ¿Por qué harían algo así? Damián se encogió de hombros. —Quizás querían unir sus dos mundos. O tal vez simplemente querían ver cómo te volvías loco. —Lo están logrando. Desde que Vanessa había entrado a la empresa como pasante, Alexandro la había observado de lejos, tratando de encontrar la conexión que su abuelo vio en ella. La niña que había conocido años atrás… la nieta de su abuelo. Pero ahora, esa misma niña se había convertido en una mujer que lo ten
Vanessa se despertó con la garganta ardiendo, la cabeza pesada y la nariz tapada. Genial. Un resfriado. Justo el día de su presentación ante la junta directiva. —Perfecto, simplemente perfecto —murmuró con voz ronca, sentándose en la cama. No tenía tiempo para estar enferma. Hoy era el día. Su oportunidad para demostrar que su talento y esfuerzo valían la pena. Así que, con un par de tazas de té, una ducha caliente y toneladas de determinación, se puso de pie. Y decidió que si iba a sentirse como un desastre, al menos iba a lucir espectacular. --- Mientras repasaba su presentación, sacó un viejo cuaderno de bocetos del fondo de la caja de sándalo que perteneció a su madre. El aroma a madera y recuerdos la envolvió mientras pasaba las páginas con delicadeza. Al abrir la primera, contuvo el aliento. Junto a la firma de su abuela Isabel, había un dibujo de un vestido rojo con una nota en el dobladillo: "Diseñado para el desfile de Luciano, 1969. Siempre te debo una pasarela."
Capítulo 5: Un Acuerdo y una Enferma RebeldeEl éxito de su presentación fue rotundo, pero Vanessa no tuvo mucho tiempo para celebrarlo. Apenas terminó la reunión, sintió que el cuerpo le pesaba como si hubiera corrido un maratón. La fiebre la estaba golpeando con fuerza.—¡Lo hiciste increíble! —exclamó Sofía emocionada cuando salieron de la sala de conferencias—. Pero, amiga… pareces a punto de colapsar.—No exageres. —Vanessa se apoyó contra la pared, intentando disimular el temblor en sus piernas.—No está exagerando —intervino una voz grave y autoritaria detrás de ellas.Vanessa cerró los ojos por un segundo. Claro. Porque si su día no podía ponerse peor, Alexandro tenía que aparecer con su mirada evaluadora y su ceño fruncido.—Estoy bien —repitió ella, aunque su nariz congestionada la traicionó, haciéndola sonar como un gato resfriado.Alexandro cruzó los brazos, analizándola de arriba abajo.—Durand, pareces a punto de desmayarte. No seas terca.Vanessa bufó y, con su último a
Vanessa despertó al día siguiente con la cabeza embotada y la nariz congestionada, pero mucho mejor que la noche anterior. Lo que no esperaba era encontrarse con una taza de té caliente en la mesita de noche y a Nico, el enorme golden retriever negro de Alexandro, mirándola fijamente desde la puerta con la cabeza ladeada.—Oh, hola, grandote —murmuró con voz ronca, sentándose con esfuerzo.Nico movió la cola y trotó hacia ella, subiendo sus patas delanteras a la cama con descaro.—Así que ya tienes un nuevo mejor amigo —la voz de Alexandro la tomó por sorpresa.Vanessa giró la cabeza y lo encontró apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.—No es mi culpa que le caiga bien —respondió ella con una sonrisa cansada, acariciando la cabeza del perro.Alexandro la miró unos segundos más y luego señaló la taza.—Bébelo. Es para la fiebre.Vanessa arrugó la nariz.—¿Y si está envenenado?—Sería ilegal envenenar a mi propia socia —respondió él con un tono se
Después de su tensa—y extrañamente emocionante—conversación con Alexandro, Vanessa salió de la oficina con el documento de la herencia en mano. Su cabeza iba a mil por hora. Necesitaba desahogarse. Sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Sofía: "Urgente. Café. Chisme nivel 10." La respuesta no tardó en llegar. "¿Te metiste en problemas o besaste a Montenegro?" Vanessa puso los ojos en blanco y sonrió. "Lo primero… y casi lo segundo." "¡Nos vemos en 10 minutos!" Vanessa llegó a su cafetería favorita con la cabeza hecha un caos. Encontró a Sofía ya instalada en una mesa junto a la ventana, con dos capuchinos listos y la mirada de alguien que esperaba la noticia más jugosa del mes. —A ver, suéltalo —exigió Sofía, dándole una mirada intensa. Vanessa suspiró y se dejó caer en la silla como si su alma pesara toneladas. —Tengo que mudarme con Alexandro este fin de semana. Sofía se atragantó con su café, tosiendo hasta que Vanessa tuvo que pasarle una servilleta. —
--- El fin de semana llegó más rápido de lo que Vanessa esperaba. Apenas llevaba unos días procesando la locura de compartir la herencia con Alexandro, y ahora tenía que enfrentarse a la realidad de vivir con él. —Dime que estás bromeando —dijo Sofía, dejando caer una caja sobre el piso del departamento mientras Vanessa revisaba su maleta. —Desearía que sí. —¿Cómo es que vas a vivir con el hombre que te hace sudar frío cada vez que te mira? —Sofía se cruzó de brazos, alzando una ceja—. Y no me digas que no te afecta porque lo he visto. Es como un depredador analizándote, y tú… bueno, tú corres directo al peligro. Vanessa bufó, tirándose sobre la cama. —No tenía opción, ¿ok? Es eso o perder la herencia. Además, es solo un año. —Un año entero. —Sofía se dejó caer a su lado—. Un año viéndolo recién salido de la ducha, con su cabello perfecto y esos brazos que parecen esculpidos por los dioses… —¡Sofía! —Perdón, pero alguien tenía que decirlo. Vanessa se tapó la cara
La convivencia con Alexandro había traído muchas sorpresas, pero Vanessa jamás imaginó que un día lo tendría descalzo, con el torso al descubierto y posando en medio de su taller improvisado.Y todo por abrir la boca de más.—No puedo creer que me hicieras esto —gruñó Alexandro, cruzado de brazos, mientras Vanessa ajustaba la cinta métrica alrededor de su pecho.—Tú me pediste una semana más de plazo —respondió ella, con toda la inocencia del mundo—. Y yo te dije que necesitaba un modelo para terminar los bocetos. ¿Qué esperabas?Alexandro entrecerró los ojos.—Que fuera cualquier otra persona.Vanessa le dio una palmadita en el hombro.—Oh, pero nadie más tiene tu... —Pausó, recorriéndolo con la mirada—. Físico imponente.Él soltó un suspiro exasperado, pero una sonrisa se asomó en las comisuras de sus labios.—Me estás disfrutando demasiado.—Muchísimo —admitió ella, riendo.Desde un rincón, Nico observaba con absoluta fascinación. El perro estaba echado sobre una manta, la cabeza l
Alexandro Montenegro no era un hombre que se dejara afectar fácilmente. Había aprendido desde pequeño a controlar sus emociones, a pensar antes de actuar, a no dejar que nada ni nadie lo desestabilizara.Y sin embargo…Ahí estaba.De pie en la puerta de la habitación de Vanessa, mirándola despertar con su perro dormido encima.¿Cómo demonios había llegado a esto?Él, el hombre que controlaba cada aspecto de su vida con precisión quirúrgica, ahora vivía con una mujer que revolvía todo su mundo con solo existir.Y no solo eso.A pesar de que se decía a sí mismo que todo estaba bajo control, que Vanessa no tenía ningún efecto en él, la noche anterior se había sentado frente a ella como un maldito modelo de pasarela, dejándola tocarlo sin oponer resistencia.¿Desde cuándo era tan fácil de manipular?Vanessa se removió en la cama y murmuró algo entre sueños.Alexandro apretó los dientes.Le gustaba verla así.Relajada.Con los labios entreabiertos, con su cabello alborotado y su respiració