El hospital era un completo caos.Alexandro, con el rostro pálido y las manos temblorosas, caminaba de un lado a otro mientras Vanessa intentaba respirar entre contracción y contracción. Sofía y Mariana trataban de calmarlo, aunque ellas mismas estaban al borde de un ataque de nervios.—Montenegro, si sigues caminando así vas a hacer un surco en el piso —bromeó Vanessa entre jadeos, intentando aliviar la tensión.—¡¿Cómo puedes estar bromeando ahora?! —explotó Alex, con los ojos desorbitados, pasándose una mano por el cabello ya despeinado.—Porque alguien tiene que hacerlo —respondió ella con una sonrisa débil—. Y porque si me estreso más, esta niña va a nacer con cara de enojo.Damián, con Mathias dormido en sus brazos, observaba la escena con una risa divertida.—Tranquilo, hermano. Solo tienes que aguantar las próximas horas y ya. Fácil —dijo con un tono burlón.—¡¿Fácil?! —Alexandro casi lo estrangula—. ¡Mi mujer está a punto de dar a luz!—Oh, ahora sí soy tu mujer, ¿eh? —Vaness
El jardín estaba iluminado con luces cálidas, y el aroma de las flores frescas flotaba en el aire. Era la boda que Vanessa nunca imaginó que tendría, pero que ahora sentía como el único destino posible. Dos meses después del nacimiento de Mia, su amor por Alexandro solo había crecido, y aunque su relación siempre había sido intensa, ahora también tenía una ternura que la hacía aún más fuerte.Desde la ventana, Vanessa observaba cómo los invitados se acomodaban. Sofía y Mariana terminaban los últimos retoques a su vestido mientras Nico, con un moño negro al cuello, se sentaba a sus pies, como si entendiera la importancia del momento.—No sé quién está más ansioso, si tú o el perro —bromeó Mariana.Vanessa acarició la cabeza de Nico y suspiró.—Ni yo misma sé lo que siento… Es emoción, es nervios… pero sobre todo, es amor.Sofía sonrió, tomando su mano.—Te mereces esto, Vane. Tú y Alex son como una tormenta, pero de esas que traen vida después de la lluvia.Cuando la música comenzó a s
Un mes después ... El desfile de Montenegro Luxe era el evento más importante del año. La pasarela estaba lista, las luces enfocaban el escenario y la expectación en el ambiente era palpable. Vanessa, con su impecable sentido del estilo, había trabajado incansablemente para asegurarse de que cada detalle fuera perfecto. Pero esta vez, no solo era su talento el que brillaba en el evento, sino también su presencia como la esposa de Alexandro Montenegro.Alexandro estaba de pie junto a ella, impecable en su traje a medida, con la mirada atenta a cada movimiento en el evento. Se aseguraba de que todo transcurriera sin inconvenientes, pero su mayor distracción seguía siendo Vanessa. La forma en que se movía con naturalidad entre diseñadores y modelos, con esa energía que lo había cautivado desde el primer día. Sabía que era la persona indicada para liderar Montenegro Luxe a su lado.La velada avanzaba sin contratiempos hasta que una presencia inesperada captó la atención de todos. Victori
Las risas llenaban cada rincón del hogar, y aunque las noches sin dormir les pasaban factura, nadie se quejaba. Bueno, quizá Alex, cuando la bebé jalaba su cabello con fuerza a las tres de la mañana y Vanessa solo se reía desde la cama. Nico, el verdadero guardián de la casa, no se despegaba de la cuna ni un segundo.—Estoy empezando a sospechar que Nico la quiere más que a nosotros —murmuró Alex una noche, mientras el perro movía la cola al escuchar a la bebé llorar.—Obvio —contestó Vanessa, estirándose con pereza—. Ella no lo regaña cuando se sube al sofá.Las visitas eran el pan de cada día. Mariana y Damián llegaban siempre cargados: pañaleras, sonajeros y su bebé en brazos, completamente enamorados de su nueva vida.—¿Ya les pasó que la bebé hace popó justo después del baño? —preguntó Damián, muy serio.—¿Solo después del baño? Qué suerte tienen —dijo Alex, mientras todos reían. Mariana y Vanessa se miraban con complicidad mientras sus hijas “jugaban” (o más bien se miraban fija
El jardín de la casa Montenegro estaba lleno de vida. Globos de colores flotaban en el aire, mesas decoradas con guirnaldas y un enorme pastel rosa con detalles dorados ocupaban el centro de la celebración. La pequeña Mia, con sus dos años recién cumplidos, corría entre los invitados con su vestido blanco y una tiara de flores en el cabello, riendo mientras Nico la perseguía, moviendo la cola emocionado.—¡No me atrapas, Nico! —gritó entre risas la niña, corriendo hacia su primo Mathias, el hijo de Mariana, que a sus más de 2 años se unió al juego.—¡Vamos, Mathi, corre más rápido! —lo animó Mariana, riendo mientras veía cómo los niños se divertían con el perro.Vanessa, con una copa de jugo en la mano, observaba la escena con una sonrisa tierna. La fiesta de su hija había sido un éxito, y el jardín estaba lleno de familiares y amigos. Mariana y Damián estaban cerca, entretenidos con su propio hijo, mientras que Pablo discutía con Alexandro sobre quién sería el mejor padrino de los pe
El día que Vanessa y Alexandro se cruzaron por primera vez comenzó como cualquier otro. Para él, la rutina estaba perfectamente programada, sin espacio para imprevistos. Para ella, la vida era un torbellino de proyectos, plazos y una agenda que parecía desmoronarse cada día. Aquella tarde, en una elegante cafetería del centro, todo cambió. Alexandro Montenegro estaba allí, impecable como siempre. Su traje azul oscuro estaba hecho a la medida, resaltando su imponente figura. Alto, de hombros anchos y porte autoritario, exudaba poder con cada movimiento preciso. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia atrás, sin un solo mechón fuera de lugar, y sus ojos grises reflejaban el mismo control absoluto que aplicaba en su vida. Esperaba su café mientras revisaba su teléfono, la mandíbula tensa y la mente en otro negocio millonario. La puntualidad era su sello, la eficiencia su regla de oro. Nunca se permitía distracciones. Hasta que ella apareció. Vanessa entró apresur
El tiempo pasó. Para Alexandro, fueron meses de negociaciones, números y reuniones interminables. Todo en su vida continuó con la misma estructura impecable. Para Vanessa, en cambio… Bueno. Su vida siguió siendo un torbellino de caos. En los últimos meses, había sobrevivido a plazos imposibles, a un profesor que parecía alimentarse del sufrimiento de sus alumnos y a un gato callejero que decidió que su departamento era el mejor lugar para vivir (a pesar de que ella era alérgica). Ah, y también había derramado café sobre tres personas más. Ninguna tan imponente como el hombre de la cafetería, claro, pero su historial con las bebidas calientes definitivamente necesitaba revisión. Afortunadamente, el caos también tenía sus victorias. Y su mayor triunfo fue haber conseguido su pasantía en Montenegro Luxe, la marca de moda de lujo más prestigiosa del país. Lo que no sabía era que, con esa oportunidad, también estaba a punto de enfrentarse a su mayor desafío. Y a su mayor ver
El destino tenía un sentido del humor retorcido. Alexandro lo supo en cuanto Damián, su abogado y mejor amigo, le entregó los documentos en la sala de su casa. —Esto tiene que ser una broma —dijo, frotándose las sienes mientras leía el testamento por tercera vez. —No lo es —respondió Damián, sirviéndose un whisky con calma—. Según esto, la casa de tus abuelos y una parte de las acciones de Montenegro Luxe ahora son compartidas. Mitad tuyas, mitad de ella. Alexandro exhaló con frustración. —Esto no tiene sentido. ¿Por qué harían algo así? Damián se encogió de hombros. —Quizás querían unir sus dos mundos. O tal vez simplemente querían ver cómo te volvías loco. —Lo están logrando. Desde que Vanessa había entrado a la empresa como pasante, Alexandro la había observado de lejos, tratando de encontrar la conexión que su abuelo vio en ella. La niña que había conocido años atrás… la nieta de su abuelo. Pero ahora, esa misma niña se había convertido en una mujer que lo ten